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del

José Luis Domínguez
Foto: Afp
La Jornada Maya

Martes 14 de mayo, 2019

En 1845 un peninsular yucateco, Manuel Crescencio García Rejón, siendo ministro de Relaciones Exteriores, redactó y promovió su propia defensa ante un Congreso que lo acusaba, entre otras cosas, de traición a la patria. Esto sucedió en un delicado momento en el que, tras haber sido invadida Texas, le fue negado el presupuesto para defender a la nación ante la amenaza inminente de los Estados Unidos de arrebatar los otros estados del norte, como de hecho sucedió poco después.

En 1918, el general Salvador Alvarado, tras haber gobernado en Yucatán a nombre del Ejército Constitucionalista, presentó en forma enérgica su propia defensa en el documento que ha pasado a la historia como Mi actuación revolucionaria, en el que explica ante sus acusadores, sus comportamientos públicos en aras de instaurar un orden legal y justiciero, herencia, por cierto, que nos legó a Yucatán.

En 1953, el rebelde Fidel Castro, tras haber sido apresado y torturado después del asalto al cuartel Moncada, redactó y leyó en otro documento histórico: [i]La historia me absolverá[/i], su propia defensa, apelando a que poseía estudios de Derecho. El triunfo posterior de la Revolución Cubana le dio la razón a la mayoría de muchos de los argumentos presentados en esa ocasión.

[b]Valor testimonial histórico[/b]

Han pasado ya más de 60 años de este último episodio que selló la historia de nuestro continente. Se han cumplido ya más de 100 del gobierno constitucionalista que modernizó la estructura social yucateca. Sufrimos sucesivas invasiones de gobiernos extranjeros, y pese a ellas, nuestra República cuenta ya con más de 150 años de existencia como nación libre y soberana, gracias a quienes actuaron –hacia el exterior– en defensa de los intereses nacionales, y en cada entidad federativa, haciendo respetar el orden público legal por encima de los intereses privados de cada región. Fue entonces cuando esos textos de autodefensa legal adquieren un valor testimonial histórico.

Sin embargo, las amenazas a las libertades individuales y a la soberanía nacional existen y asumen formas nuevas en cada estado y en cada región: los intereses locales de las empresas que velan por su expansión y desarrollo, en concordancia con los grandes movimientos del capital nacional e internacional, encuentran siempre nuevos aliados en partidos políticos de distinto signo que sirven a sus intereses, y en gobiernos legalmente constituidos. Éstos facilitan tal “desarrollo regional” sin importar los costos ambientales, políticos o culturales, propios de los ciudadanos que habitan en cada lugar y que son herederos de tradiciones y formas de ver la vida y de construir el tejido social en armonía con la naturaleza.

Así, surgen de pronto, en alianza con gobiernos locales, consorcios que privilegian la implantación de grandes proyectos generadores de energía o productoras de semillas mejoradas y de animales de razas innovadas, que pasan por alto los usos del suelo de las comunidades, ignorando las formas tradicionales que la sabiduría intergeneracional ha transmitido para mantener el equilibrio ambiental. Y pese a que los organismos internacionales (OIT, por ejemplo) marcan pautas de consulta a los pueblos originarios, los consorcios trasnacionales se las arreglan para avanzar en una lucha que, querámoslo o no, ya ha adquirido una dimensión continental.

[b]Ámbito internacional [/b]

A nivel de las relaciones internacionales sucede lo mismo, pero a escala ampliada, con el auxilio de los publicistas de la mediocracia aliada y las redes, en este caso, las malditas redes que propalan en versiones parciales, las maldades de “la dictadura de Maduro”, las bondades mesiánicas de Bolsonaro o el futuro naranja de Colombia, sin informarnos de las vetas abundantes de petróleo, de metales preciosos o de “colsan“ que hay en la cuenca del Orinoco, por las cuales el país del norte es capaz de cualquier cosa… ni de la estratégica pinza que sobre el territorio continental podrían hacer Brasil y Colombia para ayudarlo a invadir Venezuela y, de paso, neutralizar los efectos nacionalistas que ya han logrado obtener en la República Intercultural de Bolivia.

Quizá tendremos que esperar ahora a que Lula y Dilma, expresidentes populares de Brasil, emitan su autodefensa, o que Evo lea en quechua su autodefensa en la ONU, como un grito que resuene en todo el continente y se escuche más que los escándalos de presidentes encarcelados por corrupción en varios países de nuestra América. Estos casos, por cierto, distraen la atención en torno al asunto principal que nos preocupa: la liberación integral de nuestro continente y el uso de nuestros recursos de acuerdo a nuestras propias identidades y proyectos de desarrollo.

En este contexto, sigo sin entender por qué en México, después de todas las que hemos pasado en las últimas décadas, sigamos más preocupados por el estilo personal de gobernar de nuestro Presidente, que finalmente es temporal, y que puede o no gustar en su manera de hablar o de vestir, que por lo que el cambio que se está gestando, y lo que éste pueda significar a largo plazo en el contexto internacional. ¿Acaso estaremos viendo sólo el árbol sin ver el bosque… y, peor aún, cuando hay peligro de que éste se incendie?, o ¿tendremos que esperar una flamígera autodefensa de AMLO para entender lo que está pasando en el país y en el continente?

[i]Mérida, Yucatán[/i]
[b][email protected] [/b]


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