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Ana E. Cervera Molina
Foto: dosmedia.com
La Jornada Maya

Miércoles 21 de noviembre, 2018

Una vez zanjado el tema de la sede del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, a través de una consulta ciudadana de dudosa ejecución, el siguiente tópico de interés dentro de la agenda nacional de Morena es la veloz implementación del proyecto del tren maya. Como pasó con el aeropuerto, la opinión pública, principalmente a través de “las benditas redes sociales”, se ha volcado en oposición a este megaproyecto bajo el lema “AMLO quiere el tren maya, #yo prefiero las reservas de la Biosfera”. Sin duda, después del fallo mediático de la primera consulta y de lo discutible del proyecto que propone una Guardia Nacional que dependa de los militares, Andrés Manuel ha perdido adeptos cibernéticos y con ello su imagen mesiánica como héroe de la resistencia ante el capitalismo y la corrupción. Pero no todo está perdido, como dice Ricardo de Querol en su reciente artículo en El País, Lo que tú crees que “todo el mundo dice” en las redes sociales solo se dice en tu muro.

La mayor parte de la gente que opina en las redes sociales sobre el proyecto del tren maya desconoce en gran medida lo que éste implicaría para la región de la península de Yucatán, ya que sólo comparan la experiencia con lo ocurrido en el caso de Cancún y la Riviera Maya, en donde la inversión extranjera y la explotación de la mano de obra local por parte de la iniciativa privada ha creado un nuevo escenario de colonización basada en la oferta turística y en la idea de consumir sin escrúpulos un pedazo de paraíso tropical. En ese sentido, algunos posts en Facebook o Twitter denuncian que las comunidades indígenas no han sido consultadas para la realización de este proyecto, pero nadie presta atención a los comentarios hechos a estas mismas notas de opinión en donde las personas que dicen pertenecer a la zona manifiestan estar de acuerdo con un proyecto que promete conectarlos y que abre la posibilidad de empleo para sus comunidades, las cuales apenas sobreviven sumidas en la pobreza y el desamparo a mitad de la selva. Yo sí estoy a favor de la consulta ciudadana, pero no de todo el país, el cual se debate mediáticamente entre la xenofobia por los centroamericanos en tránsito y el apoyo desmedido a los mismos ignorando con ello otros temas de relevancia nacional. Yo creo que se debe consultar directamente a la región que se intenta integrar con este megaproyecto y a las comunidades indígenas y mestizas que estarán directamente involucradas en el mismo.

[b]Integración regional[/b]

La integración regional no es sólo un asunto de privilegio de la matria sobre la patria, no es un sentimiento frente al territorio en donde todos somos hermanitos, es más bien un asunto de vinculación cultural, económica y política que refuerza la autonomía de la zona en la medida en que ésta articula todos sus escenarios en busca de un bienestar común. El concepto como tal es esencialmente económico y sí, va de la mano de la vilipendiada globalización, pero su objetivo no es homogenizador sino integrador. Por tanto, con la integración regional se busca armar un todo a partir de partes distintas entre sí con la finalidad de crear algo diferente que permita tener mayor fuerza competitiva y más rendimiento en sus operaciones económicas, minimizando con ello los riesgos al establecer metas compartidas.

Pero pareciera que en las redes sociales poco importa la integración regional y la redistribución de los recursos que ahora sólo se concentran en los focos urbanos y en temas con alta resonancia política. Tampoco importa que, hoy por hoy, para llegar a la zona de las ruinas de Calakmul, único patrimonio mixto con el que cuenta México y que es el escenario más citado a la hora de criticar el megaproyecto, sea necesario invertir cerca de 4 horas y media saliendo desde Campeche y que a mitad del camino, en Escárcega, se pierda la comunicación, teniendo que atravesar veredas sinuosas y al menos tres puntos de control con cuotas diferentes: uno controlado por el INAH, otro por Semarnat, y otro por el Ejido de Calakmul, en donde según datos del INEGI, sólo el 44.4 por ciento es económicamente activo, el 49.7 por ciento cuenta con agua potable en sus hogares y sólo el 1 por ciento tiene acceso a internet. No, señoras y señores, no todos quieren vivir aislados y pobres en la selva, pero también es cierto que nadie quiere repetir el desastre ecológico y económico llamado Cancún. En palabras del mismo de Querol “Lo inteligente es dudar de las propias convicciones”, por tanto, preguntemos a los que les afecta directamente este proyecto, no sólo a ese grupo sectario que se mueve en las redes sociales y que se ha obsesionado con tener la última palabra.

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