de

del

Carlos Meade
Foto: www.playasmexico.com.mx
La Jornada Maya

Lunes 21 de mayo, 2018

El capital es testarudo, terco, indolente y se mueve en la unidimensión del dinero. Sólo esto explica que, de nuevo, nos vengan con un proyecto de desarrollo turístico que pone en riesgo el santuario de la tortuga marina de Xcacel-Xcacelito, dos de las pocas playas públicas de la Riviera Maya donde las tortugas pueden venir a ovar sin verse perturbadas por luces, infraestructura, camastros o personas que las hostiguen o acosen.

En dos intentos anteriores, diferentes grupos de inversionistas vieron truncados sus proyectos debido a la movilización ciudadana y al respaldo científico con que acompañaron sus argumentos en contra de dichos proyectos.

En el primer intento, los inversionistas usaron torpemente la fuerza de los sindicatos charros, que llegaron con sus acarreados al evento público llevando unas playeras con el insultante, racista y despectivo lema: “mayita mata tortugas”, queriendo decir, para quien necesite traducción, que las personas, en este caso los mayas, eran más importantes que las tortugas, como si los mayas se fueran a morir de hambre por falta de los empleos miserables y precarios que ofrece la industria turística en Quintana Roo. Habrá que contestarles ahora con una playera que diga: “tortuga mata inversionista”.

Al final, los desarrolladores (el grupo Xcaret, entre otros) exhibieron su prepotencia manipulando a acarreados mientras la ciudadanía organizada llevó argumentos técnicos y científicos apabullantes.

Y la peor parte del frustrado negocio fue que el gobierno, a través de Mario Villanueva, les vendió a los inversionistas la tierra para el proyecto, a precio de oferta; pero lo facturado no fue el costo total ya que el principal pago fue por debajo del agua y directo a los bolsillos del narco-gobernador. Con la cancelación del proyecto, el gobierno del estado les entregó otro terreno de un precio igual, es decir, igual a lo facturado.

Pero van de nuevo. Parece que los inversionistas no acaban de entender que los ciudadanos tenemos memoria y que, a pesar de nuestra limitada fuerza, podemos organizarnos para defender al menos los lugares más sensibles para la conservación, sobre todo en el contexto del desarrollo depredador que está aplastando sin misericordia todos los ecosistemas costeros, de forma directa y también indirecta, debido a la migración que inducen los nuevos desarrollos turísticos, que no se detienen a pensar en los servicios públicos y vivienda que los nuevos pobladores demandarán.

Aunque poco se reconoce este impacto indirecto, es evidente que los asentamientos irregulares, parte del modelo de desarrollo depredador dominante, generan un fuerte impacto en los ecosistemas, ya que se establecen sin considerar criterios ambientales y, al no contar con servicios públicos, inyectan sus aguas negras en el acuífero, queman su basura y talan la selva para construir sus casas y alimentar el fogón.

La Manifestación de Impacto Ambiental (MIA) del nuevo proyecto, desde luego, no aborda ni de lejos esta problemática, a la que contribuye de forma insoslayable. Por desgracia, tampoco las autoridades ambientales se hacen cargo de este tema, con el agravante de que, de acuerdo a los incongruentes criterios técnicos que aplican para la revisión de las MIAs, sólo se consideran los impactos directos sobre el área del proyecto, como si el medio ambiente estuviera formado por islas autónomas y desvinculadas.

Afortunadamente, en el caso de Xcacel, el impacto evidente sobre las tortugas marinas será suficiente para echar atrás esta nueva intentona de establecer infraestructura de hospedaje en el área de amortiguamiento del santuario. Y también contará mucho la movilización ciudadana, que ya se ha manifestado de forma fehaciente hace algunos días, haciéndose presente en la playa y desplegando demandas en repudio del nuevo proyecto.

¡No al proyecto hotelero en Xcacel-Xcacelito!


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