Texto y foto: Afp
La Jornada Maya

Washington, Estados Unidos
Lunes 24 de junio, 2019

"¿Cómo tomas un licuado sin popote?".

Es una pregunta que la ciudad de Washington deberá hacerse próximamente tras decidir, en nombre de la protección ambiental, prohibir los popotes de plástico, casi un sacrilegio en la cuna de este objeto tan simple como omnipresente en el día a día de los estadunidenses.

Millones de popotes han salido en el último siglo de los muros de ladrillo amarillento del "Stone straw building". Erigido al borde una vía férrea, en un barrio residencial de Washington, el imponente edificio acoge actualmente a la autoridad de tránsito de la capital estadunidense.

Solo una discreta placa conmemorativa fijada encima de un bote de basura da señales de su historia y honra la memoria de Marvin C. Stone, "inventor del popote de papel".

Según la leyenda, Stone tuvo la idea al beber una noche su cóctel preferido a base de menta, el "mint julep". Cansado de los residuos que dejaban los popotes de planta de centeno usadas en ese entonces, el fabricante de portacigarrillos los reemplazó por tubos de papel enrollado y unido con cera.

Solicitó una patente en 1888 y el resto es historia.

Pero casi un siglo y medio después, su ciudad adoptiva, ingrata, se convirtió en la segunda gran metrópolis de Estados Unidos, después de Seattle, en prohibir los herederos de plástico de su popular invención.

En América Latina, se suman ya Buenos Aires y Río de Janeiro.

La prohibición en Washington de los popotes de plástico, consideradas demasiado pequeñas para ser clasificadas por las máquinas de reciclaje, empezó oficialmente el 1 de enero, pero no será impuesta hasta el 1 de julio, tras un periodo de gracia destinado a facilitar la transición a los comercios y restaurantes.

[b]No hay solución ideal[/b]

"Muchos negocios siguen usando popotes de plástico (...) y esperan que la nueva ley no se implemente", dice Kirk Francis, gerente del local de comidas Tastemakers, ubicado en una antigua fábrica de mayonesa adjunta al Stone straw building.

Preocupado por el ambiente, el joven empresario se enfrentó hace ya varios años a la misma pregunta existencial cuando lanzó "Captain Cookie and the Milk Man", un foodtruck de galletas y productos lácteos: "¿Cómo tomas una licuado sin popote?".

Pensó en popotes de metal, papel biodegradable o material vegetal, muchas de ellas más caras o incluso menos resistentes que las de plástico, pero dice que no ha conseguido una "buena solución".

El joven "Capitán" Kirk, que cubre su cabello ondulado con una gorra del "Cookie Monster", es realista y sabe que a la mayoría de los clientes no les importa mucho: "Los clientes quieren un popote que funcione".

Así que hacer que los estadunidenses dejen los popotes no será un trabajo fácil. Son una parte inextricable de su cultura desde que su uso fue impulsado para frenar la propagación de enfermedades en una época en que la gente todavía compartía tazas para beber de las fuentes públicas.

Otro estadunidense, Joseph Friedman, hizo aportes a la invención de Stone en los años 30, luego de ver a su hija beber con dificultad un batido. Su modificación, el popote plegable, creció en popularidad junto a otros clásicos de la cultura estadunidense: surtidores de soda, la comida para llevar, y las bebidas con montañas de hielo.

También el poliestireno

La prohibición de los popotes de plástico es realmente un comienzo simbólico, piensa Sarah Perrin, una cliente de Tastemakers, cuya hija Lilly, de 5 años, disfruta un jugo de fruta ayudada de un popote de plástico... en un vaso de plástico cubierto con una tapa de plástico.

"Sin popote, ella lo derramaría por todos lados", dice su mamá.

"La prohibición de popotes tiene una buena intención, pero ¿qué pasa con las personas con discapacidades o los niños?", se pregunta Perrin. "Nos puede ayudar a sentirnos mejor sobre nosotros mismos, ¿pero realmente hace una diferencia para el ambiente si no se ataca primero a las corporaciones?".

Collin Odell, sentado con su perro en la terraza, también usa un popote de plástico para tomar su jugo de guayaba lleno de hielo.

"Vino con mi orden", explica un poco a la defensiva el joven residente de Brookland, un barrio en plena gentrificación.

"Estoy totalmente de acuerdo con la prohibición si puede ayudar a reducir la cantidad masiva de basura en los océanos", dice.

Odell dice que ve menos popotes plásticos en Washington. "Pero no es el caso en el resto del país".

"Siempre me sorprende cuando viajo fuera de Washington, que me sirvan en vasos de poliestireno". Otra obsesión estadunidense.


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