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del

José Luis Domínguez Castro
Foto: Raúl Angulo Hernández
La Jornada Maya

Lunes 9 de julio, 2018

En el México central le llaman “engarróteseme ahí” y acá en Yucatán, es conocido como “uno, dos tres… ¡chis!”. Este divertido juego infantil que se lleva entre dos bandos consiste en arrancar a correr en sentido contrario, tratando de alcanzar y tocar a algún miembro del otro equipo, al grito de uno, dos, tres… ¡chis!, dejándolo congelado (inmovilizado) hasta que otro de su mismo bando lo llegue a “desengarrotar”, y pueda entonces alcanzar su base.

Escribo estas líneas después de contar de manera similar: uno, dos, tres en estos primeros días del mes de julio de la nueva era y con la esperanza de que vayan quedando engarrotados, congelados, inmovilizados…uno a uno, y de acuerdo a la ley, todos aquellos que han dañado a nuestra frágil nación.

En el juego aludido se requería siempre de una base de operaciones para organizar al equipo y sus estrategias de ataque. En nuestra sociedad, sin duda alguna, las mejores bases de lanzamiento son las llamadas plataformas de la información. Desde el papel periódico, hasta las “benditas redes”, no podemos pensar en una nueva ciudadanía sin este componente vital del periodismo y la información.

¡Uno dos tres, chis!… y quedamos engarrotados y expectantes hace tres años, cuando supimos por estas fechas que llegaba [i]La Jornada[/i] a nuestras tierras. Recuerdo que entre el mes de marzo, cuando en la Filey se hizo “el lanzamiento” inicial y el mes de julio, me la pasé buscando con pocas pistas, dónde y cómo se estaría publicando este nuevo diario que conocía desde su fundación en la Ciudad de México, y que de pronto se nos aparecía en algún puesto de periódicos en un alto, con el nombre de [i]La Jornada Maya[/i]. Alguien me dijo que por el rumbo del pocito y cabalgué por las calles del norte sin mucho éxito… hasta que una noche, sin esperarlo, me enteré que junto a mí, en la misma mesa del Restaurante Amaro, estaba comiendo el director del flamante periódico. Ahí, sin que nadie se lo propusiera, sobre la mesa alguien puso el tema de la llegada de los [i]huaches[/i]. Yo, para suavizar la discusión diserté sobre la diferencia entre ser [i]huach[/i] (yo mismo soy uno de ellos) y ser [i]huachito[/i], abundé sobre la historia exitosa de [i]huaches[/i], [i]yucahuaches[/i] y [i]hauchyucas[/i]… hasta que Fabrizio me lanzó el reto de la noche: “¿Porque no escribes sobre eso?”. Desde entonces, no he dejado de mandar mis contribuciones voluntarias e intermitentes, privilegiando los temas históricos y universitarios. Poco después me suscribí a la edición de papel y desde hace un año me he vuelto promotor incondicional de este esfuerzo colectivo que tanto ha beneficiado nuestras conciencias. A cambio de mis servicios me han nombrado inmerecidamente “defensor del lector”.

Hace cien años el revolucionario Alvarado, en menos de tres años, logró hacer algo en favor de la transformación de la sociedad y de la liberación de las mentes de los yucatecos. Lo hizo en gran medida, gracias a la tarea de los alfabetizadores-desfanatizadores que mucho avanzaron a lo largo y ancho de pueblos, haciendas y ciudades. Hoy, en circunstancias muy diferentes pero igualmente urgentes, celebro que en apenas tres años, [i]La Jornada Maya[/i] nos haya venido a refrescar con este periodismo, ágil, profesional e incluyente al que tienen acceso muchos jóvenes valores del gremio de escribidores y del reportaje gráfico. Sus trabajos, creativos y bien dirigidos, hacen del periódico un medio apto para rucos, millenials (¿no que ya no leen?), huaches, regios, tapatíos, jarochos y extranjeros (¡gracias Eduardo por tu impecable sección!).

Se trata de un amplio equipo que ya rebasó el solar meridano y alcanza las albarradas de los vecinos estados de Campeche y Quintana Roo. No cabrían en una página los nombres de todos los que han contribuido a que este milagro del periodismo peninsular sobreviva por más de mil días. Sólo por mencionar a algunos de ellos -a manera de botones de muestra del conjunto multicolor- le extiendo mi reconocimiento a Polantuan, Katia, Oscar, Sasil y Antonio B.; a Rodrigo, María, Juan Manuel y Jafet. Como también agradezco las ideas críticas sobre temas locales y regionales de Eduardo Lliteras, Giovana Jaspersen, Carlos Meade, Hubert Cabrera y José Ramón Enríquez. Y ni que decir de las editoriales de José Blanco, Bernardo Barranco, Guillermo Almeyra, L. Hernández Navarro, Javier Flores, José Steinsleger, Eric Nepomuceno y H. Bellinghausen, brillantes plumas de [i]La Jornada[/i] nacional que día con día contribuyen a renovar mi identidad de ciudadano del mundo.

Mi gratitud a todos y cada uno: trabajadores (Cristian), repartidores (Ramiro y su banda), asistentes (Tania), publirelacionistas y publicistas (las dos Anneles). Y por supuesto a quienes por tres años han sostenido sobre sus hombros y sin engarrotarse (uno, dos tres... ¡chis!), todo este edificio de papel, tinta y bytes (Andrés, Felipe, Sabina e Israel). Mi aprecio afectuoso y una espada especial de cruzado a quien, al frente de todos ellos, junto con los socios y la musa que lo inspira, tiene la responsabilidad histórica de seguir adelante. ¡Gracias Fabrizio¡ y felicidades a [i]La Jornada Maya[/i].

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