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Giovana Jaspersen
Foto: Fabrizio León
La Jornada Maya

Viernes 20 de julio, 2018

“He venido a proponerles que pongamos fin a la idea de la primera dama. ¿Por qué? En México no queremos que haya mujeres de primera y de segunda. Con todo respeto a las mujeres que han pasado por este papel, decir primera dama es algo clasista”. Dijo Beatriz Gutiérrez el 27 de mayo, ataviada en flores, en un mitin de campaña presidencial, a su paso por Veracruz. Lo confirmó después del triunfo, el 15 de julio, renunciando al rol honorario y las implicaciones públicas que ha tenido este históricamente en nuestro país.

Y dejando de lado la memoria de las que Alicia Aguilar Castro llamara “Las ausentes presentes” y el agridulce recuerdo de Sara Sefchovich y “La suerte del consorte”. Así como los pianos de alguna; las joyas otras más; la casa blanca; las casas chicas; las cuantiosas sábanas y toallas para la antes residencia oficial de la familia presidencial; y todos los despilfarros y atmósferas que han envuelto a estas azarosas -o no tanto- figuras públicas; es de revisar, ya un poco más en frío, lo que implícitamente llevó consigo la decisión de terminar con el poder mancomunado, más allá de lo ya explícito.

El primer punto a subrayar es lo trascendental de que el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) se inserte en la Secretaría de salud, y que un(a) especialista esté al frente de la instancia. Pensemos en la complejidad y en lo delicado de los casos que atiende para ver lo largo del paso, y reflexionar cómo esta responsabilidad se había opacado entre fotografías de damas (primeras) rodeadas de niños en situación desfavorable. Hablar del DIF es hablar de orden social, salud mental, y relaciones humanas; de nuestra primera y más temprana institución y su atención, en tanto que semillero de futuro; así como de la defensa de los derechos humanos desde la primera infancia.

Si esto no fuera suficiente, veamos el enorme paso que implica el que se deje de asociar a la mujer, solo, con la familia como el rol establecido e inmediato que desde el constructo convencional debe tomar la esposa del presidente. Veamos entonces cómo se abre un mar de posibilidades y acciones que ejercibles de manera responsable en tanto que ciudadana y mujer modelo de muchas más, queriéndolo o no. Pensemos en el mensaje para quienes son niñas ahora y que leen de la esposa del candidato electo “Estaré para servir a México en todo lo que pueda (...) De lo que sí estoy segura es de que seguiré siendo profesora universitaria, investigadora y escritora”. Renunciar al rol establecido, abre posibilidades, también a todas las demás que saben hay muchas opciones además del hogar, la beneficencia, la familia y los niños. La decisión dice que en México se puede elegir qué mujer se quiere ser, y serlo.

Por otra parte, pensemos en la postura y fuerza que implica el no firmar la propia vida al proyecto profesional de la persona con la que comparte su vida de pareja, pues es otro mensaje fundamental. La presidencia de la república no es su proyecto y tomarlo como propio implica dejar de lado todos los personales. Probablemente no se trate de ser o no primera dama, sino de no dejar de ser Beatriz Gutiérrez, quien firma, dicta cátedra, presenta libros, escribe y canta.

Por último, hay otro mensaje fundamental, que es hacer desde el inicio una división entre la vida pública y la privada. Y es oportunidad para que todos podamos preguntarnos ¿por qué la vida del Presidente de México debería de ser asunto de todos?, y ¿por qué su pareja debe de tener presencia constante en la vida pública de nuestro país? Esto es un paso enorme para que comprendamos que el presidente y su familia no estarán en un reality show y que nosotros dejemos de lado la observa morbosa de cuestiones que no son de nuestra incumbencia; y saber que sí lo es, el orden público, la seguridad, la salud, la cultura y la economía, por ejemplo. Es una oportunidad de reenfocar la mirada y dejar de distraernos.

La pareja del candidato electo hizo una defensa de su privacidad, tal como lo hizo con la de su hijo al pedir públicamente que se bajara de redes una nota con imágenes del menor desde sus primeros pasos hasta la actualidad. Ella ha afirmado en diferentes medios no ser pública; sin embargo, lo ha sido en tanto que profesionista, probablemente a lo que renuncia es a ser accesoria. Y eso, es merecedor del respeto de todos.

La responsabilidad que tiene Beatriz, como mujer, al lado de un hombre con un proyecto como el de AMLO, es absoluta y tan privada como su alcoba. Tiene que ver con el poco tiempo libre que tendrá el virtual presidente, con el diálogo y el consejo; el silencio en la tensión y la complicidad en el fracaso. No es un rol, sino un compromiso de elección cotidiana y alianza, el mismo que hacemos todos por las mañanas al despertar con alguien y decidir acompañarlo; el de la atención en el cansancio y las palabras, con la mirada de quien lo conoce a uno de antes, lo sabe y descubre. En ser también terreno de refugio y guarida, el sitio donde el poder puede ser débil.

Todo esto, junto con el blindaje que pueda hacer de su vida, su hijo y sus cosas, parece decir mucho más acerca de la familia y el desarrollo humano que cualquier cargo honorario en el DIF.

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