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La Jornada Maya
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán

Miércoles 24 de octubre, 2018

Lo único peor que un mal gobierno, es la ausencia de gobierno. Los malos gobiernos pueden generar corrupción, retraso del desarrollo, ineficiencias y muchos dolores de cabeza; sin embargo, la ausencia de gobierno tiene peores hijos, pues genera conflicto, violencia y caos.

La ausencia del gobierno en regiones de Afganistán dio cuna a Al-Qaeda, y el vacío de los estados iraquí y sirio hizo germinar a ISIS; en México, la ausencia del gobierno en regiones y ciudades enteras ha dado paso al crimen organizado y al baño de sangre más atroz que México ha conocido desde la Revolución Mexicana de 1910.

Sin ser tremendistas o alarmistas, no podemos dejar de reconocer tres espacios y rubros en los que el recién concluido gobierno del PRI fue ausente y, como consecuencia, hereda al nuevo gobierno conflictos, violencia y caos. Esos tres hoyos negros de la administración zapatista, que ahora deberán ser solucionados por el gobierno de Mauricio Vila, son: Homún, Chichén Itzá y el Transporte Público, este último en Mérida y su zona metropolitana.

Homún es un insulto a la sociedad yucateca y a los empresarios, una muestra atroz de falta de oficio del previo gobierno estatal. Si las áreas de gobierno y gobernabilidad hubieran existido y hecho su trabajo, en lugar de estar distraídas en pautas y entretelones económicos y político-electorales, alguien les hubiera dicho a los empresarios de la granja porcícola PAPO que había decenas de lugares económica, social y ecológicamente más viables para su proyecto, dándoles el acompañamiento debido.

Los empresarios fueron traicionados y entrampados por la ausencia de gobierno y las recomendaciones de gobernabilidad más elementales. Luego esa misma ausencia llevó a un conflicto social mal manejado y, algunos dicen, que hasta azuzado por quienes debieron haberlo canalizado y contenido.

Ahora, por un lado, tenemos un problema social que puede agraviar a una comunidad y, por el otro, si la granja porcícola se vuelve inviable, cualquier otra granja presente o futura puede estar bajo riesgo de conflictos sociales reales, locales y emblemáticos, e impulsados desde el exterior, con efectos imprevisibles para la base productiva yucateca.

Esta horrible ecuación nació de la ausencia del gobierno. La fragmentación y desgarramiento de una comunidad y la amenaza potencial a toda una industria esencial para la generación de empleo en Yucatán, es producto de la negligencia de los políticos y gobernantes que andaban en otras cosas. Caos y violencia, donde debe haber convivencia entre comunidad e inversión.

[b]Chichén Itzá[/b]

En Chichén Itzá ocurre lo mismo. El problema de los ambulantes en esa zona arqueológica es producto de la ausencia, del no hacer nada, de funcionarios en las áreas de gobierno que estaban pensando en otras cosas y que tenían cero interés en los temas arqueológicos. Los encargados de esas áreas tenían otras agendas políticas y de promoción personal.

Seamos sinceros, en visita tras visita del director general del INAH, la administración anterior se dedicó a desairarlo de forma serial, a reunirlo con funcionarios de segundo nivel y representantes de representantes; al final nada cumplieron, porque hablar de periodos arqueológicos como el clásico y el postclásico era hablar en arameo a funcionarios sin el perfil correcto y con interés nulo en el patrimonio histórico y su simbolismo social y comunitario.

Chichén Itzá es un conflicto social en ciernes. La zona ya es imposible de visitar civilizadamente, el deterioro de monumentos que sirven lo mismo de bodegas clandestinas que de baños improvisados es real y, al mismo tiempo, nadie se preocupa por atender de verdad el problema de los artesanos y comerciantes informales que requieren una forma decorosa de ganarse la vida. En Chichén los ambulantes apenas sobreviven de un comercio caótico en el que ellos también son perdedores; al mismo tiempo, la zona arqueológica es degradada y mutilada a la vista de todos. Nadie gana, todos pierden. Tal vez la violencia no tarda.

[b]Transporte[/b]

En el transporte público sucede lo mismo. Era atendido por funcionarios de tercera línea, con perfiles de cuarta; las soluciones eran bíblicas en su temporalidad: 10, 100, mil años para que las cosas se arreglaran. En el transporte el gobierno decidió a ser ausente, poner una curita, una pomada, una venda, jamás hacer cirugía de fondo a un problema que se ha constituido en obstáculo para el desarrollo de la economía, el mercado laboral y la zona metropolitana del futuro.

Secuestrados por intereses políticos, por favoritismo hacia un sindicato de choferes, la solución era dar dinero y extraer prebendas para grupos, candidatos y partidos políticos. No había gobierno, había grupos de poder que veían al transporte como tema político y jamás como tema desarrollo urbano y económico. Conflicto y caos, primitivismo y violencia. Ahí está la ofensiva contra Uber como ejemplo irrefutable de guerras sucias y clandestinas en el transporte.

El nuevo gobierno tendrá que abordar esos temas y aportar soluciones, tomar la iniciativa y hacerse presente: gobernar. La más tenue de las presencias, será mejor que la peor y más cínica de las ausencias. La ciudadanía quiere mejoras que se sientan en su esfera inmediata de calidad de vida. Ésa es la confianza que Mauricio Vila pidió que se le diera.

El factor tiempo será esencial. Resumamos, de forma brutalmente simplificadora, los primeros 120 días lógicos de la nueva administración: 30 días (octubre) para llegar; 30 día para organizarse y ajustar (noviembre), 30 días para prepararse con el plan preciso y afinado (diciembre y el presupuesto) y 30 días para empezar actuar en el terreno de los hechos (enero 2019). Si el calendario es acelerado, aún mejor; pero la luna de miel y la historia política da esos márgenes amplios y realistas.

El gobierno debe hacerse sentir siempre, la anarquía es hija de la ausencia, la distracción y la inercia. Las transformaciones -si de transformar a Yucatán acertadamente se trata- son increíblemente demandantes en tiempo, esfuerzo y presencia. Seguir igual o peor no cuesta nada.

*233 hace referencia a una de las obras clásicas de la literatura de ciencia ficción, [i]Fahrenheit 451[/i], de Ray Bradbuty, cuyo subtítulo explica que los 451 grados fahrenheit (233 centígrados), es la temperatura a la que el papel de los libros se inflama y arde.

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