de

del

Giovana Jaspersen
La Jornada Maya

Viernes 5 de octubre, 2018

“El desnudo no es un tema de arte, sino una forma de arte”. (K.C)

En su edición del jueves 27 de septiembre, [i]La Jornada Maya[/i] publicó al interior del impreso y en su contraportada en lengua maya K’iintsil, la nota del reciente hallazgo de la identidad de la mujer retratada en [i]El origen del mundo[/i] (1866) de Gustave Coubert.

La información develaba un misterio de 152 años, un secreto de época que también nos fue contemporáneo, y que se entrañaba en una de las imágenes más icónicas de la historia del arte universal. La cobertura nacional e internacional del descubrimiento fue proporcional al valor de la obra; sin embargo, mientras el mundo celebraba el hallazgo en diversidad de lenguas, este medio publicaba una disculpa por la ofensa y el agravio que manifestaron algunos lectores. Y tener que disculparse por mostrar una de las obras más importantes en la historia del arte, a más de 150 años de su creación, resulta tan contradictorio como hacerlo por la desnudez durante el parto, especialmente si consideramos la obra incluso más allá de su forma, que ya es absoluta.

Coubert hizo con su pincel una bellísima fotografía, y en esa mujer y sus formas, que hoy es nombre y no sólo vulva, explicó también la profundidad del realismo francés del siglo XIX. La pieza de arte, en tanto que producto cultural, no puede desentrañarse de su contexto, y eso es también información y, por tanto, nota. En aquellos tiempos se restauraban las monarquías después de la Revolución Francesa; el ambiente se inundaba de ideas liberales y nacionalistas. Coubert pinta a Constance Queniaux en la misma Francia donde la libertad fue también la madre y mujer fuerte que condujo al pueblo con los senos descubiertos.

Todo era progreso y rompimiento, se desarrollaban nuevas máquinas y pensamientos. El primer tren de pasajeros rodaba y ponía nuevos sonidos en el paisaje sonoro cotidiano, mientras traspasaba las fronteras y los tiempos; siendo París el centro de la movilidad ferroviaria francesa más importante. Se construían barcos con cascos de hierro que se desplazaban por hélices, se avanzaba también en temas de energía y electricidad, a enormes pasos de progreso científico. Y mientras Charles Darwin ponía en aquellas mentes su Origen de las especies, Coubert hacía lo mismo con su Origen del mundo.

Juzgar la obra hoy fuera de ese mundo, bajo las lentillas de este siglo XXI tan ciego de pornografía e información, es negarle a la obra su papel de embajadora de una época y sus mentes; y peor aún, negar la posibilidad de preguntarse en torno a ella y sus razones. Y en medio del protocolo del pudor, con su cuerpo despojado de misterio, una mujer hizo daño, sólo por ser mujer y estar impresa.

Un cuerpo no ofende, son nuestras intenciones y velos, con los que llenamos de paños de pureza el entorno, ocultando con ello que no es la desnudez, sino nosotros. Los únicos animales capaces de estar desnudos por nuestra capacidad de consciencia en relación a la carencia del vestido, somos quienes damos matices y formas a nuestras propias formas. Hay diversas maneras de estar desnudos, y tanto número de desnudos como miradas frente a ello. Pero parece que el “desnudo de la tentación” continuará empañando la mirada del arte, la ciencia y la consciencia. Tan llenos de pecado y tan faltos de belleza.

Nunca he encontrado pornográficas las fotografías de las mujeres desnudas que andan hacia un campo de concentración, como tampoco encontré jamás indecente el cuerpo de mi madre siendo niña, o el de cualquier otra persona tomando un baño o amamantando. Los cuerpos griegos en las vasijas tempranas nunca me han ofendido, como no lo han hecho tampoco las venus paleolíticas con sus 30 mil años de desnudez impresos en sus rondas formas que también fueron censuradas a inicios de este año.

El que se haya asociado además la publicación de la imagen con una falta de sensibilidad en torno a la violencia, parece el mismo orden de ideas que culpa a una mujer por ser violentada, por provocar. Y si el mostrar arte se vincula con una falta de sensibilidad es ya una contradicción; reducir la obra a una suerte de incitación a la violencia es dar la razón a una construcción histórica en relación a la sexualización de la mujer. Como si ocultarla sanara una de las enfermedades sociales más graves de nuestro tiempo.

Una de las causas más importantes de la violencia de género y sexual es la falta de educación y conocimiento. El tabú impuesto al cuerpo, la falta de distinción y la aceptación de lo natural como pecaminoso, es la construcción cotidiana del miedo y la brecha, esa es la violencia.

¿Por qué a una mujer la indigna el cuerpo femenino desnudo?, ¿cómo llegamos a asociar las formas naturales de nuestra especie con algo falto de moral y grotesco? Hay que recordar que es una mujer, sólo una mujer como todas nosotras, tendida y abierta, es el origen del mundo.

Una forma de arte, hoy, con nombre y apellido.

[i]Mérida, Yucatán[/i]
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