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Texto y foto: Francisco J. Rosado May
La Jornada Maya

Martes 10 de septiembre, 2019

No lo podían creer; los invitados para acudir a una clase con una sabia local pensaron ir a un salón de clases convencional dentro de la universidad. Los invitaron a subirse a un vehículo y salieron de la universidad, asumieron que la universidad tenía instalaciones en otra parte de la ciudad. Se sorprendieron al llegar a una casa muy humilde, con techo de lámina, cuando mucho de unos 4x4 metros cuadrados, con bajareques y techo ahumado porque también se cocina ahí. Les pidieron bajarse para platicar con la profesora de plantas medicinales. Quizá esperaban ver a un profesor o profesora convencional que les mostraría in situ ejemplos, no esperaban ver a una anciana, con nombramiento de profesora de la Universidad Intercultural Maya de Quintana Roo, viviendo en esas condiciones.

A medida que la profesora hablaba, los estudiantes se emocionaban porque estaban escuchando cosas nuevas, no sólo el nombre en maya de las plantas medicinales que la profesora maneja día con día; no sólo escucharon cómo se prepara la medicina con esas plantas y los cuidados que hay que tener para cada enfermedad, sino que también escucharon historias de vida llenas de consejos, experiencias y, sobre todo, filosofía y cosmovisión. Escucharon palabras que no habían escuchado en otras “clases”, palabras que describían problemas de salud presentes en la comunidad. Escucharon explicaciones lógicas, coherentes, que les permitió vislumbrar todo un sistema sofisticado de salud que han creado y mantenido los mayas. Palabras provenientes de una mujer sabia ampliamente respetada en José María Morelos.

La mujer juega un papel increíble e insustituible, pero a la vez no reconocido, en la cohesión del tejido social de la comunidad. Son mujeres quienes cuidan los embarazos, especialmente de las primerizas, ofreciendo consejos y sobando para acomodar al bebé, o bien sobando para acomodar el cirro en su lugar. Son mujeres, parteras, quienes nos traen el mundo. Son mujeres quienes acompañan a las parteras para asistir a la parturienta. Son mujeres quienes saben de plantas para alimentación. Son mujeres, principalmente, quienes, por sus conocimientos de plantas, nos curan de muchos males que ellas también han identificado, clasificado, entendido y desarrollado curas. Son mujeres las que conducen los rezos durante los velorios y sepelios. Gracias a esas mujeres existe cohesión en nuestras comunidades.

Sin embargo, algo pasa en nuestra sociedad que el papel de las mujeres no es lo suficientemente visible ni apreciado, menos el de las mujeres indígenas. El feminicidio no solamente es quitar la vida a mujeres, por ser mujeres, sino que también es feminicidio no reconocer, impulsar y potencializar el papel de las mujeres en la cohesión del tejido social comunitario.

Las sanadoras tradicionales, sabias locales, creadoras y guardianes del sistema de salud comunitaria son las que saben que es y cómo tratar el problema del mal aire, del ojo, del cirro, del pasmo, lo frío y caliente, problemas de salud que los médicos convencionales ni siquiera han escuchado mencionar. Sin embargo, esos problemas existen, se han documentado, y aun existen personas, la mayoría mujeres, que los diagnostican y ofrecen tratamiento; aunque cada vez hay menos de ellas. Un mal aire puede ocasionar defectos físicos y mentales; un daño de ojo puede ocasionar en bebés y niños diarrea, dolor de cabeza, desasosiego; el cirro, también llamado en maya tip’te’ es un “órgano” ubicado debajo del ombligo, cuando está fuera de su lugar la persona sufre de acidez, diarrea, vómitos, gases (ver artículo de Patrizia Quattrocchi en el vol. 1, núm. 2, 2006, de la revista Península). El pasmo puede resultar del mal balance entre el frío y el calor al que se somete una persona, y puede provocar diversas enfermedades, entre otras está el cáncer, la diabetes, el colesterol, que son comunes actualmente (ver a Mónica Chávez Guzmán en el vol. 28 de la revista Estudios de la Cultura Maya, 2006).

En esta entrega no se pretende abundar sobre las enfermedades antes mencionadas, y otras no mencionadas. Se trata de hacer visible que los mayas desarrollaron un sistema sofisticado para entender problemas de salud, que todavía se usa y que los guardianes de esos conocimientos son principalmente mujeres que permanecen invisibles en su función no solo de curar sino de cohesionar el tejido social de su comunidad. Y estos sabios y sabias se están yendo y no estamos aprovechando esos saberes.

Esta entrega también es un homenaje a doña Manuelita Dzul Batún, sabia local que dio su última cátedra, como profesora universitaria, a estudiantes de la carrera de salud comunitaria de la Universidad Intercultural Maya de Quintana Roo el pasado 22 de agosto, estando postrada en cama por haber sufrido una caída que le lastimó seriamente el hueso fémur de una de sus piernas. Cayó porque el baño que le construyeron, mediante un programa de gobierno, lo hicieron alejado del cuarto que le hicieron, sin escalera para llegar a la altura del piso y sin los barandales que una persona de edad avanzada necesita para sostenerse y mantener equilibrio. La caída disparó otros males que finalmente su cuerpo no pudo vencer. Nos dejó en la noche del viernes 6 de septiembre a los 85 años.

Doña Weli, como le dicen de cariño sus amistades, había recibido reconocimiento como Mujer Quintanarroense Destacada el 8 de marzo de 2017, de manos del gobernador, por sus saberes como sanadora. Fue Medalla al Mérito Ciudadano de José María Morelos, que recibió el 9 de octubre de 2015, en reconocimiento por sus saberes y liderazgo comunitario. Ella fue activista para la creación de la Universidad Intercultural Maya de Quintana Roo. Por sus dotes de liderazgo se le conocía como “La Generala”. En sus pláticas siempre mencionaba que su liderazgo no era para beneficio de ella, sino de la comunidad y que las personas con saberes profundos son motivo de envidia de mala gente.

Por sus saberes como sanadora, junto con doña Rosa y doña Felipa, en 2011 fue seleccionada, mediante concurso de oposición, para ser profesora investigadora de tiempo completo en la UIMQRoo. La normatividad de esta universidad permite esas contrataciones como una forma de reconocer los profundos saberes locales de personas sin estudios formales, pero con enormes reconocimientos de su comunidad. Aun cuando lo consideraban un honor, ellas inicialmente rechazaron ingresar a la UIMQRoo porque ello significaba que se alejarían de sus pacientes y de su comunidad. Acordaron ser profesoras de medio tiempo. Aun así, ¡qué gran oportunidad para avanzar la interculturalidad!.

Descanse en paz doña Weli. Que su historia de vida nos permita avanzar en la dirección correcta, hacia la interculturalidad….., y mejorar programas de gobierno en materia de salud, educación y atención a la tercera edad.


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