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Texto y foto: Javier Becerril*
La Jornada Maya

Viernes 15 de marzo, 2019

El pasado 8 de marzo celebramos a las mujeres en el marco del día internacional de la mujer, reconociendo su labor en sus diferentes roles: productivo, reproductivo y social. Lo cierto es que –después de la celebración– todo vuelve a la “normalidad”.

Datos de una investigación de la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY), con financiamiento de la Fundación W.K. Kellogg, que analizó 313 hogares de pequeños productores rurales en 22 localidades de 15 municipios de Yucatán, durante el 2017, revela la inequidad existente en las áreas rurales –el fenómeno está arraigado en la realidad rural, no es causa o efecto de la actual administración del Ejecutivo estatal o federal, es un fenómeno de muchos años atrás, heredado.

Los datos son alarmantes, pero es imperante trabajar en ello, frenar la inequidad. El análisis consiste en revisar algunas características de una tipología de hogares: los que son comandados por una mujer frente a los comandados por un hombre. Ahora es común observar hogares en donde la “cabeza” del hogar es una mujer sola con hijos. De los 313 hogares entrevistados, 53 están regidos por una mujer, lo que representa el 16.93 por ciento.

En promedio, un hogar donde el jefe es una mujer es de menor tamaño. Es impresionante observar que sólo el dos por ciento de los hogares de mujeres reportó tener trabajo asalariado, es decir, un contrato de trabajo con pago semanal o quincenal y con prestaciones de ley y seguridad social. Es más preocupante enterarse hoy en día que las “estancias infantiles” para madres solteras y que trabajan han cerrado de un día para otro, sin detenerse a analizar la implicación directa hacia las mujeres trabajadores, asalariadas o no.

Existe también una diferencia significativa entre el ingreso promedio anual de un hogar con la jefatura mujer frente a la jefatura por un varón, del orden del 64 por ciento. Vale la pena hacer un ligero paréntesis y reflexionar sobre los grandes megaproyectos que prometen el “desarrollo”, antes de abrir la puerta a la inversión nacional o extranjera, es pertinente corregir la inequidad que existen en casa, entre hogares y entre mujeres y hombres. El problema se ahonda más al analizar la edad promedio y el nivel de educación: 54 años promedio y sin la primaria concluida (cuarto año escolar) para las amas de casa, trabajadoras y a la vez crían a los niños.

Además, el 45 por ciento reportó realizar Milpa (sistema agrícola local), ya sea que encomienden la labor o hasta ellas mismas realicen las actividades agrícolas. Es evidente la diferencia en el número promedio de cultivos por mujer y hombre: 1.43 y 2.63, respectivamente. Complementariamente, las mujeres que son madres solteras realizan apicultura (13 por ciento), mientras que el doble de los hogares con jefatura de un varón (29 por ciento) realiza esta actividad.

[b]Programas de política pública[/b]

Es muy justo mostrar el número de programas de política pública en promedio por hogar: 3.17 y 2.98, no existiendo diferencias estadísticamente significativas. En el mismo sentido, los hogares reciben en promedio siete mil 500 pesos anuales por programas sociales o productivos focalizados. Al final de la jornada, sin duda las mujeres, amas de casa, madres solteras y que hacen a la vez de papá y mamá, concluyen el día exhaustas. Sólo el 43 por ciento de las encuestadas respondió afirmativamente a la pregunta: ¿usted goza de buena salud?

La UADY hace lo propio a través de los Proyectos Sociales que atienden diferentes “preocupaciones” que declaran los habitantes de las comunidades, previo al diseño e implementación del proyecto, habitantes y académicos diseñan el proyecto social –con duración de 36 meses–. Los datos muestran que la UADY atiende casi al 50 por ciento de los hogares entrevistados con sus Proyectos Sociales, con el enfoque de Responsabilidad Social Universitaria, en temas de salud, producción, educación, medio ambiente y otros rubros.

Resolver el problema de raíz se logra sólo al reactivar el mercado interno laboral, equitativo y con salarios por arriba de la inflación. Generar empleos formales con derechos y prestaciones de ley, guarderías y seguridad social, es la mejor opción. Con empleos “decentes” y a su vez el consumo de los hogares de mujeres y hombres trabajadores será mayor, así podrán adquirir lo “Bien hecho en Yucatán”.

Cualquier propuesta de desarrollo económico no logrará sus objetivos si persiste la inequidad social y económica de los hogares rurales. La inequidad social y económica entre mujeres y hombres es un “freno” al desarrollo. La experiencia ha mostrado que los megaproyectos ahondan la brecha de desigualdad, entre los que más tienen y los que tienen nada.

De hecho, las minorías no son consideradas en el diseño de las opciones de desarrollo. Aún estamos a buen tiempo de incluir en las decisiones en los planes de desarrollo a todos los hogares de mujeres y hombres que habitan en lugares remotos de Yucatán.

*Profesor-investigador de la Facultad de Economía de la UADY

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