de

del

Enrique Martín Briceño*
Foto: sinfonicadeyucatan.com.mx
La Jornada Maya

Lunes 11 de marzo, 2019

Para Margarita Jiménez y Voces Claras del Centro Estatal de Bellas Artes.

Como ocurre en otros ámbitos, no pocas de las mujeres que han actuado en el campo musical yucateco han sido olvidadas o son escasamente visibles en los textos especializados. Jesús C. Romero, en su Historia de la música incluida en el tomo IV de la Enciclopedia yucatanense (1944), menciona, entre los hijos del ilustre J. Jacinto Cuevas, a Leonor, quien estudió en el Conservatorio Yucateco y fue maestra de piano, y entre los ejecutantes sobresalientes de finales del siglo XIX, a la soprano Aurora Peraza Imán, la violinista Asunción Sauri y la arpista Mercedes Burgos. Por mi parte, en el capítulo Rumor de serenata: quinientos años de música, en el tomo IV de la Actualización de la Enciclopedia yucatanense (2018) añado los nombres de Crescencia Correa y Perfecta Aurora Zorrilla, compositoras, y Mercedes Rivas, violonchelista y cantante.

Pero hay mucho más que decir, pues en aquel tiempo en que la música era una de las actividades obligadas para las señoritas de las clases media y alta, varias de ellas llevaron su talento más allá de las salas de sus casas. Así, en tanto que unas cultivaron la creación musical, otras prosiguieron sus estudios musicales fuera de Yucatán y aun ofrecieron recitales en una Mérida que, a despecho de sus pretensiones, gustaba menos de la música de concierto que de los géneros bailables y la zarzuela.

Las primeras de estas músicas que conocemos con nombre y apellido son Perfecta Aurora Zorrilla y Crescencia Correa, quienes publicaron en La Guirnalda (1861) sendas piezas para piano: La oliva, mazurca, y La Paquita, danza, respectivamente. Es significativa su aportación, pues en esta revista literaria, donde vieron la luz las primeras partituras de compositores yucatecos, aparecieron solo ocho piezas de seis autores.

Después de ellas, otras ocho mujeres, por lo menos, publicaron piezas en el semanario musical J. Jacinto Cuevas (1888-1894): María Cuevas —hija de José Jacinto—, las danzas A bordo del Washington y Pimienta y Mostaza y el danzón Sic semper; Asunción Sauri, la romanza para violín y piano ¡¡A ti!!; Aurora Cámara G., la danza Feliz de ti; Concepción Escobedo G., el danzón María; Margarita K. de C., la mazurca Candelaria; Lucrecia Marcín y C., la mazurca Alejandro y Lucrecia; Dolores Meneses R., el vals Mi primera idea, y C. Ortiz C., la danza Mi idolatría.

Probablemente varias de las compositoras anteriores se habían formado en las aulas del Conservatorio Yucateco de Música y Declamación (1873-1882), plantel fundado por José Jacinto Cuevas y Rodulfo G. Cantón. Esta institución, animada por las ideas liberales de sus promotores, mostró desde sus inicios gran interés por la educación femenina y llegó a contar medio centenar de alumnas. Sus esfuerzos, aunados a los de Rita Cetina Gutiérrez y sus colaboradoras en la escuela La Siempreviva (1871-1886) y el Instituto Literario de Niñas (1877-1912), contribuyeron a que, a fines del siglo XIX, la música y la enseñanza se encontraran entre las profesiones que las jovencitas “blancas” de las clases media y alta habrían elegido en caso de verse forzadas a trabajar (según una encuesta publicada en la revista Pimienta y Mostaza en 1893).

Del Conservatorio Yucateco —que contó entre sus profesores a la cantante cubana Amalia Simoni de Agramonte y entre sus socios honorarios a la pianista venezolana Teresa Carreño— egresó la soprano Aurora Peraza Imán, quien proseguiría sus estudios en el Conservatorio Nacional. En esta institución estudió también la violinista Asunción Sauri, de quien se dice que, muy jovencita, fue elegida para tocar el Concierto en mi menor de Mendelssohn con la orquesta del plantel. Lo cierto es que, de regreso en Mérida, ofreció recitales junto con el pianista Ricardo Río —quien había estudiado en París— y otros músicos que intentaron infructuosamente hacer escuchar en la capital yucateca piezas del repertorio clásico y romántico. En la primera década del siglo XX, Sauri sería becada por el gobierno estatal para estudiar en París con el violinista cubano José White.

Otras ejecutantes que destacaron durante el Porfiriato son la pianista Elidé Gómez, la arpista Mercedes Burgos de Uribe y la violonchelista Mercedes Rivas Navarrete. La primera fue alumna de Pedro Luis Ogazón en la Ciudad de México; la segunda fue becada para estudiar en París en los primeros años del siglo XX, y la tercera fue discípula nada menos que de Pablo Casals. Mercedes Burgos, con su marido, el violinista Justo Uribe —quien también estudió en la Ciudad Luz—, tocó en la velada ofrecida a Porfirio Díaz en la hacienda Sodzil durante la visita que hizo el dictador a Yucatán en febrero de 1906.

Hoy, cuando ya no es raro que una mujer estudie profesionalmente la música y se traslade a otra parte del mundo para proseguir su formación, puede que no asombren los casos mencionados, pero cabe recordar que, en el siglo XIX y hasta bien entrado el siglo XX, la cultura patriarcal imperante impedía que las mujeres se dedicaran a otra cosa distinta de las labores domésticas. Mucho debieron sufrir las músicas para seguir su vocación, pues difícilmente pudieron romper del todo con las convenciones de su época. Mercedes Burgos, por ejemplo, partió a París convenientemente casada con Justo Uribe. Y, ya establecidos en aquella ciudad, padeció como cualquier esposa de su tiempo. De tal modo, cuando el cantante Gustavo Río arribó a la capital francesa —becado también por el gobierno yucateco—, fue Uribe quien se encargó de mostrarle los encantos de la ciudad (el primer día regresaron a las tres de la mañana) mientras Mercedes permanecía encerrada en su departamento.

Hoy, más de un siglo después, cuando hemos redescubierto la obra de compositores yucatecos del siglo XIX y estamos en posibilidad de ejecutarla y grabarla (pueden escuchar [i]A bordo del Washington[/i] de María Cuevas interpretada por Alberto Álvarez en el disco 6 del álbum … y la música se hizo mexicana de la serie Testimonio Musical de México del INAH), hay que volver los oídos hacia la obra de aquellas músicas y hacerla escuchar de nuevo. Hoy, cuando contamos con investigadoras e investigadores que pugnan por hacer visible el papel de las mujeres en la historia regional, hace falta relatar las vidas de aquellas creadoras que abrieron brecha en un campo en el que, por fortuna, cada vez brillan más las mujeres.

*Investigador del Centro de Investigaciones Artísticas de la ESAY

[i]Mérida, Yucatán[/i]
[b][email protected][/b]


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