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Foto y Texto: Francisco J. Rosado May
La Jornada Maya

Martes 23 de abril, 2019

Me reincorporé a la vida chetumaleña a finales de enero de 2019, después de haber estado ausente desde febrero de 2006. Aún con los muchos cambios y el crecimiento, a veces con impresión de desorden, se mantiene esa esencia de la capital quintanarroense que se respira cada tarde en el bulevar al disfrutar del atardecer, de la brisa, de las marquesitas y de la tranquilidad de la Bahía que trata de proyectarse en la ciudad para mitigar diversos problemas sociales, económicos y políticos.

En la entrada al muelle, frente al palacio de gobierno, se ubica un nuevo monumento que ha atraído la atención de propios y extraños. Es una representación de Nachi Cocom, acompañado con letras que conforman la palabra Chetumal, expresadas con un diseño inspirado en símbolos de la cultura Maya. No podría ser diferente, se nota el cuidado armonioso entre la obra y las letras. Precisamente esto fue lo que capturó la atención del tema de esta entrega.

Esta representación se suma a una tendencia que pasa desapercibido para muchas personas. La mayoría de las representaciones de personajes mayas son de guerreros, incluso Gonzalo Guerrero es proyectado como un guerrero. Cuando hablamos de la historia de Quintana Roo nos referimos a la guerra de “castas”.

De los Aztecas conocemos mucho más sobre los Caballeros Tigres o los Caballeros Águila o de Cuauhtémoc como guerreros. Este tipo de representaciones podría, y debería, estar más equilibrado con otras representaciones, igual de importantes, de esas culturas ancestrales, tales como la creación de saber, de conocimiento, de arte. Me pregunto, con tanta evidencia de saberes y expresiones de arte ¿Por qué tenemos esos sesgos hacia lo militar o violencia por guerras? ¿A quién le conviene construir una historia sesgada?

En marzo de 2018 se publicó en español el libro El Peligro de la Historia Única escrito por la nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie. Con tres novelas publicadas, Chimamanda es ya una referente de la literatura universal. Logra articular un estilo de novela con temáticas relevantes para entender cómo funcionan diversas sociedades. El libro, sobre el peligro de la historia única, nos hace entender cómo y porqué construimos historias y percepciones sesgadas de una realidad ajena a nuestra propia cultura. Nos invita a reflexionar porqué no creamos las condiciones para conocer las diferentes historias y contextos de la mirada local para entender y explicar mucho mejor algunos hechos. ¿A quién le conviene proyectar que los mayas, indígenas en general, son más guerreros, salvajes y violentos, que intelectuales?
En el proceso de colonización no sólo perdimos libertades de acción sino también de pensamiento. Las palabras, los mensajes, los monumentos, las estatuas y las acciones voluntarias o involuntarias, de la sociedad, del sistema educativo, del gobierno, continúan contribuyendo a ello. De acuerdo con el libro de William Hanks, Converting Words, el idioma maya se modificó por la influencia de la religión, y también para inducir dependencia, miedo y reconocer a los “blancos” como la raza dominante.

Parece inofensivo, pero no lo es. ¿Por qué tenemos el concepto estatal que “ubica” al centro del estado únicamente como la “zona maya”? Este concepto se refuerza con letreros en carreteras federales, como Carrillo-Tulum, señalando una “zona Maya” en la intersección con el crucero a ChunPon (con n, no con m). Esta historia única domina el hecho de que no solo toda la península de Yucatán es zona maya, sino que también lo son los estados de Tabasco y Chiapas. ¿A quién le conviene esta historia única? ¿Por qué permanece? ¿Cuál es el interés oculto?

Otra historia única: los mayas necesitan de la tutela del gobierno para su desarrollo porque no saben cómo hacerlo. Este argumento debería saber que, con la nueva tecnología conocida como lidar (por sus siglas en inglés, light detection and ranging) aéreo y terrestre, que es básicamente la aplicación de un escáner mediante el uso de rayos láser, se ha determinado que el desarrollo urbanístico, la sofisticación del conocimiento que crearon y el tamaño inmenso de población que tuvieron (alrededor de 15 millones) sobrepasan las estimaciones e ideas originales sobre los mayas. ¿No es lógico pensar que una civilización de esta magnitud tuvo necesariamente que desarrollar conocimiento avanzado? Pero esta historia no se reconoce, ni está presente en la narrativa gubernamental ni en los modelos educativos. No hay condiciones ni formas que permitan equilibrio entre la historia única, dominante, que da forma a la percepción incorrecta de las civilizaciones indígenas, con la historia local.

Pensar en el equilibrio de historias, con los espacios y formas pertinentes, abre la posibilidad de aprovechar mejor el potencial que cada cultura tiene en un territorio multicultural. Insistir en una sola historia no solo está generando inconformidades sociales, sino que también está condenando al fracaso el mejor elemento que tiene nuestra región para enfrentar los grandes retos del presente y futuro: la multiculturalidad como base del desarrollo intercultural.

[i]Chetumal, Quintana Roo[/i]
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