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Eduardo Lliteras Sentíes
Foto: Fernando Eloy
La Jornada Maya

Lunes 16 de julio, 2018

Bien dice Angelo Panebianco, en su editorial en el [i]Corriere della Sera del domingo[/i] que “la ideología de una clase política se manifiesta con los actos, y con las palabras. Se equivoca quien piensa que cuentan las decisiones y que las palabras son irrelevantes”.

Por ejemplo. Días antes de la elección se le escuchó en Campeche lanzar gruesas y lapidarias palabras contra el ahora Presidente virtual. Le sugirió que debía recibir “atención psiquiátrica”, además de acusarlo de “corrupto” y advertirle, con ronca voz surgida de su priísta pecho: “en Campeche va a encontrar la horma de su zapato. Y si no lo educaron en su casa, aquí lo vamos a educar”.

Sin embargo, tras esa ráfaga de valientes epítetos, Alito es uno de los primeros conversos a la Cuarta Transformación del obradorismo. Digamos, los milagros sí existen, o más bien, el ejemplo de la austeridad republicana y de la lucha a la corrupción de Andrés Manuel López Obrador, comienza a producir los primeros cambios de conducta. Las primeras sorprendentes transformaciones, aunque sea en apariencia.

El ejemplo sobrio de Andrés Manuel, el anuncio del alto al despilfarro gubernamental, de la reducción de los sueldos –empezando por el presidente al 50 por ciento– y de la creación de la figura de los coordinadores estatales en sustitución de la colección de delegados federales y empleados de confianza, ha cimbrado hasta la médula a los gobernadores-reyes feudales. Tan habituados a que nadie les hiciera sombra en sus feudos.

Las crónicas políticas dieron cuenta del encuentro, vis a vis, entre el presidente virtual y el gobernador de Campeche, tras la reunión de la Conago con López Obrador, en la que también se vio al gobernador Rolando Zapata Bello. Alito apareció muy dócil, casi implorante, con López Obrador. Todo lo opuesto al gobernador amenazante de escasos días antes. Posteriormente se le vio viajar en un vuelo comercial –en lugar de los vuelos privados que tanto frecuentaba– y retirarse del aeropuerto solo, sin su habitual colección de guaruras, en un “democrático” taxi al regresar a la capital campechana tras ese encuentro que marca su conversión al estilo de Pablo de Tarso, en la ruta a Damasco.

Por lo pronto, al margen de conversiones de último minuto, nos comentan que Alito anda muy nervioso buscando enterarse quién es la coordinadora enviada por AMLO a Campeche, a recuperar recursos y frenar el despilfarro que ha caracterizado a ese estado: Katia Meave.

Digamos que a Alito y a los gobernadores-reyes feudales les preocupa, y mucho, la decisión de nombrar coordinadores federales, decisión que busca ahorrar un montón de dinero, pero también, obvio, abrir camino a la transformación política de Morena en los estados. Se habla de que si se recortan o desaparecen 6 mil 113 plazas con un gasto mensual de 863 millones mensuales de la alta burocracia del gobierno federal, se podrían recuperar más de 10 mil 362 millones 848 mil pesos al año para programas sociales auténticos.

Por lo pronto, los 32 coordinadores, como Huacho Díaz, además de trabajar en equipo en el diseño legal de las vice gubernaturas de facto que ocuparán, deben ya estar empezando a trabajar en el catálogo de edificios, vehículos, cuentas bancarias y empleados de las más de 40 dependencias federales que operan en Yucatán, en Campeche o Quintana Roo. De allí se prevén obtener más monumentales ahorros.

Hablamos de ese inmenso reino de recursos federales, de gastos destinados al alquiler o la compra de edificios, a la adquisición o renta de vehículos y equipos, a la contratación de personal con sueldos de lujo, que deberán ser recanalizados para que lleguen a la gente, a los habitantes de los estados. Nada menos. Esa es la pretensión, según las palabras de AMLO y sus operadores.

Eso sí. El recorte de personal no alcanzará a los trabajadores de base, hay que insistirlo, como ha dicho López Obrador. Por otro lado, en cada cambio de sexenio los trabajadores de confianza se iban. La diferencia ahora es que no habrá recontrataciones en dichas delegaciones.

En Yucatán, son muchos los desilusionados. Por lo pronto Rolando Zapata toma distancia, como se le vio en la Conago. Saludo formal, sin mucho ruido, en la reunión. Busca irse silenciosamente. Sabe bien que los hechos cuentan mucho, como las palabras que dijo recientemente: “Mi gratitud, respeto y lealtad perenne al Presidente Enrique Peña Nieto”.

[b]@infolliteras[/b]


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