El limbo

Paul Antoine Matos
Foto: Twitter @miseleccionmx
La Jornada Maya

[b]El límite de[/b] México es el limbo. No quiere probar las mieles de la gloria, pero teme la acidez del fracaso. Por eso, prefiere quedarse ahí, en ese punto muerto, en neutral, que representan los octavos de final.

[b]Desde estados unidos[/b] 1994 hasta Rusia 2018, el país ha tenido seis presidentes en funciones o electos, Salinas de Gortari, Zedillo, Fox, Calderón, Peña Nieto y, ahora AMLO. Pero la selección no ha sido capaz de trascender en una copa del mundo.

[b]Una y otra vez[/b], y otra y otra y otra y otra, y una más. En siete mundiales seguidos, México se ha quedado fuera en el primer partido de eliminación directa. Las razones ya van más allá de lo futbolístico; en 24 años han pasado generaciones de futbolistas destacados y, un par, titulares en equipos grandes de Europa.

[b]Hugo Sánchez, Rafael[/b] Márquez y Javier Hernández tuvieron la experiencia de la gran presión de partidos de vida o muerte en sus clubes, Real Madrid, Barcelona y Manchester United, y triunfaron. Pero con la camisa de la selección, algo ocurre, que no son capaces de transformar la mentalidad de sus compañeros en el vestidor.

¿Qué pasa? ¿Por qué, Mundial con Mundial, no se va más allá del mismo techo? Los partidos de eliminación directa, o como sucedió contra Suecia, en el que si ganaba Alemania la selección era eliminada del Mundial, se le indigestan al equipo mexicano.

[b]En el futbo[/b]l había dos máximas: siempre gana Alemania y México siempre se queda en octavos de final. Se creía que ganarle a los campeones del mundo permitiría romper la otra, pero al final la maldición está dentro de la selección.

[b]Parecía que la[/b] victoria contra Alemania, el partido más importante y mejor jugado por la selección en un Mundial, sería el parteaguas de un torneo con miras a algo más importante. Después de la derrota 3-0 contra Suecia y la eliminación contra Brasil, México regresa al punto de inicio de cada cuatro años en julio: el punto muerto, sin proyecto claro, sin continuidad y sin un objetivo más allá de “pasar del quinto partido” y “ser campeones del mundo”.

[b]Se sienten cómodos[/b] en el cuarto partidos, conocen tres o cuatro ciudades de otro país al que de ninguna otra forma visitarían y juegan futbol. Ganar representa ganar una responsabilidad a futuro de la que no quieren ser parte, pero perder en la fase de grupos es volver avergonzado al país. El punto de equilibrio son los octavos de final, objetivo mediocre, que coloca al equipo entre el lugar nueve y 16, ni malo ni bueno.

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