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Óscar Muñoz
Foto: Fernando Eloy
La Jornada Maya

Jueves 17 de enero, 2019

Aproximadamente desde hace una década ha sido cuestionada la promoción cultural que es desarrollada fuera de las instituciones educativas. Y no está mal que así sea, al cabo, la promoción cultural debe estar activa en todos lados; sin embargo, la necesaria relación entre cultura y educación no se le ve por ninguna parte dentro de las escuelas del sistema educativo nacional, y mucho menos del estado de Yucatán.

Habrá que considerar que la enseñanza y el aprendizaje son los procesos fundamentales, por una parte, para la promoción cultural y, por otra, para la apropiación de la cultura en los diversos contextos del quehacer humano. Si bien la mayoría de los teóricos de la educación distinguen la labor pedagógica como el proceso básico para la formación de las nuevas generaciones, los planes de estudio y los programas educativos no incluyen la diversidad de asuntos culturales. Bajo esta perspectiva, tal parece que lo cultural no es considerado prioritario en el sistema educativo, y es reservado para otros sistemas, como el de las secretarías de cultura.

En las instituciones escolares y debido al modo particular de desarrollar sus actividades, la posible relación entre la cultura y la educación, por lo general, no se refleja en el sistema educativo. Por lo regular, la práctica escolar remite a ciertas representaciones supuestamente culturales, que son consideradas acciones derivadas del desarrollo curricular y sólo funcionan como complemento de la formación “integral” de los alumnos, por ejemplo: los bailables, las declamaciones o algunas representaciones.

Si bien los estudiantes y docentes se encaminan generalmente hacia prácticas de carácter extraescolar cuando son enfrentados en la escuela aspectos culturales, lo cierto es que tales actividades se ven atadas a los programas educativos y son consideradas como secundarias por su enfoque auxiliar para las áreas de aprendizaje consideradas prioritarias: Matemáticas, Lenguaje, Historia… En otras ocasiones, la práctica pedagógica sólo está encaminada durante el desarrollo de ciertas actividades “culturales”, al descubrimiento de uno que otro talento artístico entre la población escolar. Y nada más que eso: simplemente saberlo y ya.

En otra dimensión de la problemática, todo intento de desarrollar educación cultural es reducido a los procesos y relaciones tradicionales de la escuela: enseñanza- aprendizaje y maestro-alumno. Los adultos encargados de este proceso no se despegan de la misión anquilosada de enseñar, por ser los que tiene esa función, el conocimiento y la experiencia. En tanto que los alumnos deben aprender y ser totalmente dependientes de ello. Y esto, a pesar de que muchos de los escolares podrían saber más y tener mejor experiencia acerca de ciertos asuntos culturales, sobre todo los correspondientes a su comunidad.

[b]El maestro como promotor cultural[/b]

Por lo anterior, será fundamental considerar al maestro como promotor de la cultura, utilizando otras formas diferentes a las del sistema educativo, en lugar de seguir introduciendo en el esquema pedagógico de su labor docente acciones de “educación cultural”, llevar la enseñanza-aprendizaje a la promoción de la cultura. Para ello, habrá que generar un amplio criterio de cultura entre los docentes que les conduzca a un terreno diferente, en el que todos compartan sus conocimientos y experiencias, visiones y emociones, sin distinguir quién es el maestro y quién el alumno.

De esta manera, será posible evidenciar el carácter dinámico de la cultura, que no deriva simplemente de un proceso acumulativo de productos acabados que son transferidos de una generación a otra, sino que ésta se liga a la experiencia del hombre en su doble condición de ser social e individual. Y en la misma medida en que el ser humano actúa sobre la realidad desde la realidad misma, también lo hace desde la cultura y hacia la misma cultura. Bajo este enfoque, será factible que la cultura sea apreciada en su devenir, del ayer al presente, y no como un fenómeno estancado en el tiempo.

En conclusión, resultará fundamental y trascendental que el sistema educativo, por lo menos el del estado de Yucatán, transforme el enfoque de la educación cultural hacia una promoción de la cultura desde la escuela y más allá de ella, y que considere que es posible que en este proceso no se distingan las funciones de maestro y alumno, ni los procesos de enseñanza y aprendizaje.

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