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Felipe Escalante Tió
Foto: Lilia Balam
La Jornada Maya

Miércoles 10 de abril, 2019

Perdimos todos, por 15 votos contra nueve. Así fue como el Congreso de Yucatán decidió no admitir la iniciativa para modificar la Constitución del estado para definir el matrimonio civil como la unión entre dos personas, independientemente de su sexo. Fue rápido, sin muchas palabras más que para pedir que la votación se hiciera en secreto o se moviera a la prensa a un lugar desde el cual le fuera imposible a los fotógrafos ver cómo votaba cada diputado. Al final, ganó la democracia; así pasó, porque nuestra legislatura en realidad no es más que reflejo de la sociedad que le da origen.

Y al final el tema del matrimonio igualitario seguirá en el ambiente. Permanecerá como pasa con todo aquello que se realiza en la oscuridad; porque fueron 15 votos de los que apenas supimos quiénes emitieron dos de ellos. Continuará, porque esos mismos sufragios fueron por mantener un orden ya establecido en lugar de proponer uno en el que la justicia fuese igual para todos; se mantendrá, porque es resultado de sombras y silencios y no de una discusión jurídica; porque las parejas homosexuales continuarán contrayendo matrimonio en Yucatán, pero recurriendo a un amparo de la justicia federal. Al final, resonó la vieja conseja: Las cosas en Yucatán, dejarlas como están.

Y la vida seguirá. Las parejas homosexuales seguirán criando niños, tal y como lo hacen las formadas por un hombre y una mujer, o por una mujer sola: lo mejor que puedan, con los elementos que tengan a la mano; con las mismas dificultades o con más obstáculos en el camino, pero seguirán existiendo.

Pero habrá perdido la justicia, porque se tuvo la oportunidad de que ese uno por ciento de la población del que hablaba la diputada panista Rosa Adriana Díaz Lizama, finalmente fuese reconocido como sujeto con plenitud de derechos; como cualquier otro ciudadano. La derrota es a una sociedad que aspira a eliminar la discriminación por motivos de acceso a oportunidades, color de piel, origen étnico, religioso.

Se perdió también la oportunidad para un mejor entendimiento entre las partes en el debate. Porque nadie quería que se realizaran bodas entre parejas homosexuales en un solo templo; solamente que el Estado garantizara los derechos y obligaciones de las personas que se unen en un proyecto de vida común. Nadie pretende atentar contra la familia nuclear “tradicional”, sino que se entienda que los lazos de solidaridad, amor y capacidad de aportar a la sociedad no están relacionados con la manera de vivir la propia sexualidad.

Ganó la democracia, ganó el odio, ganó el escarnio difundido a través de la imagen de un santaclós en primavera, que podrá decir ja ja ja o jo jo jo. Ganó también el discurso que llama timoratos, mochos y cobardes a los diputados.

Ante el odio, ganó la democracia, ganaron los rezos, y hemos perdido todos.


[i]Mérida, Yucatán[/i]
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