Alejandra celebra formar parte de una empresa incluyente

La Jornada Maya

Mérida, Yucatán
Viernes 6 de julio, 2018

¿Desde cuándo te convertiste? Es una pregunta malhecha, dice Ale al referirse a un cuestionamiento recurrente que se hace a las personas transexuales.

“No es así como que hoy me levanto y quiero ser una flor”, añade.

La chica trans, de 24 años, cuenta a La Jornada Maya un poco de su historia. “Desde siempre lo he sentido, desde que nací, he tenido la atracción hacia los chicos. Y en el momento en el que me empecé a vestir de mujer, fue después de la prepa y, como todos, empecé que si la blusita, que si un pantalón, que si un polvito, un labial. Con el paso del tiempo te vas reafirmando viendo qué te queda mejor, qué no te queda bien, con el tiempo vas aprendiendo esas cosas”.

Asumir un cambio de sexo –en la forma de vestir, así como en los hábitos y costumbres–, dice Ale, implica pensar cómo te vas a dirigir hacia la gente que mira físicamente a una persona de un género, pero que se encuentra frente a alguien que toda su vida se ha sabido del sexo opuesto. ¿Cómo explicarlo, cómo demostrarlo a los que miran?

“Te pones a pensar y dices, bueno, tengo 15 años y si yo digo que soy tal, van a decir que estoy loco, que no tengo la edad suficiente para razonar. Pero conscientemente tú sí sabes, tú estás seguro y sabes que te gusta tal cosa”.

Es así que después de sus 18 años, Ale habló por primera vez con su familia sobre su orientación sexual.

Se trata de un proceso de transformación y aceptación, dice, incluso para uno mismo, pues al mirarte en el espejo vas viendo poco a poco a esa “nueva” persona.

“Todo es con calma, no es como que hoy me decido y voy a ser mujer y me visto de mujer. Todo tiene su proceso, hay que vivir y ver cómo te vas a desenvolver en este mundo que al final de cuentas es un poco duro”.

En dicho proceso, la familia es esencial, asegura Ale, ya que al obtener su aceptación y respeto es “no tienes que esconderte”.

En su caso, la menor de cuatro hermanos confiesa que su padre –un hombre aparentemente duro y de carácter fuerte, según lo describe– fue el primero en extenderle su apoyo incondicional, “me dijo que haga lo que haga, que yo sea feliz siempre, que no me preocupe por la gente, porque la gente siempre va a hablar”.

“Cuando tu familia te reconoce se te hace un nudo en la garganta”, y recuerda cuando se presentó en su casa como una chica transexual. Al recibir el apoyo de sus familiares, ella se sintió feliz, “yo ya me sentía libre de ser yo. Me sentía segura en mi propia casa”.

Sobre un cambio de sexo; es decir, una operación, Ale confiesa que por ahora sólo lo ha considerado. “He investigado y para hacer un cambio de sexo, hay que ir con psicólogos y tomar terapias, porque sí es un cambio total y cuando te veas en el espejo vas a decir ¿dónde estoy?”.

Hasta el momento, Ale platica que se ha sometido a algunos tratamientos de hormonas que han modificado lentamente su cuerpo.

[b]Inclusión en Ganso Azul[/b]

Ale es operaria en la empresa maquiladora Ganso Azul, “yo estoy en bandeo; en el área de operación contabilizo pellones y empaques”.

Fue hace cuatro años cuando ingresó a la maquiladora, una empresa que la contrató sin que su preferencia sexual se convirtiera en un impedimento para desarrollarse laboralmente. “Nos sentimos acogidos por la gente que nos rodea”, asegura.

“Todos son muy abiertos, muy cálidos, muy open mind. Y me aceptaron, no sólo a mí sino a cualquiera. Nos han apoyado bastante. Esta empresa, en vez de hacerte a un lado, te incluye”.

Una vez arropada por los miembros de la compañía, principalmente por sus directivos, cuenta que durante el tiempo que ha laborado ha consolidado una gran amistad con la gente con la que convive diario.

El hecho de ser parte de una empresa que le demostró aceptación, y donde conoció a más miembros de la comunidad LGBTTTI, significó un momento importante para decidir que tomaría muy en serio el rol de mujer, ya no sólo en su casa, sino dentro de un ambiente laboral.

“Cuando entré a trabajar acá dije: ya sé lo que quiero, y empecé a cambiar mi vida y dejé de ser Alejandro para ser Alejandra. Empecé a desenvolverme con más gente, más opiniones, gente como yo que antes no conocía.

Finalmente, recuerda lo que un día le dijo Claudia Martínez, directora de Ganso Azul: “la gente fuerte se ve en el día a día, no sólo en el trabajo, sino en todos los planos de la vida. Se tiene que enfrentar uno a cualquier tipo de pensamiento, eso nos fortalece”.

[b]Sin discriminación[/b]

Siempre habrá discriminación, asegura Ale, “pero mientras tú te sientas bien y no le hagas ningún mal a otras personas, haz lo que tú quieras de tu vida”.

En su caso, reconoce que desde joven se ha desenvuelto en un ambiente sano, en el que predomina la inclusión y el respeto. Y aunque confiesa que en algunas ocasiones la gente no sabe cómo dirigirse a ella, no ha sido víctima de actos discriminatorios.

La discriminación entre familia está mal, opina, porque implica avergonzarnos o hacernos sentir que no valemos nada. “Es por eso que hay gente que se quita la vida o se vuelven drogadictos. Sólo es cuestión de saber aceptar las cosas. ¿Cómo vas a negarle a tu hijo ser algo que le gusta, que quiere, que lo hace feliz?”.

Antes de ingresar a Ganso Azul, Ale buscó una oportunidad en el teatro, pero en este arte sólo encontró un buen pasatiempo.