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La Jornada Maya
Foto: Óscar Rodríguez

Jueves 11 de abril, 2019

Poncio Pilatos, el gobernador romano de Judea hace 2019 años, cuando vio que la muchedumbre estaba al borde del motín por el juicio y sentencia a Jesucristo, decidió que lo mejor era lavarse las manos. Seguro pensó como político moderno: “¡Qué polarizados se ven! ¡Qué dividida está la sociedad! ¡Mejor no hago nada!”.

Poniendo sus votos secretos en una pecera, los diputados de Yucatán se lavaron también las manos, rehuyeron de la responsabilidad esencial de ser representantes públicos, de darnos razones para juzgar su desempeño. A favor o en contra, es lo que se espera escuchar de los legisladores; ESCUCHAR, de viva voz, con argumentos y razones.

El voto secreto, cuando lo hace el elector, genera una democracia libre y pujante; el voto secreto del diputado -salvo que sea para elegir funcionarios o designar comisiones-, envenena el proceso legislativo, crea una democracia de la impunidad, de decisiones sin consecuencias, sin posiciones, sin proyectos.

Día negro para una democracia yucateca que es vigorosa, llena de alternancias y cambios, con un Poder Ejecutivo que quiere transformar. 25 se lavaron las manos, pero deslavaron la democracia de más de 2 millones 200 mil habitantes del estado. Matemáticas terribles. Barrabás estaría orgulloso.

Sobre el matrimonio igualitario no hay debate moral ni religioso que valga o que deba hacerse. Esa es la trampa en la que muchos caen y caemos. Hay marcos legales que deben seguirse y en Yucatán no se siguieron.

No estamos hablando del matrimonio católico, cristiano, musulmán, hindú, budista o lo que se nos ocurra. No estamos hablando de un sacramento religioso, eso es tema de cada religión. El debate es sobre el Matrimonio Civil, el que es amparado y protegido por el Estado Mexicano, por el Gobierno de Yucatán, por las leyes civiles que no ven religión, preferencia sexual, edad, género, condición social o cualquier otra base para discriminar.

El derecho al matrimonio, que en México es un derecho humano universal, en Yucatán no lo es. Esa es la realidad. El Congreso decidió ignorar el marco civil y el marco legal porque veía polarización moral. ¿Quién quiere diputados de tan pequeño calado? Legisladores a los que no les gustan los calores, pero les encanta estar en la cocina partiendo y repartiendo.

Estamos en desacato; sí, en desacato por omisión. Pongámonos un poco técnicos. En el tema del matrimonio igualitario, el Poder Legislativo de Yucatán estaba obligado a reparar o restaurar la regularidad constitucional (la que da el derecho humano al matrimonio), mediante la emisión de las normas que fueran necesarias. Yucatán tenía que atender una acción contra la omisión legislativa o normativa, que es un procedimiento constitucional y -¿saben qué?- al Congreso del estado le dio lo mismo. No actuó.

La autoridad legislativa estaba obligada a expedir una nueva norma para acabar con la omisión que vulnera un derecho humano y no hizo nada. Punto.

¿La sociedad yucateca está mejor gracias al Congreso? Obviamente no. Se perdió en todos los frentes. Se abrió el precedente de diputados que pueden rehuir su responsabilidad de votar de forma transparente en temas complicados. No se solucionó nada, la omisión sigue y probablemente la polarización crecerá.

Se confundió, entre la sociedad y muchos actores, la diferencia entre el Matrimonio Civil y el Sacramento del Matrimonio. Rezar para que Dios ilumine a los diputados, es como rezar a Alá y al profeta Mahoma para que la Sharia sea la ley del mundo, y ya hemos visto terribles ejemplos de lo que pasa en esos escenarios.

Más grave aún, un derecho humano que es reconocido en México, en Yucatán no existe de manera natural, ni universal; hay que hacerlo valer mediante un amparo y esa omisión al Poder Legislativo le da lo mismo.

Quienes quieren imponer su visión de ética religiosa muy particular a toda la sociedad se han llevado el día. La separación entre el Estado y la religión quedó en duda en la forma de razonar de los legisladores.

Esta larga marcha por los derechos humanos, una que en [i]La Jornada Maya[/i] ha sido una de nuestras crónicas guía, topa ahora con la pared de un limbo desconcertante.

Poncio Pilatos, tras firmar la sentencia de muerte del Nazareno y la libertad de Barrabás, dijo que “él no era responsable de la sangre de este hombre”; ayer, 25 diputados escribieron, en secreto, en agüita de pecera, “que ellos no eran responsables de legislar por los derechos humanos de decenas de miles en Yucatán”. Dios -el de la preferencia de cada quien- los perdone; [i]La Jornada Maya[/i], no.

*El papel arde a los 233 grados centígrados, tal como lo hace en la inmortal novela de Ray Bradbury, [i]Fahrenheit 451[/i].

[i]Mérida, Yucatán[/i]
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