Katia Rejón
Foto: Enrique Osorno
La Jornada Maya

Mérida, Yucatán
Lunes 13 de mayo, 2019

“Yo tenía una de estas, pero me la robaron”, dice Joan Fontcuberta señalando una cámara fotográfica de hace por lo menos cincuenta años, en la Coordinación de la Fototeca Pedro Guerra. Está en Mérida porque su próximo proyecto editorial será un libro sobre archivos fotográficos y este archivo histórico coordinado por la Universidad Autónoma de Yucatán forma parte de su trabajo.

Para el fotógrafo Joan Fontcuberta, la fotografía es un arma para pensar el mundo críticamente. Nació en Barcelona durante la dictadura franquista; de ahí, afirma, viene su preocupación por la verdad.

“Hasta que el dictador murió, cuando yo tenía 20 años, viví en un clima de falta de libertad, represión, propaganda y censura. Estudié comunicación y trabajé en el periodismo y en publicidad. Me daba cuenta que había una divergencia entre la visión oficial de los medios de información controlados por el régimen y lo que yo experimentaba con mis ojos”, relata en entrevista.

Entonces la fotografía pudo ser un recurso para “una pedagogía de la fidelidad y objetividad”, pues la foto era “un instrumento que se nos imponía como un soporte de evidencias que no mentía”. Del otro lado de la cámara, como alguien que operaba la imagen se daba cuenta de que las atribuciones de veracidad hacia las fotos eran “una patraña”.

Joan Fontcuberta no sólo es fotógrafo. Es un artista que ha expuesto instalaciones, ensayista, docente, crítico y promotor de arte, y ha sido reconocido internacionalmente por su trabajo.

Un ejemplo de la pedagogía sobre la que habla es su proyecto fotográfico sobre un supuesto astronauta fantasma de la Unión Soviética, Ivan Istochnikov, cuya historia fue sembrada a partir de pruebas fotográficas por Joan Fontcuberta y reproducido con credulidad por medios de comunicación. El retrato del supuesto astronauta enviado a una misión fallida y después enterrado por la historia, tenía el rostro del mismo artista.

En palabras del propio fotógrafo, se trata de tender trampas inocentes al espectador para que al principio lo crea. Pero también darle las pautas necesarias para que, con sus propios medios, aprenda que es ilusorio.

“Para que el espectador dude de un sistema autoritario, que traslade este escepticismo a otros ámbitos: mediáticos, religiosos, en el fondo trabajar con la fotografía es un pretexto para rebasar este tipo de visión analítica y crítica sobre cualquier plataforma de autoridad”, explica.

[b]Su trabajo con la Fototeca Pedro Guerra[/b]

El núcleo de su próximo proyecto son los materiales que se deterioran. La descomposición material de las fotografías no son para él una tragedia, sino la manifestación propia de la vida de las imágenes.

“Acabo de publicar en Barcelona un libro de ensayo que se titula [i]Revelaciones[/i] en el que hablo de estos temas. Trabajaré con material de México, principalmente con el Archivo Pedro Guerra, que estoy encontrando material fabuloso. Pero también visito otras fototecas como la de Pachuca, la nacional, varias fototecas de la Ciudad de México. Quiero publicar un libro, estoy empezando a concebir cómo podría hacerlo”, platica.

Una de las razones por las cuales trabaja con fototecas mexicanas es por sugerencia de colegas suyos, quienes le platicaron de una red de fototecas muy rica en el país. Además, fue invitado para participar en el Festival Internacional de la Imagen (FINI) en Pachuca.

“Pensé que sería la ocasión para quedarme más tiempo y recorrer algunas de estas fototecas”, agrega. Sobre el material de la Fototeca Pedro Guerra, platica que el clima de Yucatán dificulta la conservación de las fotos, lo cual le resulta “seductor” y pertinente para su proyecto.

“Sobre esta idea de respetar la vida de la fotografía y aceptar su finitud y caducidad. Es un gesto de reacción a la postfotografía que estamos padeciendo. El tránsito de la foto”, explica.

Todavía no es segura la forma en la que abordará este libro, pero se le han ocurrido algunas ideas artísticas sobre la presentación del propio libro. Quizá utilizar papel estropead
o, o mojado para “restituir esas señas de identidad”. En la Ciudad de México visitará un archivo que sufrió una inundación.

[b]La fotografía no le pudo ganar al tiempo[/b]

La foto, asegura, nació como un dispositivo que garantiza una cierta memoria, pero esto le parece un gesto de soberbia. “Pensamos que habíamos vencido al tiempo. La fotografía venía a ser el encapsulamiento de una determinada información más allá de la capacidad avasallante de modificarlo todo, lo que está sucediendo es que la foto demuestra que tiene sus limitaciones y pierde esa memoria”, argumenta.

El tiempo también trae consigo cambios de temperatura, hongos, que producen algún tipo de efecto sobre el papel. “La foto dura mucho pero no dura siempre”. Al preguntarle cómo se inserta la fotografía digital en esta lógica, sobre todo para él que en entrevistas anteriores se muestra optimista por la evolución de este arte, contesta:

“Yo tengo una postura optimista sobre casi todo, y también sobre la fotografía. No sé si es un defecto, pero pienso que si hacemos una mirada retrospectiva tenemos cierto progreso. No soy catastrofista. Ni apocalíptico. Los cambios se producen paulatinamente pero hay un cierto avance de los humanos. Lo que está pasando ahora es que un medio que se invitó en el siglo XIX se está adaptando a las necesidades del siglo XXI”, aclara.

Dice que todos los soportes, aún los digitales, son efímeros. A diferencia de los impresos en papel, no existe certidumbre sobre lo que pasará en 20 años con las imágenes de la era digital.

“La perdurabilidad de la información digital es muy inestable y eso nos confronta. Si se estropea su tarjeta o un ratero se lo roba, usted se queda sin esas vivencias”, dice ahora señalando la cámara del celular.


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