La necesidad de una nueva épica

Hugo Martoccia
Foto: Twitter @CarlosJoaquin
La Jornada Maya

Lunes 2 de septiembre, 2019

Luego de su Tercer Informe, Carlos Joaquin iniciará, en los hechos, la segunda parte de su gobierno. El dato no sólo alude a cuestiones de calendarios y fechas, sino también a una particular cadencia política que sucede en el trienio final de toda administración. La tradición política priísta decía que en ese punto comenzaba la lenta despedida del gobernante en turno.

Se suponía que en ese momento el mandatario comenzaba un declive que debía culminar en la transferencia del poder a su sucesor, normalmente elegido por él mismo. El problema es que esa tradición se rompió en el país, hace muchos años, y en el estado hace tres.

Lo primero que debe decirse, entonces, es que vivimos un escenario político inédito en Quintana Roo. Como ejemplos de ello, podemos decir que el gobernador no tiene un sucesor surgido de su propia fuerza política, pero tampoco enfrenta (hasta ahora, al menos) desafíos importantes de sus opositores.

Sus conflictos políticos son escasos. La alcaldesa de Solidaridad, Laura Beristain, que quiso ocupar ese lugar, tiene demasiados problemas internos para pensar en batallas mayores. La senadora morenista Marybel Villegas optó hace algunas semanas por una suerte de pacto de no agresión. Más allá de eso, no hay conflicto alguno.

Otro dato que marca lo insólito del momento político es que si hubiera que juzgar por las fotografías y los gestos, la sucesora del gobernador es Mara Lezama, surgida de Morena. Nadie de su propio espacio político tiene mayor preponderancia (al menos en las formas, se insiste) que la alcaldesa de Cancún.

La referencia a Morena no es gratuita. Tiene que ver, en gran parte, con lo que significa Andrés Manuel López Obrador en este contexto. Podría decirse, sin exagerar, que todo el futuro político del actual gobierno estatal pasa, de una manera u otra, por la “zona de influencia” del Presidente.

Los desafíos de la seguridad, el cada vez más complejo entorno económico y financiero de los gobierno estatales, la relación con el Congreso local, y hasta la construcción de una nueva épica, que Carlos Joaquín necesita para rehacer el relato político de su sexenio; todo pasa por AMLO.

[b]La seguridad[/b]

El propio AMLO dijo días atrás que el único desafío serio a la gobernabilidad es la inseguridad. El caso de Quintana Roo no es ajeno a ese contexto nacional.

La buena noticia en este sentido es que el gobernador iniciará la segunda parte de su mandato con su proyecto de Mando Único consolidado en los 11 municipios. Pero la noticia también conlleva el riesgo de que ahora no hay excusas para lograr una fuerte disminución de los delitos comunes y de alto impacto.

En el gobierno muestran números que dicen que donde se implementa el Mando Único, los índices de criminalidad van a la baja. También reconocen que la sensación de inseguridad está tan arraigada, que ningún número alcanza para sosegar ese reclamo.

Carlos Joaquín sabe que su sexenio quedará marcado por lo que pueda hacer por el combate a la inseguridad. Si su estrategia, basada en el Mando Único y en una fuerte inversión en tecnología, da resultado, la historia lo juzgará de manera favorable. De otra manera, eso difícilmente suceda.

Uno de los problemas centrales en este punto tiene que ver con los recursos. El proyecto del C5 tiene un costo monumental, que es muy difícil afrontar en soledad. Allí, el estado siente que la Federación lo ha dejado solo.

[b]La cuestión financiera[/b]

En ese punto, el tema de la seguridad se toca con el de los recursos. Días atrás, Carlos Joaquín dijo que hay coparticipaciones federales demoradas por alrededor de 2158 millones de pesos. Se trata de una cantidad que es suficiente para generar demasiados inconvenientes.

Aunque ya no se hable mucho de eso, el problema financiero del estado sigue siendo enorme. La deuda es de alrededor 19 mil 600 millones de pesos, y tan sólo en la primera mitad de este año se pagaron más de 900 millones de pesos de intereses.

La situación es tan compleja, que en noviembre de 2018 y en abril de este año, el gobierno debió solicitar dos créditos de corto plazo por más de 1100 millones de pesos en total. De uno de esos créditos ya se devolvieron alrededor de 500 millones de pesos. Son créditos a 12 meses, que sirven para cubrir las urgencias, mientras la Federación reordena la entrega de coparticipaciones.

En el entorno del gobernador hay quienes creen que la demora en la entrega de esos recursos no es un error, sino una estrategia de sometimiento de AMLO hacia los estados. Ya es por todos conocido, y aceptado, ese estilo dual del Presidente, que consiste en felicitar a los gobernadores en público, pero castigarlos de modo diverso en privado.

[b]El trasfondo político[/b]

En ese punto, aparece el otro compañero de ruta que tendrá Carlos Joaquín en su último trienio. El gobernador deberá convivir con la poderosa sombra de AMLO, en uno de los estados más lopezobradorista del país.

Como ya se dijo, la guerra política que propusieron Laura Beristain y Marybel Villegas está momentáneamente congelada. Pero asoma lo que pudiera suceder con la mayoría que Morena, el PT y el Verde tienen, al menos hasta hoy, en el Congreso.

La señales no son de riesgo inminente; en el gobierno estatal tienen buen trato con los tres partidos. Pero la intención del oficialismo es que en las próximas semanas se logren obtener espacios reales de poder en la Legislatura, por medio de diputados afines en comisiones de peso específico, para que cualquier negociación se haga con algo poder en la mano. De otro modo, las cosas podrían complicarse a mediano o largo plazo.

El gran problema allí es que el grupo duro de Morena quiere quedarse con todo. Y hasta ahora ha operado mejor que sus rivales internos. En el oficialismo estatal aseguran que eso es solo un espejismo: están convencidos que el lopezobradorismo no es una fuerza homogénea, y que sucumbirá demasiado rápido a las presiones y las tentaciones del poder.

Sin embargo, algo ha llamado la atención: una clara señal de Carlos Joaquín de mostrarse como referente, o participante al menos, de un proyecto que podría confrontar con AMLO. En los últimos días, el gobernador se ha mostrado, como pocas veces, haciendo un sólido frente común con los gobernadores del PAN que tienen como lema ser un “contrapeso” del Presidente.

Aún no queda claro si esa decisión es parte de una estrategia que incluye que, tarde o temprano, habrá un enfrentamiento con el lopezobradorismo, o se trata de una señal de pertenencia relativa a un grupo de poder aún en ciernes.

Pero algo es claro: no es, de ninguna manera, un dato menor, a donde finalmente se dirija finalmente ese proceso.

[b]La épica y el relato[/b]

Ningún gobierno puede sobrevivir sin su relato político. Y todo relato político requiere de un lenguaje épico, que permita identificar el “paraíso” al que llegará la sociedad si apoya a su gobierno o líder.

El gobierno estatal tuvo ese relato épico cuando levantó la bandera de recuperar la institucionalidad después de esa tragedia que fue el borgismo. Pero eso ha terminado.

Además, el entorno político nacional no ayudó. La aparición de AMLO como un verdadero tsunami político y electoral cambió todos los parámetros. El Presidente es un constructor de relatos inigualable, y su “4T” minimiza o ensombrece cualquier otra idea de menor envergadura.

En ese contexto, Carlos Joaquín debe encontrar, para su trienio final, un nuevo relato que “otorgue sentido y una nueva significación a los actos de gobierno; a los más trascendentes y también a los cotidianos”. Y eso no es nada fácil, pero es muy necesario.

[b][email protected][/b]