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Luis Antonio Blanco Cebada
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Viernes 23 de marzo, 2018

Cuando se habla de discriminación enseguida saltan las referencias comunes, ligadas a la exclusión social provocada de manera intencional, o no, por el Estado en contra de personas con alguna discapacidad, con VIH, mujeres, adultos mayores, infantes o adolescentes, con orientación sexual no hetero, y/o la población indígena. También se piensa que son actos discriminatorios el negar los servicios médicos y el acceso a la justicia, impedir la participación ciudadana, y restringir el acceso a la información. Sin embargo, aunque todos estos actos están contemplados en la [i]Ley federal para prevenir y eliminar la discriminación[/i], así como en la [i]Ley para prevenir y eliminar la discriminación en el Estado de Yucatán[/i], las prácticas discriminatorias se deslizan en la vida cotidiana casi imperceptiblemente, apoyándose en la costumbre y la autoridad, y solidificándose en el uso de la lengua.

De reciente aparición, el libro [i]Hacer sociología sin darse cuenta[/i], de Hugo José Suárez, sirve como inspiración para describir diez actos discriminatorios, o promotores de discriminación, que he observado en vida diaria, en particular durante el último mes con ayuda de mi sobrina. Comenzaré hoy por cuatro ligados a la secundaria pública donde ella estudia.

1. La profesora de biología señaló que el universo tuvo su origen en el big bang, y que éste a su vez fue creado por Dios. Los infantes asintieron y la secundaron; no obstante, mi sobrina enmudeció por temor a ser discriminada, y no pudo señalar que la idea de Dios no representa un buen principio argumentativo cuando se trata de explicar científicamente el origen de las cosas. ¿No es este un país laico? Ahí mismo, en otra clase, el profesor de matemáticas contó que se sintió ofendido cuando escuchó que alguien denostó a la virgen de Guadalupe. ¿Era necesario contar esa anécdota ante estudiantes que pudieran no creer en su ícono religioso, particularmente en la clase de matemáticas?

2. Es evidente que los profesores miran y atienden mucho mejor a esa niña, Luciana. Tal vez porque se ve más grande, piensa mi sobrina. “Luciana, ¿estás entendiendo? ¿Te sientes bien? ¿Quieres pasar al frente?” El profesor de educación física amonestó al niño amigo de mi sobrina, Víctor; un chico de 12 años, distinto a la mayoría de los otros chicos. Lo reportó por estar sentado, cansado de tanto jugar. Víctor lloró. Mi sobrina fue con el profesor y lo increpó: “¿Por qué castiga a Víctor si está descansando un momento, y no a Luciana quien lleva casi toda la clase sentada?” Él respondió: “Está bien, por esta vez se la pasó”. ¿No es este un país de iguales?

3. El profesor de matemáticas, muy dado a la locución en el aula, relató que acababa de regresar de la ciudad de Guadalajara, y que si bien él siempre ha respetado a los homosexuales, le dio asco ver cómo una pareja de ellos se tomaba de la mano en pleno centro de la ciudad. ¿Por qué tienen que hacerlo en público?, dijo. Ante ello, ¿podrá Víctor, el amigo antedicho, reconocer públicamente su diferencia, si es que fuera el caso? ¿No es Yucatán un estado que respeta las preferencias sexuales?

4. La profesora indicó a los estudiantes que pusieran música, que hoy era un día para trabajar con melodías. “Si alguien quiere poner algo, puede hacerlo”. Mi sobrina, que es melómana, enseguida saltó para entregarle a la profesora su dispositivo digital lleno de rock y hip hop. Ella encendió el aparato y de inmediato casi toda la clase pidió a gritos desaparecer esos sonidos, y en su lugar escuchar reggaeton o música norteña. Entonces la maestra dejó pasar la mitad de una canción y sin concluirse la sustituyó por la música solicitada, para poco después incentivar el aprendizaje estudiantil con las Flans. ¿No debe favorecer el profesorado, funcionarios al fin, el libre y equitativo acceso a los servicios educativos? ¿A una clase, tal el caso? Al salir de la escuela un grupo de niñas se acercó a mi sobrina para decirle que su música era ruido. ¿Bullying promovido por la profesora?

La aceptación con consentimiento de estas situaciones es lo que Pierre Bouerdieu, Paulo Freire y Marta Lamas llamaron violencia simbólica. Lamas la define como esquemas de pensamiento no pensados, y que aparecen de manera natural a quien los piensa. La violencia simbólica es, por ejemplo, lo que Freire señala en [i]Pedagogía de la Esperanza[/i], cuando estando en un mitin de Lula un obrero le dice: “No puedo creer que un indio como ese pueda llegar a ser Presidente. Un Presidente debe ser alto y bien portado. Él es del pueblo, no sabrá dirigir una nación”.

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