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Francisco J. Rosado May
Foto: Notimex
La Jornada Maya

Martes 27 de noviembre, 2018

No cabe duda: estamos en medio de una forma diferente de cómo hacer política pública: la de tomar el pulso a la sociedad para saber con certeza pos-electoral si las promesas de campaña siguen siendo aceptadas. Este argumento resume la llamada macroconsulta que se llevó a cabo el 24 y 25 de noviembre; las promesas de campaña de AMLO fueron confirmadas en el ánimo de la mayoría de los ciudadanos que participamos en la consulta.

Este es el contexto del debate que ha ocupado páginas recientes, impresas y electrónicas, sobre la importancia de no descuidar la consulta a los pueblos indígenas tal y como señalan acuerdos internacionales (e.g. 169 de la OIT), o nuestro propio marco legal (e.g. el documento de la CNDH, titulado La consulta previa, libre, informada, de buena fe y culturalmente adecuada: Pueblos indígenas, derechos humanos y el papel de las empresas, publicado en 2016).

Para mí, y para los muchos que votamos a favor de los proyectos presentados por AMLO, tenemos claro varios elementos que guiaron nuestro voto:

1. La macroconsulta es un instrumento de política pública que permite saber si las propuestas de campaña pueden ser consideradas como válidas todavía. No hay que olvidar que el contexto es diferente: hay más claridad en el rumbo de la economía, ha habido nuevas leyes o reformas a leyes existentes, ha habido una consulta previa sobre el NAICM.

2. Hay fuerzas que representan intereses diversos a la política que propone AMLO y es necesario manifestar también con fuerza que la política de opacidad, o de negocios turbios, o decisiones que no fueron consultadas para guiar procesos, no forman parte de este nuevo gobierno que inicia el 1 de diciembre próximo.

3. AMLO aún no toma posesión como Presidente, legalmente no puede llevar a cabo la consulta a los pueblos indígenas sino hasta que asuma el cargo. Por lo tanto, será desde el cargo de presidente, gobierno en funciones, cuando se haga la consulta que marcan la OIT, la CNDH y otras instancias nacionales e internacionales, apegadas a la normatividad que aplique. En el mismo tenor está la presentación de los otros estudios que se requieren: ambiental, financiero, etcétera.

4. Considero que el proyecto del tren maya, en lo particular, estará influyendo positivamente en nuestro entorno económico, cultural, político y social. Y lo mismo opina la mayoría de la población del estado. No olvidemos que existe un tendido de líneas ferroviarias prácticamente desde Palenque hasta Valladolid, pasando por Campeche y Mérida, pero no en Quintana Roo. No sería adecuado para nuestro desarrollo si Quintana Roo no forma parte de la red ferroviaria.

Me parece que las varias notas haciendo un llamado a respetar leyes y acuerdos para el proyecto del tren maya, forman parte de la percepción que se ha construido a lo largo de muchos sexenios. Esa percepción se basa en que el gobierno dice una cosa y hace otra o bien que el gobierno no respeta leyes ni acuerdos. No hay duda, esa mala percepción se la ha ganado a pulso.

En este sentido bienvenidos los llamados, pero también podemos construir otra forma de percibir la función gubernamental: la de participar como sociedad exigiendo el cumplimiento de leyes y acuerdos, y al mismo tiempo entendiendo que la política pública del gobierno entrante pinta diferente. Por un lado, el proyecto del tren maya fue presentado en campaña, es decir no hay sorpresa. Por otro lado, se busca ratificar, a través de una consulta, que las promesas de campaña y el triunfo electoral siguen siendo vigentes (esto es una herramienta política poderosa que seguramente pone a temblar a los que hacen política con opacidad). Adicionalmente ha habido declaraciones de futuros funcionarios de alto nivel, de que los derechos, leyes, acuerdos, y lo que corresponda, no serán vulnerados (e.g. artículo de Josefa González en El Universal, publicado el 22 de noviembre).

Cambiar la inercia de una percepción no positiva hacia el gobierno no es fácil, estamos siendo testigos de ello. Pero el cambio no sólo es necesario sino indispensable. La misma forma de pensar debe aplicarse no solo al proyecto del tren maya sino a muchas otras áreas de gobierno y gestión pública.

Afortunadamente somos la mayoría que desea, busca y construye ese cambio, y, además, estamos dispuestos a mantener el rumbo. No hay otra forma para que nuestro país y nuestras familias tengan la paz y prosperidad que nos han arrebatado por corrupción, opacidad, falta de rendición de cuentas, pésima educación, pésimos funcionarios, alta burocracia, etcétera.

Bienvenido el cambio.

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