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Giovana Jaspersen
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Viernes 6 de julio, 2018

Para hablar del tercer aniversario de [i]La Jornada Maya[/i], podríamos ser convencionales y resaltar los más de mil días de riguroso empeño que ello ha implicado, y no diría mucho. Por ello, y como en todo, sirve tener otros referentes para aprender a contar de forma distinta, y así, dimensionar.

Gracias a las cifras, podríamos medir con 761 números y sus más de 30 mil planas salidas. Siendo más extensos, volar pensando en los casi 300 mil caracteres que cada número implicó y desde la paciencia juntarlos hasta que formen, hoy, una hilera de más de 200 millones de letras y pausas que, impresas, han forjado un carisma. Repasemos en fotos y sigamos sumando, hasta alcanzar más de 60 mil. Y ya en el empeño de la imaginación, pasemos esto también desde el olvido, en todas las palabras e imágenes nunca impresas. Midamos entonces en esfuerzo y memoria para alcanzar a comprender.

Dejando la embriaguez numérica, pensemos en lectores, comentarios y reacciones, en las personas, los otros. En la gratitud de quien se ve en un diario y lo usa para poder llegar; pero también en el disgusto, las réplicas y argumentaciones, que recuerdan que un periódico es -también- diálogo y no información unidireccional. Contemos tres años en erratas y errores, cuya frustración nunca alcanza a asimilarse, pues cuando sucede la siguiente edición ya está en juego y hay que hacer que la máquina siga, por lo que sólo queda la sensación sostenida, como memento eterno. Entonces los primeros tres años pueden ser medidos desde la humildad del aprendizaje.

Y justo así, aprendiendo, a medir también en otras unidades; habría, por ejemplo, que contar en incredulidades y la cantidad de ocasiones que se dijo (y dice) que era (es) una locura. En las horas de ansiedad frente al pago de una nómina y la incertidumbre que implica la supervivencia. O desde la confianza de quienes han apoyado al proyecto para que suene nuevamente en nuestras puertas y se cante por voceadores, midamos desde el logro cotidiano, sumándolo.

En este empeño, probablemente de lo más difícil de cuantificar sea la dignidad y el orgullo; pero es imposible dejarla de lado cuando un medio nos habla a diario y en maya. Contemos entonces estos primeros años a partir de las palabras que k´iintsil nos ha enseñado, o desde el orgullo que se ha sembrado en la visibilización de una lengua viva y en uso. Podríamos contar desde la reducción de la brecha y lo andado hacia la justicia si fuera cuantificable; al no serlo, contemos en mayahablantes peninsulares, y la honra diaria de saberlos.

Usemos también como unidad, en este último año, lo largo de los segundos en que nos congelamos al saber que la imprenta de Playa del Carmen había sido baleada; o lo efímero que supimos era todo cuando se anunció el deceso de uno de los miembros del equipo en Campeche.

Y si seguimos desde los hitos recientes, sería imposible desentrañar el conteo del primer proceso electoral cubierto y del encuentro con el periodismo en sus funciones más complejas y nobles. Midamos entonces desde el crecimiento, cuando descubrimos a LJM gigante, confrontando en un laboratorio a candidatos con periodistas. Ejerciendo así la parte más humana del periodismo: servir. Medible también en la madrugada del 2 de julio, desde el agotamiento del equipo, y en la satisfacción de haberlo logrado desde su singularidad y tres estados peninsulares.

Y es que habría que contar estos tres años justo en esas personas, que son quienes finalmente lo paren a diario. El conteo iría entonces desde los tres iniciales, hasta los 70 actuales. Los visibles e invisibles, con firma, o nombre en el directorio; pero también los secretos y los anónimos que no figuran, pero manejan una máquina y administran la angustia por una falla mecánica a medio tiro. Quienes asisten, limpian, editan, diseñan, corrigen, programan, administran redes, reparten el diario o asesoran al equipo. Multipliquemos por las familias y todos quienes están cerca del proyecto, para así comprender de qué va el tercer aniversario.

Dimensionemos, al saber que probablemente sea único medio impreso cuyo promedio de edad ronda en los 30 años. Entonces, midamos sus tres años como un torrencial de futuro, que hace escuela a diario; y que desde la rabia del comienzo han cimentado con la confianza de la experiencia y la libertad, que ha hecho nacer nuevas voces.

Así, los tres años sólo son medibles en esfuerzo, dignidad, resistencia, futuro, humildad, trabajo, entraña y mucha vida ¡Que sea larga!

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