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Hugo Martoccia
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Lunes 22 de abril, 2019

La seguridad es, sin duda, la mayor preocupación de los quintanarroenses. Y es para todos una certeza de que esa realidad va a tener un impacto muy importante en las elecciones del próximo 2 de junio. Lo que aún nadie tiene claro es quien pagará los principales costos de esa situación. ¿Será el gobierno del cambio? ¿O ya habrá algún tipo de voto castigo contra Morena, sobre todo en los tres municipios donde gobierna?

El principal foco rojo de seguridad está en el norte del estado, donde se concentran la mayoría de los distritos. Allí gobierna Morena, y tiene dos realidades diversas.

Por un lado, la alcaldesa de Cancún, Mara Lezama, abiertamente cercana al gobernador Carlos Joaquín. Decidió apostar por el Mando Único con el estado, pero la situación no ha mejorado de acuerdo a las expectativas.

En los últimos días, el Inegi dio una mala noticia: Cancún es la tercera ciudad con la mayor percepción de inseguridad en México. En el primer trimestre de 2019 ese índice subió a más del 93 por ciento. En el último trimestre del año pasado había sido de 89 por ciento. O sea, el índice empeoró durante la gestión de Mara.

La otra versión de Morena está en Playa del Carmen. El gobierno de Laura Beristain es sin duda el mayor dolor de cabeza del gobierno del estado. Allí la inseguridad crece sin pausa, y no hay ninguna posibilidad de coordinación entre ambos órdenes de gobierno.

“En Playa hay pánico entre los empresarios”, dijo un hombre de negocios del lugar. Hay una sensación de vacío de autoridad que asusta a todos. La zona comercial del municipio está desamparada ante la operación de la delincuencia organizada.

Pero aún así, ante situaciones que parecerían en gran parte atribuibles a las propias administraciones municipales, pareciera que no existe una vinculación directa entre Morena y esos dos gobiernos municipales en problemas. Al menos, no una vinculación electoral.

[b]Los primeros números[/b]

En el gobierno del estado circula una encuesta que no trajo buenos números. Está guardada bajo siete llaves, pero de lo poco que se sabe, en realidad, no tiene datos muy sorprendentes: Morena está arriba en las encuestas, y la inseguridad y la violencia son la principal causa de enojo de los quintanarroenses.

El tema que más preocupa al oficialismo estatal es que ese enojo parece que aún no llega a Morena, y mucho menos a López Obrador, a pesar que el primer trimestre de 2019 ha sido el más violento en la historia de México.

Un panista que tiene actividad total en la campaña de su partido no entiende porqué, hasta hoy, esos datos de la realidad no impactan a AMLO y su partido. “Es increíble lo que está ocurriendo”, dijo.

Algunas de las mejores noticias para el PAN aparecen en distritos como el 7 y 8 de Cancún, donde la diferencia de Morena con los candidatos del PAN son de un sólo dígito. Pero hay dato llamativo: hay un muy escaso conocimiento de la gente para los candidatos de Morena, y aún así están arriba.

Nadie sabe, además, si eso es un déficit o un beneficio para esos candidatos. La realidad es que a la dirigencia de Morena le importa poco que se conozcan sus candidatos: lo único que importa es que se los vincule con López Obrador, el alma electoral del movimiento.

No es gratuito que las campañas de los candidatos de todos los demás partidos y coaliciones intenten despegar la campaña local de AMLO. Pero no es fácil. El Presidente es un experto en el manejo de la agenda política, lo cual lo hace omnipresente. Esa sobre exposición quizá se convierta en un problema. Pero hasta hoy eso no ha sucedido.

[b]La estrategia oficial[/b]

Por el lado de la coalición oficialista del PAN-PRD y el joaquinismo, que ahora ha sumado al PESQ, buscan sacar el eje de la discusión pública de la inseguridad, o al menos distribuir su responsabilidad con los municipios y la Federación. Ahí radica la mayor parte de la queja ciudadana.

En el último informe de la ASF, el gobierno de Carlos Joaquín sale bien calificado en finanzas, en la disposición de recursos libres, en el manejo de los recursos federales, y en el tema de la deuda que dejó el borgismo, la situación mejora poco a poco.

Hay algunos programas de obras que son realmente interesantes y han dejado buenas impresiones. Pero aún así, la queja ciudadana vuelve una y otra vez sobre la inseguridad.

En el Gobierno están convencidos que habrá una mejora sensible de la percepción ciudadana en los próximos meses, pero sea como sea, eso no sucederá antes de las elecciones de junio.

La única esperanza que queda es que la sociedad decida cargar el costo electoral a todos los gobiernos por igual. Los primeros recorridos de los candidatos por las calles les han dejado la impresión de que en el caso de Cancún y Playa del Carmen hay enojo de la sociedad contra Mara Lezama y Laura Beristain.

Pero hasta el momento no hay señales concretas de que ese enojo se traslade a Morena.

[b]Riesgos y acuerdos[/b]

En este espacio ya se ha dicho en reiteradas oportunidades de la existencia de una suerte de acuerdo entre el joaquinismo y Morena para que más allá de lo que suceda el 2 de junio, la próxima Legislatura no se convierta en el campo de batalla por la gobernabilidad.

Se planea la existencia de un “doble oficialismo” que le dé gobernabilidad a Carlos Joaquín, y que apruebe todo lo que AMLO pida.

En ese contexto, semanas atrás se explicó que el escenario más esperado es que Morena y sus aliados se lleven la mayoría de los distritos y los votos, pero el control de la Legislatura lo tenga Carlos Joaquín, porque sus principales alfiles llegarían al Congreso, y Morena no sería una fuerza homogénea.

Pero hay algunas noticias preocupantes. Parece que en el distrito 12 de la zona maya el camino del candidato oficialista Pedro Pérez es más complejo de lo esperado. Incluso el candidato del PRI en Cozumel, Carlos Hernández, no arranca la campaña como se esperaba.

Todos esos acuerdos políticos pueden quedarse sin sustento si la alianza morenista repite en Quintana Roo los porcentajes de la última elección. Replicaría así lo que se que se espera que suceda en Puebla o Baja California, donde las encuestas favorecen al morenismo.

Parece que la última esperanza es que el voto se inhiba tanto, que la estructura electoral básica que el oficialismo puede manejar sea suficiente para contrarrestar el voto morenista.

La preocupación en el oficialismo estatal parece ser qué pasaría si se pierde una mayoría abrumadora de distritos. No es lo mismo que la alianza morenista gane 8 o 9 distritos y sea la primera minoría en el Congreso, a que se lleve 13 distritos y más del 45 por ciento de los votos.

Ese último escenario alborotaría algunos apetitos de poder, y adelantaría la sucesión gubernamental. Será muy difícil mantener la gobernabilidad y el “doble oficialismo” en aguas tan turbulentas.

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