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Normando Medina Castro
Foto: Raúl Angulo Hernández
La Jornada Maya

Jueves 20 de julio, 2019

La unidad nacional es fundamental para enfrentar la debilidad de México por su fuerte dependencia hacia el extranjero, especialmente de Estados Unidos, como consecuencia de la codicia y la corrupción de los gobiernos mexicanos que de manera sistemática cedieron la soberanía.

El martes, Donald Trump inició de manera oficial, en Orlando, Florida, su campaña en busca de relegirse como presidente de EU en noviembre de 2020 y, en su discurso, mantuvo el mismo tono de rechazo a los migrantes y de ataque a todos los que, él piensa, le ganarán el apoyo de los votantes norteamericanos.

En un entorno complicado para que Trump obtenga el triunfo electoral y un nuevo mandato, enfrentado con China y con Irán, empecinado en apoderarse de los recursos de Venezuela, sin importarle la crisis humanitaria que ha provocado en ese país latinoamericano con el criminal bloqueo económico, hasta la posibilidad real de una intervención militar directa y las previsibles fricciones con Rusia.

Su estilo de CEO agresivo, incluso pendenciero, no ha terminado por convencer a muchos sectores de la sociedad norteamericana, al grado que, sus niveles de aceptación y de popularidad son muy bajos, lo cual lo aleja de las posibilidades de ganar su relección. Esta circunstancia hace que sea especialmente peligroso para México, ya que no se tentará el corazón para provocarnos daños que le puedan dar el apoyo interno que requiere.

Ante esta circunstancia que, hace previsibles las embestidas de Trump contra México, ningún mexicano debe anteponer sus intereses personales y de grupo por encima de la unidad nacional.

Es cierto que el tema migratorio, una de las banderas predilectas de Trump, debe ser manejado con sumo cuidado, lo cual implica no perder de vista los derechos humanos, pero tampoco la legalidad. Si el gobierno mexicano refuerza la frontera con Centroamérica, es un derecho que tenemos como país y existen leyes que rigen los pasos migratorios. El despliegue de la Guardia Nacional y controlar los flujos migratorios centroamericanos hacia nuestro país, en tanto sea apegado a nuestras leyes y al bienestar de los mexicanos, es necesario. El crimen organizado también opera el tráfico humano.

La comentocracia y los poderosos empresarios y políticos de la derecha mexicana que ponen por encima del bienestar nacional sus ambiciones de poder y dinero, no tienen empacho en citar valores internacionales de gran humanismo que, nunca han defendido ni practicado, como la solidaridad y la generosidad.

En su afán por presionar y someter a sus intereses al gobierno mexicano, lo acusan de someterse a EU y convertirse en su patio trasero. Ahora resulta que son bravucones y patrioteros que “exigen” no ceder a las presiones del presidente del país de las barras y las estrellas, cuando sus hechos los desmienten y siempre han vulnerado la soberanía nacional y se han aliado con poderosas transnacionales para saquear recursos mineros y petroleros de México.

Eso no es más que una vil trampa, una postura demagógica para descarrilar a nuestro país ante las previsibles reacciones de Trump que, podrían devastar nuestra economía y la paz social. Baste saber que somos un país petrolero que importa de EU casi el 80 por ciento de los combustibles que consumimos, sin los cuales el país quedaría paralizado. ¿Cuál independencia hay que defender?

México es un país que, de acuerdo con datos de la FAO, importa cerca del 60 por ciento de los alimentos que consume, de los cuales el 75 por ciento provienen de EU. La mayoría de las exportaciones mexicanas son hacia Estados Unidos y el mayor ingreso nacional son las remesas enviadas por los mexicanos que viven en la Unión Americana. Esos personajes que ahora se dicen nacionalistas y condenan el reforzamiento de nuestra frontera con Centroamérica, son los mismos que apoyan al autoproclamado presidente de Venezuela, Juan Guaidó, y justifican una intervención militar en ese país hermano y luchan para que nos ocurra lo mismo mientras argumentan la defensa de nuestra independencia.

La falta de planeación y la incapacidad para aplicar criterios más flexibles restan impacto a los esfuerzos que el gobierno del estado ha hecho para mejorar las calles de Chetumal, la capital de Quintana Roo. La Secretaría de Obras Públicas pavimentó y bacheó, la Comisión de Agua Potable las rompió. Además, como si fuera “manda”, aún cuando, en algunos casos, se trata de zonas con bajo consumo de agua y con tuberías que no han tenido problemas de fugas, cavan zanjas para cambiarlas. Ambas obras son necesarias, pero un poco de sentido común, de flexibilidad, de coordinación y planeación, no están de más.

Con un solo acceso por tierra, es absurdo que en Chetumal opere impunemente la delincuencia y a la alza. Preocupa al sur de Quintana Roo el incremento de robos, asaltos a mano armada y los crímenes de alto impacto como las ejecuciones con la marca del crimen organizado. Ojalá el costoso y sofisticado súper filtro instalado en la única salida y entrada a Chetumal ayude a localizar a los malandros.

Urge revisar la legislación relacionada con la relección de diputados locales en Quintana Roo. Resulta aberrante que personajes altamente cuestionados alcancen un segundo periodo por vía plurinominal. Pena ajena la de los partidos que los postulan a sabiendas de su nulo apego a la verdad, a la transparencia y a la rendición de cuentas. Ejemplo claro, el diputado del PAN Eduardo Martínez Arcila. No es posible que con estos aliados mejore la imagen y la percepción del gobernador Carlos Joaquín, que en la evaluación de mayo realizada por Arias Consultores no mejoró. Actitudes como las que ha asumido la directora general del DIF, María Elba Carranza Aguirre, en contra de personal y de usuarios de la noble institución, dañan a quien los puso en el cargo. En fin, son cosas que pasan en nuestro país y en nuestro caribeño estado.

¡Hasta la próxima!

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