Texto y foto: Ap
La Jornada Maya

Pekín, China
Martes 4 de junio, 2019

En los 30 años que pasaron desde las protestas de la Plaza de Tiananmén, la economía china se disparó y llegó a nuevas alturas, pero la represión política es más dura que nunca.

Cientos de miles de musulmanes están detenidos en campamentos de reeducación sin que se los haya acusado de delito alguno, los estudiantes activistas enfrentan un acoso constante y los líderes de los sectores disidentes fueron arrestados o simplemente desaparecieron.

Las organizaciones religiosas están sometidas a grandes presiones para amoldarse y un enorme aparato de vigilancia le da al sistema aristas que muchos consideran totalitarias. El panorama dista mucho del que soñaron los estudiantes idealistas que llevaron sus reclamos a Tiananmén y el nivel de control de la población es superior al que nadie creyó posible incluso después de la sangrienta represión de las manifestaciones en la noche del 3 al 4 de junio de 1989.

Hay quienes dicen que la represión, que dejó cientos, si no miles, de muertos marcó el rumbo que mantiene incluso hoy el Partido Comunista, con represión brutal del disenso, encarcelamientos sin orden de detención y el uso frecuente de la violencia contra los opositores para “mantener la estabilidad” del sistema.

“El episodio del 4 de junio cambió el rumbo de la historia china”, expresó Zhang Lifan, quien en 1989 enseñaba en la Academia China de Ciencias Sociales. “La tesis de que China crecería y sería un país normal, estable, a partir de un proceso de reformas políticas quedó totalmente desvirtuada”.

Cuando se les menciona la represión, las autoridades chinas invariablemente hablan de los progresos económicos de la nación. En las tres décadas que pasaron desde las protestas, China pasó a ser la segunda economía más grande del planeta y hace fuertes progresos en sectores como los trenes de alta velocidad, la inteligencia artificial y las comunicaciones con tecnología 5G.

La armada china recorre el mundo, su programa espacial lanzó media docena de misiones tripuladas y sus proyectos de infraestructura en todos los rincones del mundo extienden su influencia desde Nairobi hasta Holanda.

En el plano político, no obstante, el estado nunca ha sido tan represivo. Las restricciones a la libertad de expresión abarcan incluso lo que se publica en las redes sociales y cualquier sospecha de denuncia del sistema puede generar una respuesta instantánea de las autoridades. El aparato de seguridad opera con impunidad, se difunde por televisión confesiones forzadas y se condena a la cárcel por la infracción más minúscula, desde “provocar peleas” hasta “incitar a la subversión”.

Los pedidos de reformas, incluso las más moderadas, son reprimidos o simplemente ignorados. Algunos movimientos de base que planteaban reformas se diluyeron hace algunos años cuando el PC se negó a ceder el más mínimo control. Los organismos deliberativos a todos los niveles están llenos de figuras que votan como se les dice y la legislatura nacional es una mera formalidad que acata las órdenes de arriba. Xi Jinping fue reelegido el año pasado como presidente y jefe del PC por un margen de 2.970-0.

Xi, considerado el líder más poderoso en una generación, aprovechó para enmendar la constitución y abrir las puertas a la reelección indefinida.

Tras la represión de Tiananmén, se suspendieron los esfuerzos por ejercer algún tipo de supervisión sobre el PC y de controlar la corrupción, según Zhang. Si bien comenzó una nueva era bajo la conducción de Jiang Zemin en la que la economía floreció, lo mismo que los chanchullos, se agotó la fe en el comunismo y la gente se enfocó en conseguir beneficios personales, completando la tarea iniciada 20 años antes por la Revolución Cultural, sostuvo Zhang.

“El momento en que el gobierno ordenó a su ejército que disparase contra su propio pueblo, perdió toda legitimidad”, afirmó Rowena Xiaoqing, quien participó en las protestas y luego dictó un curso sobre ese tema en Harvard. Hoy trabaja con el Instituto de Estudios Avanzados de Princeton.

“Desde ya, quienes están en el poder pueden manipular la historia y nuestros recuerdos. Pero ese tipo de manipulación y de supresión de la historia siempre es seguido por distorsiones de todo tipo, sociales, políticas psicológicas”, indicó el académico. “Es imposible comprender la China de hoy sin entender lo que pasó en la primavera de 1989”.

Hablando el domingo en un foro regional en Singapur, el ministro de defensa chino Wei Fenghe justificó la represión de las protestas.

“¿Cómo pueden decir que China no manejó el episodio de Tiananmén como corresponde? Se trató de un episodio de agitación política y el gobierno central tomó medidas para acabar con la turbulencia, que es lo que corresponde”, manifestó.

Un editorial publicado el lunes en la versión en inglés del periódico [i]Global Times[/i] del PC dice que el “levantamiento” de 1989 “inmunizó a China contra la agitación” y acusó a los líderes estudiantiles de entonces y a políticos extranjeros de aprovechar el aniversario para criticar a China.

Si bien el gobierno apela al patriotismo y a los ideales de la revolución comunista, ya pocos creen en esa ideología. Irónicamente, el PC parece un tanto descolocado por los jóvenes que siguen creyendo en el marxismo.

Una firme represión de los integrantes de una sociedad marxista de la prestigiosa Universidad de Pekín es un ejemplo de las inseguridades del régimen y de su disposición a anular derechos humanos básicos. La casa de estudios, cuyo secretario del PC, equivalente al decano, fue reemplazado recientemente por un ex jefe de los servicios de espionaje, no hizo nada cuando agentes de seguridad golpearon, hostigaron y sacaron por la fuerza a estudiantes que participaban en esas actividades, incluida un muestra de solidaridad hacia los obreros de una fábrica.

“Creo que al gobierno le preocupa la idea de otra ronda de manifestaciones estudiantiles masivas”, expresó Patrick Poon, especialista en China de Amnistía Internacional en Hong Kong.

China invierte hoy más dinero en el control interno que en el aparato militar, lo que representa una gran carga en momentos en que su economía se desacelera. Su crecimiento fue de solo un 6,6 por ciento el año pasado, el más bajo en tres décadas.

Pero de todos modos hay más iniciativas costosas para asegurar el control, en particular un sistema de “crédito social” que recopila información de los manejos de cada ciudadano en las redes sociales, su economía y su comportamiento social, que puede limitar el acceso a todo, desde oportunidades laborales hasta la compra de pasajes de tren.

La represión acabó con la posibilidad de reformas en China, pero podría haber acelerado la caída pacífica del muro de Berlín ese mismo año y la disolución de la Unión Soviética poco después.

“El pueblo chino no se benefició, pero el resto del mundo sintió el impacto”, expresó Zhang.


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