Texto y foto: Johanna Martín
La Jornada Maya

Mérida, Yucatán
Viernes 28 de diciembre, 2018

En la exposición presentada por el Ayuntamiento de Mérida en el portal del Olimpo, a propósito de la celebración nacional del día de los muertos en México, en el mes de noviembre del artista Alejandro Poot Molina denominada [i]Gaaxal Pixál[/i] (en lengua maya), se rescata el sentido atribuido al concepto de muerte propio de la cultura de México heredada en gran medida de la cosmovisión prehispánica en una ritualidad en la que se describe y convive de manera natural con los difuntos.

Las escenas que nos presenta Poot, cuya traducción es “Juego de ánimas”, como su nombre lo indica, alude a un juego que busca la re-presentación de la muerte, utilizando como recurso la vestimenta y la pintura facial; los vivos disfrazándose (figuración) de muertos, los vivos encarnando-interpretando a los muertos en espacios destinados a sus difuntos y también en la propia cotidianidad en una dinámica de intercomunicación y ritualidad que sociabiliza el fenómeno normalizándolo.

En “Juego de ánimas” se encuentra también la sabiduría y la idiosincrasia que caracteriza a la cultura mexicana, una especie de encubrimiento (máscara) a través del humor, que hace recordar refranes como: Los muertos al cajón y los vivos al fiestón, El muerto al pozo y el vivo al gozo, Buen amor y buena muerte no hay mejor suerte, Al vivo todo le falta al muerto todo le sobra, tan propios de esta cultura.

La muerte es un hecho biológico pero también cultural y simbólico. Prevalece en esta selección de imágenes el ámbito simbólico. Las imágenes reflexionan acerca de la muerte a partir de lo lúdico, representado por rostros pintados en una relación con la muerte desde la vida, los afectos y lo ético.

La re-creación escénica irrumpe en el ámbito de la muerte plagada de símbolos (la ruina, la comida, la vestimenta, el maquillaje, los juegos, etc.). Las fotografías nos presentan una ritualidad seriada, codificada por actos simbólicos. La continuidad lineal de las imágenes alegóricas también re-presenta, al mismo tiempo y por el simbolismo, un valor testimonial.

La piñata con la que juegan los niños en “Fiesta en el Panteón”, los papalotes al viento de colores oscuros en “Jugando con papagayos” y el juguete de madera en “Caballito de madera”, por dar algunos ejemplos, actúan en las fotografías como elementos simbólicos de alto carácter icónico.

El rescate de espacios interiores como exteriores, tan emblemáticos como: el panteón, fábricas abandonadas y las mismas ruinas son imágenes testimoniales y al mismo tiempo simbólicas como lo ejemplifican: “Amor de juventud”, “Recibiendo a mi amado”, “Sueños de libertad”. Estas últimas síntesis-resumen de una historia mayor que alude a un colectivo; hay en ello un mensaje complejo que no se completa con el nombre que se le atribuye a cada una, sino que el nombre se incorpora como un elemento que vuelve al origen de cada idea subrayada como lóbrego paisaje, incisión y búsqueda.

El montaje fotográfico nos habla de la muerte como un proyecto que no se pierde en lo desconocido; la muerte como acontecimiento. La muerte planteada por Poot no zanja la conciencia del hombre, sino que se transforma en el instante de aprehender desde la vida hacia la inexistencia. Las fotografías se instalan como corpus que naturaliza la muerte, fenómeno simbólico que vivifica la existencia.

Las imágenes no hablan de la muerte en sí, no intentan definirla ni dar respuesta a lo inexplicable de su condición, aquello que aún la ciencia no puede descifrar, sino de ella conviviendo y compartiendo, través del juego, en el hacer diario, en la cotidianidad de la vida. Ellas nos hablan desde la ingenuidad y la certeza, la colectividad y la soledad, la ruina y la construcción.

La muerte aparece descontaminada del pensamiento occidental, alejada del miedo y los cuestionamientos y ese hecho hace que pierda su cualidad de aniquilar y despojar de los sentidos; la muerte se nos presenta en su desnudez certera y abierta.

No hay muertos, sino vivos re-creando la figura del muerto (carácter lúdico). Esta forma de representación de la muerte la re-sitúa en una forma de presencia otra, por ello las personas aparecen en las fotografías vestidas con trajes típicos y con el rostro pintado; hay en ese acto una carnavalización del proceso, ritualización y aceptación gozosa del fenómeno. Son muertos vivos prolongando en la vida una existencia que en la muerte, como fenómeno biológico, no podría existir, es más bien una certeza en la vida.

Las escenas que dispone el artista, en cada fotografía, perpetúan la vida en un recuadro que recorta la escena de una totalidad mayor para configurarla como acontecimiento vivo, es decir, re-situarla en un nuevo escenario que más que hablarnos sobre la muerte escenifica y postula el secreto de la vida en su amplia dimensión.


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