Tren Maya y sus posibles estragos a la Milpa

Javier Becerril*
Foto: Notimex
La Jornada Maya

Martes 26 de febrero, 2019

En las últimas cuatro décadas la humanidad ha vivido un crecimiento poblacional y una prosperidad económica sin precedentes; estos cambios están estrechamente relacionados con el cambio tecnológico e inversamente con la conservación de los recursos naturales o “capital natural”, por ejemplo, la actividad económica hace presión sobre los recursos naturales más allá del umbral permisible para su recuperación o “resiliencia”. En otras palabras, el aprovechamiento y extracción de recursos naturales (insumos para la actividad económica) es mayor que su regeneración, y la emisión de gases efecto invernadero, residuos sólidos y aguas negras vertidos al medio ambiente son mayores que la capacidad de recarga de los ecosistemas. En la jerga económica estamos aprovechando al máximo los dividendos del capital natural y sin permitir su reinversión, algo así como ir sacando año con año el dinero ahorrado en el banco hasta llegar a que la cuenta esté en “cero” y no tengamos de qué vivir.

Por cientos de años los pequeños productores han trabajado el sistema agrícola Milpa (sistema productivo agrícola de Mesoamérica), en donde conservan in-situ la agrodiversidad, y de facto los conocimientos tradicionales, considerado esto un bien privado con beneficios públicos a nivel global (hablando de los recursos genéticos y beneficios que de allí se aprovechan), sin su reconocimiento y retribución en muchos casos.

El cuadro que acompaña este texto presenta una caracterización de los hombres y mujeres que producen la Milpa en Yucatán, frente a otros hombres y mujeres que han dejado dicha producción, sin lugar a duda por los altos costos de oportunidad que ofrece la división social del trabajo en los principales centros urbanos. Los datos provienen de un proyecto de investigación de la UADY en 313 hogares de pequeños productores rurales en 22 localidades de 15 municipios y recolectados durante 2017. 226 de los 313 (72 por ciento) hogares entrevistados reportaron cultivar la Milpa con un promedio de tres cultivos: maíz, frijol y calabaza. Con un valor de la producción promedio de 11 mil 395 pesos anuales (a precios de 2017).

En esta época, cuando se debate la pertinencia del megaproyecto del Tren Maya, vale la pena pensar en las características de quienes cultivan la Milpa, y las condiciones en las que trabajan. Los datos son estadísticamente significativos y robustos, levantados de manera aleatoria, cuidando la identidad de cada uno de los habitantes entrevistados.

En términos generales, un Hogar Rural que cultiva Milpa (HRM) tiene una edad promedio de 50 años sin la primaria concluida. Casi el 98 por ciento habla la lengua Maya -indicador por excelencia del uso, manejo y continuidad de los valores y cosmovisión de los pueblos originarios-. El 32 por ciento de los hogares que cultiva Milpa también realiza apicultura. Es importante señalar que el 82 por ciento de los HRM reportaron utilizar la bicicleta como medio de transporte, y la distancia promedio entre sus comunidades y el centro de Mérida es 128 kilómetros. Estos hogares conservan en sus manos un promedio de 12 cultivos diferentes y animales de traspatio. Producción que se destina en su mayoría al autoconsumo y un incipiente excedente destinado al mercado regional. Esto es una muestra fehaciente de los altos costos de transacción que viven los hogares rurales al interior de Yucatán y la asimetría de la información, pues la gran mayoría habla Maya.

No estamos en contra del megaproyecto, pero valdría la pena pensar en una red ferroviaria que una, vincule, sea incluyente con los hombres y mujeres que mantienen y promueven la riqueza biológica y la riqueza de “Capital Natural” que con sus manos y cosmovisión se encargan de reinvertir; que sean partícipaes y beneficien del desarrollo y que no los aparte e incremente la desigualdad. De acuerdo con la teoría económica, lo ideal es que que existan mercados perfectos: simetría en la información y nulos costos de transacción. Los datos no mienten.


*Profesor-investigador de la Facultad de Economía de la UADY

[i]Mérida, Yucatán[/i]
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