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Margarita Robleda Moguel
La Jornada Maya

Lunes 19 de noviembre, 2018

Desde niña me llamaban la atención los misterios. Me gustaba preguntarme todo lo que no alcanzaba a entender, y claro, en las juventudes con Agatha Christie me doctoré con sus propuestas: “¿A quién beneficia el suceso?” “Cualquiera puede ser el asesino”.

En los últimos días, el paso de la caravana y sus réplicas me oprimen el alma. Por viajes anuales a El Salvador y a Guatemala sé de las dificultades que sobreviven. No he logrado hacer contacto en Honduras, pero entiendo que las cosas están más complicadas ahí. Ser países abusados por la corrupción de propios y ajenos nos hermanan, y siempre terminan por pasar facturas. Entiendo perfecto su deseo de salir para alcanzar mejores oportunidades de vida, lo que no me explico es: ¿Por qué ahora?, ¿cómo iniciaron?, ¿quién está detrás?, ¿cómo mandan a tus hijos solos?, ¿cómo se atreven a salir a los caminos bajo el sol con bebés en brazos?, ¿alguien ofreció algo?, ¿a quién le beneficia la caravana?, ¿quién tiene la información y la capacidad de transformar la realidad?, ¿quién convocó? No veo a la gente saliendo al camino por su cuenta.

En pláticas con un colega hondureño que vino al encuentro internacional de Mediadores de Lectura en Contextos Migrantes, salió que el pueblo acusaba al presidente de su país. ¿Cómo le beneficia? –pregunté. La caravana está exponiendo al mundo su incapacidad.

Recordé esa película de Robert De Niro y Dustin Hoffman. Una niña Scout fue a la Casa Blanca a vender las tradicionales galletas de la asociación y el presidente se engulló a ambas. El problema es que las elecciones serían en un par de semanas. Trajeron a un productor de Hollywood que inventó una guerra contra un país que nadie identificó, pero tampoco era necesario. Lo importante era que la gente supiera de que el presidente “estaba al frente”. A final de cuentas, el presidente que había estado en medio de un escándalo de abuso de menores ganó las elecciones porque “salvó” al país de la “invasión de las huestes agresoras”.

El dolor de mis hermanos centroamericanos me conmueve grandemente, pero no dejo de ver que la caravana y todas las que siguen y seguirán, ahora que han descubierto el cómo, nacen del trabajo de producción, estilo hollywoodense, de una mente maquiavélica a la que le urgía ganar las elecciones.

Lo que sigue, lo que padezcan los caminantes, los habitantes de las ciudades en las que se van a atorar, el país tránsito y sus sentimientos encontrados… todos ellos, todos nosotros; el caos, el dolor, la incertidumbre, la angustia… no tienen la menor importancia. Después de alcanzar su objetivo, el problema, ahora, somos todos nosotros. ¡Jaque mate!

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