The Walking Dead

La Jornada Maya
Foto: Andrés Oropeza Petrich

Miércoles 30 de enero, 2019

Una característica que siempre se repite en las series de televisión que abordan epidemias apocalípticas, es el hecho que el público televidente rápidamente entiende las formas de contagio del devastador virus y el tamaño de la amenaza; mientras los protagonistas en la pantalla parecen de lento aprendizaje, nunca conectan la evidencia obvia del peligro y cometen error tras error, casi siempre con consecuencias fatales.

En el PRI ocurre lo mismo. El tricolor, como si fuera protagonista de [i]The Walking Dead[/i], cada vez que pierde una elección apuesta por regresar a sus orígenes, a sus militantes, a sus bases, sin entender lo que realmente está pasando.

Regresar a los orígenes del PRI es regresar al pacto de caciques que, en 1929, bajo un jefe máximo, Plutarco Elías Calles, decidió poner reglas de convivencia entre las facciones revolucionarias para repartirse el pastel civilizadamente. Eso no tiene cabida en este México de 2019, con 130 millones de habitantes, con Twitter, Snapchat y Reddit, donde los cacicazgos tradicionales fuera del PRI ya no pintan mucho.

Volver a las bases del priísmo es volver al clientelismo, a los microlíderes de colonia, cuadra y comisaría que se ponen la camiseta previo pago, despensa, favor, promesa o prebenda. Volver a la ideología de la Revolución, desde el punto de vista del PRI, es regresar a pensar cómo recuperar el poder por el simple hecho de tener el poder entre compadres y amigos, para luego simular la democracia.

Sin embargo, lo más grave es otra cosa. Si el PRI cree que su reforma y renovación es ver hacia adentro, azuzar a la militancia y renovar estructuras, entonces no aprendió nada del 2018, ni de la nueva opinión pública y la ciudadanía interconectada.

Morena, el partido que arrasó, no tiene estructura real en casi ningún estado, no tiene centrales obreras o campesinas a su servicio, sus estrategias de movilización son más espontáneas que mecánicas. Lo que Morena sí tiene son redes (sus [i]chairos[/i]), ideas, frases, lemas, figuras y polémica diaria. Morena no apuesta a las estructuras de partido porque sabe lo obvio: en un México urbano, de redes sociales y noticias que circulan libremente, las estructuras del partido son caras y obsoletas.

Morena en mucho y el PAN casi en el mismo grado, ganan elecciones con el voto de la campaña y la opinión pública, no con esquemas y estructuras de movilización concebidas hace 90 años. La opinión pública sin filiación partidista es el futuro, no la militancia dura que en México y en todo el mundo está declinando y cada vez es más pequeña con respecto al total del electorado. El voto de opinión es el voto que va a definir todo en las contiendas que vienen, pero sólo Morena y el PAN parecen entender eso.

El futuro está en construir partidos para una nueva lógica social de millennials, suburbios, Instagram y WeChat (porque Facebook ya es para cuarentones), donde la ciudadanía se alinea por temas y no por organización política; donde las estructuras son virtuales y etéreas, ya no físicas ni permanentes; donde los apellidos no son nada. El PRI debe reconocer que su estructura falló, que reconstruirla es un sinsentido, que con sus candidatos (tapados) de siempre, apostando por sembrar el miedo y los odios, no van a llegar muy lejos. Hacen falta ideas nuevas y proyectos de este tiempo.

Morena y el PAN ya están en la tarea de construir el futuro, ya cosecharon sendas victorias entendiendo lo que está pasando y lo que viene; en cambio, el PRI parece creer que el futuro es sentarse a cuidar zombies.

Si muy pronto el PRI empieza a convulsionarse, babear, oler muy mal y dejar pedazos del cuerpo y piel en el camino, ya ni preguntemos qué es lo que le pasó o qué debemos hacer con ese partido: llamar a Rick Grimes.

*El papel arde a los 233 grados centígrados, tal como lo hace en la inmortal novela de Ray Bradbury, [i]Fahrenheit 451[/i].

[i]Mérida, Yucatán[/i]
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