Touch of Evil, la grandilocuencia del genio y la profética del cine

Rodrigo González
Foto: Universal Pictures
La Jornada Maya

Viernes 6 de julio, 2018

Este año se cumplen sesenta del estreno de [i]Touch of Evil[/i] y hace cinco escribí este análisis sobre esta obra que hoy me permito revisitar y compartir con ustedes en esta columna.

Orson Welles un genio pero a la vez, es un ícono cultural que se va esculpiendo y redefiniendo con el paso del tiempo. La imagen que se tuvo de él en los años sesenta y setenta no es la misa que se tiene ahora. En aquel entonces se pensaba en Welles como el talento cinematográfico grandilocuente que había caído en desgracia por una película “mal filmada” hace ya sesenta años, [i]Touch of Evil[/i]. Hoy en día se le ve como una de las influencias más notables y sólidas en la cinematografía mundial por esta misma cinta.

La historia detrás de la historia es más o menos así: al terminar de filmar y editar [i]Touch of Evil[/i], Welles le cedió una copia de trabajo a Universal de 108 minutos. El estudio la reeditó y pidió a Welles hacer nuevas tomas, a lo que Welles se negó. El estudio se encargó de ese trabajo y de una nueva edición de 93 minutos e hizo un screening al que asistió Welles. Después de este screening Welles escribió su famoso memorándum de 58 páginas con notas sobre cómo debería editarse el filme. Obviamente el estudio hizo caso omiso y estrenó la cinta como una película B, en tanda doble.

En 1975 Universal descubre la copia de trabajo de Welles y hace un reestreno de la película, y ahí empieza a descubrirse el verdadero valor de la cinta. En 1996, Walter Murch (sí, el mismísimo editor de [i]Apocalypse Now[/i] o [i]The English Patient[/i], y gurú de cada editor nacido después de los años sesenta) llega al famoso memorándum de Welles y utilizando todo el material disponible de la cinta y, por supuesto, siguiendo al pie de la letra el memo de 58 páginas, reedita Touch of Evil, dándonos la versión más cercana a lo que Orson Welles buscaba. Antes de iniciar con el proceso de reedición, el mismo Murch dijo: fue como recibir un telefonazo de Dios pidiendo que le hagas cambios a la Biblia.

La diferencia entre una versión y otra es sustancial. En la versión de Murch-Welles existe un instinto autoral más profundo que se manifiesta cuando, por ejemplo, perite que los personajes de Janeth Leigh y Charlton Heston crezcan separados casi durante toda la cinta, o cuando elimina la música de Henry Mancini y los créditos de la secuencia inicial, consolidando uno de los mejores planos secuencias jamás filmados.

Algo de lo que es imposible escapar en [i]Touch of Evil[/i] es el carácter profético que muestra en diferentes niveles. Al- gunos dirán que son felices coincidencias, sin embargo, habrá también que atribuir este fenómeno a que Welles no era un cineasta cualquiera.

En primer lugar, Orson Welles fue un artista completo, teórico de su medio con un dominio absoluto de la técnica cinematográfica, además de experto investigador con un instinto tremendamente desarrollado para mostrarnos verdades que en esa época eran difíciles de abordar. Pueblos fronterizos como Tijuana eran sitios sin ley y la que había, era la de los grupos criminales. Recordemos que no fue si no hasta 1952 que Baja California fue anexado como Estado a nuestra querida República Federal, y antes de eso era controlada por militares mexicanos, caciques, productores de opio y dueños de cabarets, casinos y burdeles. Situar la historia en un pueblo fronterizo que es un espejo de la Tijuana de aquellos años sólo confirma la capacidad de Welles para escoger sus escenarios de forma tan asertiva, al punto que logra ficcionalizar con un sentido casi documental una realidad que entonces ya era apabullante. Al paso de los años, las palabras de Vargas (Charlton Heston) son referencia obligada como cuando dice: “all border townsbring out the worst in a country” y en nosotros como espectadores, llega de inmediato la imagen de Tijuana y el narco, Ciudad Juárez y los feminicidios, Nuevo Laredo y el fracaso y colapso del gobierno o Ciudad Hidalgo y las terrible historias de las víctimas de la migración sudamericana que llega por México. Si las palabras del guión se vuelven exactas para describir una realidad, lo son más aún, sus imágenes.

Luego viene la parte profética, una más personal, esa que le pertenece a Welles y sólo a él. Hay un diálogo con Tanya (Marlene Dietrich, siempre genial) que le anuncia a Quinlan la carencia de futuro. Después de[i] Touch of Evil[/i] Orson Welles no volvería a dirigir una película dentro del sistema de estudios y se convertiría en un director apestado con proyectos que iban desde cortometrajes sin importancia, programas de televisión que nunca fueron un reto para su genialidad (como Orson Welles’ Sketch Book o Around the World With Orson Welles) y películas que intentaron ser botes salvavidas como The Trial.

¿Qué sucede con el genio que no cabe en un sistema? Quizá la única manera de responder esta pregunta es dejar que el tiempo siga su curso y sigamos jugando a hacer lecturas diferentes de su obra. De esa manera, quizá podamos seguir descubriendo las profecías encriptadas en las imágenes de Orson Welles.

Y hablando de profecías, esa que pensábamos que no se cumpliría nunca para nosotros tiene visos de realidad desde el domingo pasado. Ojalá que nos gane la genialidad, el ojo crítico y la esperanza. Apenas vamos a la mitad del guión y frente a nosotros tenemos la oportunidad de darle a este país una gran historia y de hacer
desaparecer de una vez y para siempre esos horrendos lugares sin ley en los que hemos vivido tanto tiempo.

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