Leer, no ler

Jesús Hernández Martínez
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Miércoles 4 de julio, 2018

El INEGI, la institución del gobierno federal que se dedica a realizar sondeos, encuestas, estudios e investigaciones sobre las actividades socio-económicas y político-laborales del país y el interés de los habitantes de nuestra nación por participar en ellas, reportó hace unos días que, en general sigue a la baja la lectura de libros, (revistas y periódicos) por los mexicanos de todas las edades. Los adolescentes y jóvenes, incluso los estudiantes, prefieren “extasiarse” en los teléfonos celulares y otros dispositivos que, en la práctica, “han inundado” a la sociedad.

Salvo otras opiniones, resulta preocupante esta situación, y debe preocupar a las autoridades, ya que la lectura es la segunda actividad más atractiva para los hombres y mujeres; la primera es viajar. A nuestra razón le interesan nuevos conocimientos; no leer significaría un retroceso en quienes ostentan un título universitario o concluyeron la educación media superior. Quienes leen, de preferencia buenos libros, que son abundantes, son más ágiles para tomar decisiones, y del acervo que acumulan nadie les podrá despojar. Nuestro cerebro, por fortuna, no se satura de información y, como decía un viejo anuncio, “el conocimiento no ocupa un lugar físico”. Aquí podemos recordar la premisa de Darwin: órgano que no se utiliza, se atrofia, por lo que el cerebro de quienes no leen pudiera tornarse menos ágil; la torpeza no es necesariamente consecuencia de la vejez sino de la falta de ejercicios mentales.

¿Qué pasa con los jóvenes que no quieren leer? Tal vez no se hayan percatado de lo maravilloso que resulta involucrarse en aventuras inimaginables, en embarcarse en navíos con destino desconocido, llegar a ignotas tierras con vegetación y fauna diferentes. El cine ayuda mucho a incursionar en otros mundos, pero éste da el argumento y las escenas. En los libros, cada lector crea los escenarios.

Si faltara información podemos activar un botón, accesible a todos, acerca de los buenos libros: [i]La Divina Comedia[/i], un clásico de renombre, escrito inicialmente en versos pero en la actualidad disponible en prosa. De esta obra de Dante Alighieri, han tomado ideas varias religiones.

Pero bien pudieran leer los jóvenes [i]El Quijote de la Mancha[/i], la obra literaria más importante y hermosa del idioma español; o [i]La Guerra y la Paz[/i]; [i]Los Miserables[/i]; [i]La Ilíada[/i]; [i]La Odisea[/i]; los cuentos y la novela de Juan Rulfo como [i]Diles que no me maten[/i]; [i]Pedro Páramo[/i] o [i]El llano en llamas[/i].

La emocionante novela [i]Cien años de soledad[/i] de Gabriel García Márquez; así como [i]El Coronel no tiene quien le escrib[/i]a. [i]Las cenizas de Ángela[/i], para las jovencitas románticas y [i]Postdata, te amo[/i]. [i]El lobo estepario[/i] y hasta [i]La Peste[/i] y [i]En busca del tiempo perdido[/i] o [i]Metamorfosis[/i].

Y qué decir de los cuentos clásicos: [i]La cabaña del Tío Tom[/i]; [i]Robinson Crusoe[/i] y hasta [i]Los tres cochinitos[/i] y [i]La Cenicienta[/i].

También están disponibles [i]Los bandidos de Río Frío[/i]; [i]María[/i]; [i]El Principito[/i], y de paso [i]El Príncipe[/i], de Nicolás Maquiavelo, que aún sirve de guía para algunos políticos.

No hablamos de descuidar los libros científicos pero sí de aderezarlos con novelas, buenas novelas de las que la literatura ya seleccionó desde hace tiempo a las 100 mejores de toda la historia de la humanidad.

¿Y qué decir de las revistas y los periódicos? [i]La Jornada Maya[/i], por ejemplo, además de publicar a diario las noticias más importantes, mantiene un amplio contenido cultural. Bien vale la pena enamorarse de la buena lectura.

Recordemos que, libros, revistas y periódicos pueden hojearse y ojearse. Quien adquiere el hábito de leer vive en un mundo más feliz.

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