Paul Antoine Matos
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Mérida, Yucatán
Miércoles 18 de abril, 2018

“Un acto de rebeldía. Sólo de esa forma el gobierno entendió que se tenían que dar más permisos”, reconoce José Isidro Flores, permisionario de Indígenas Pesqueros de Celestún. Hace 12 años se dedicó al furtivismo para capturar pepino de mar hasta que, por fin, consiguió las autorizaciones para hacerlo de forma legal. En aquella época la vigilancia no era tanta como la actual, ni el equinodermo era una especie tan codiciada como sucede ahora.

Es el período sin temporadas. No se puede pescar mero, ni langosta, ni pulpo ni pepino de mar. Son dos meses, febrero y marzo, en los que los pescadores deben recurrir a una segunda actividad económica o apoyos del gobierno para subsistir.

En el Palacio Municipal de Celestún hay una montaña de víveres. Cada 15 días el gobierno de Yucatán, a través de la Secretaría de Desarrollo Social, entrega 700 pesos y dos bolsas a mil 700 pescadores del padrón; dentro de las despensas hay papel de baño, galletas, avena, jabón, frijol, arroz, harina, sopa, lentejas, azúcar y café.

“El maíz inflado no sirve, no lo deberían dar”, dice una de las dos señoras que caminan al lado de las despensas. No todos los pescadores la reciben, sólo aquellos inscritos en el padrón.

Otros deben buscar una alternativa como la ganadería, el turismo o la industria salinera. Con la crisis de seguridad y atentados de bomba que vive la costa de Quintana Roo, una ola de viajeros llega a Celestún. Mochileros que piden el raid para ir hacia el puerto y regresar a Mérida, europeos y estadunidenses caminando por las calles o que pasean en los tours entre los flamencos rosas.

El alcalde de Celestún es Leonel Rosado Mena, socio de la congeladora Hul Kín, ese es parte del poder que tienen los permisionarios en los municipios.

[b]El norte[/b]

Las casas son pintorescas frente al mar, los restaurantes y hoteles tienen algunas personas, y el mar está agitado por el temporal que se acerca, proveniente del invierno del hemisferio norte, aunque en Celestún hay calor.

Del mar arriban al puerto de abrigo los primeros pescadores escupidos por el frente norte. El cielo se tensa en nubes oscurecidas que rompen la vida del marinero. Entre las múltiples vedas y los frentes fríos el trabajo se detiene. Don Juvencio tiene barba y cabello de ciénega, una combinación de colores entre negro, gris, blanco y el amarillamiento capilar producido por los años bajo el sol en alta mar.

Regresó con otros tres pescadores y cuatro cajas de plástico de llenas de pescado. Gastaron 10 mil pesos para el viaje de cuatro días, en gasolina, comida y equipo de pesca, pero lo obtenido apenas les dejará una ganancia de entre 11 mil y 12 mil pesos. “Fue una golpiza, nos agarró el norte y nada”, dice.

“Gana más Pemex, el gasolinero, que nosotros”, comenta uno de los pescadores.

[b]Sobreexplotación y contrabando[/b]

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En Celestún el pepino de mar se gastó primero, antes que en los demás puertos de la costa yucateca. En 2006, cuando comenzaban las primeras pruebas para capturarlo, sólo una cooperativa recibió el permiso de fomento. Los demás pescadores, como José Isidro, recurrieron al furtivismo para sostenerse.

En 2005 fueron autorizados seis permisos de pesca de fomento en Yucatán con vigencia de un año y una cuota total de captura del dos por ciento de la biomasa disponible para trabajar en Celestún, Sisal, Progreso, San Felipe y Río Lagartos. El pepino de mar costaba en la costa 25 centavos de dólar por kilo, por lo que las embarcaciones capturaban hasta una tonelada por viaje, con dos viajes diarios. Era posible ganar hasta ocho mil dólares en un día.

“Nos orilló a trabajar de contrabando”, expresa José Isidro. Cuando el gobierno entendió que no se podía, después de ese acto de rebeldía fue el momento en el que los permisos se abrieron para más pescadores celestunenses, reconoce.

Los siguientes años fueron de alto impacto sobre el equinodermo. La especie se redujo en la zona. La marea roja en 2008 provocó la disminución de los bancos. En 2010 se recupera y en 2011 se otorga una cuota de captura del cinco por ciento, pero con más permisos, 63 para todo el estado. En 2012 se amplió a 121 permisos de fomento, con límites de densidad; en 2013 se realizó la pesca de manera comercial por primera vez.

En 2013 y 2014 se abrieron dos temporadas con duración de un mes en conjunto; en 2015 fueron 17 días en dos períodos separados, en 2016 10 días, y en 2017, 15. Para esa etapa el costo del pepino al pie de la playa era de entre tres y siete dólares por kilo, aunque la cuota de captura para el año pasado fue de mil 942 toneladas en total; entonces, la derrama económica pudo ser de hasta 13 millones 594 mil dólares en 2017. Celestún no tuvo temporada.

El permisionario recuerda que cuando se abrió eran toneladas, pero “se nos gastó”. El pepino era mucho, pero se pagaba poco; ahora es escaso, aunque la paga es buena, reconoce. Lo que debe existir es un balance que permita que el producto tenga un buen precio de mercado y también se mantenga para años futuros, agrega.

Para esta temporada la especie se recuperó en Celestún, por lo que el puerto del poniente yucateco tendrá el permiso para la captura.

“Hay más lanchas, en estos tiempos somos cantidades”, indica José Isidro. Dice que los ejidatarios son ociosos. Se queja de ellos porque no laboran su tierra y son más de 150, por lo que se van al mar. “Pero los permisionarios no podemos entrar en las tierras, porque tienen títulos”, menciona.

Los permisos los recibe un pescador, pero por embarcación se suman tres personas más, como los hijos y otros trabajadores.

[b]Pescadores extranjeros[/b]

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Durante las temporadas ha visto que, además de los pescadores locales, se agrega gente de fuera, no únicamente de la región del Golfo de México, también hay españoles, cubanos, venezolanos, que llegan a Celestún porque tienen la necesidad de ganar dinero o aprovechan sus vacaciones para sumergirse, cuenta José Isidro.

“Viene todo el que quiere ganar”, asegura. Los extranjeros acostumbran a ir donde más trabajo hay, porque tienen un interés de por medio, agrega.
En la casa de al lado, dos hombres chinos, alrededor 30 años, negocian con su hermano Fernando. Intentan comprarle buche de corvina a 450 pesos el kilo, cuando él las adquirió a 400. Con un tratamiento adecuado, diría más tarde Fernando, el buche puede ser vendido hasta en mil 500 pesos. Aunque intento platicar con los dos extranjeros, ellos no aceptan. Se van.

Caciques, dice Fernando sobre los asiáticos con los que negociaba. Son ellos quienes compran el pepino de mar.

En Celestún también hay asaltos. De noche los motores son robados en el Puerto de Abrigo, pero también en alta mar se han registrado casos. Una de las propuestas de José Isidro es que el velador de las bodegas tenga un arma para asustar a los criminales, que de por sí van armados, encapuchados y bien organizados. Agrega que debido al bandidaje ya no quieren salir a pescar.

“La solución no es cuidar las 24 horas, porque no hay recursos para vigilar el mar, la gasolina y los gastos”. Aunque el permisionario respete la veda, el furtivo no, declara José Isidro.

“La respetamos aunque no nos guste. Nos conscientizamos a cuidar el recurso porque formamos parte de él. Deja más el producto en temporada que fuera”, dice.

Reconoce la importancia de mantener la especie en veda y abrir la temporada por pocos días, porque al evitar su captura, se recupera.

[b]Peligros de descompresión[/b]

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Las descompresiones se incrementaron con el furtivismo, porque las patrullas interceptan a los pescadores ilegales, entonces los pepineros deben alejarse entre 60 a 80 millas náuticas, hasta unas 25 brasas debajo del mar, donde el oxígeno es menor y la presión del agua es mayor, reconoce.
Los compresores expulsan oxígeno con aceite, por lo que se intoxican, menciona.

Cuestiona por qué la autoridad estatal no ha puesto en funcionamiento la cámara hiperbárica del Hospital Regional Agustín O’Horán.

Para salvar a la gente deben acudir a un nosocomio privado, como en la Clínica de Mérida, cuyo servicio les cuesta hasta tres mil pesos. “Tienes que pagarlo, ni modo que se te muera el buzo”, afirma.

La cámara hiperbárica también tiene que ser acompañada por especialistas que sepan usarla para estabilizar al paciente.

“¿Para qué lo ponen si está mal? ¡Que sirva!”, exige su hermano Fernando.

Conoce más información, aquí:

Parte 1: [a=https://www.lajornadamaya.mx/2018-04-17/Captura-del-pepino-de-mar--ligada-a-crimen-y-cacicazgo]https://www.lajornadamaya.mx/2018-04-17/Captura-del-pepino-de-mar--ligada-a-crimen-y-cacicazgo[/a]
Parte 3: [a=https://www.lajornadamaya.mx/2018-04-19/Violencia--inseguridad-y-corrupcion-amenazan-la-costa-de-Yucatan]https://www.lajornadamaya.mx/2018-04-19/Violencia--inseguridad-y-corrupcion-amenazan-la-costa-de-Yucatan[/a]


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