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Gabriela Cantillo de Rosas
Foto: Archivo familia Abraham
La Jornada Maya

Lunes 11 de noviembre, 2019

Los vimos crecer, juntos correr, jugar futbol, voleibol, esquiar, nadar, esnorquelear, pescar, bucear y pasear en lancha. Los recordamos como los niños que más gozaban estar en la playa, donde eran libres; la arena de cada casa era su patio de juegos.

Una infancia como recuerdo la mía, siempre alrededor de amigos y amigas. Nuestras casas eran su refugio para descansar de tanto sol, cuando sedientos pasaban a tomar agua con hielo y continuar en su diversión, respetando siempre los domingos familiares, cuando convivían con sus abuelitos, tíos, primos y por supuesto con papás y hermanos. ¿En qué momento empezaron a crecer que la primaria pasó muy rápido con los partidos de fútbol, las competencias maristas, entrenamientos, convivencias y pasadía con los amigos?

Llegó la pubertad en la secundaria, donde las niñas empiezan a formar parte de su vida; entonces formaron grupos de amigos de los que surgieron parejas, matrimonios y familias que hasta hoy permanecen.

Recuerdo todas y cada una de sus travesuras y experiencias probando cosas nuevas que la vida les enseñaría. Su etapa de adolescencia la disfrutamos mucho, nos encantaba recibirlos en la casa y poder ser testigos de lo bien que se la pasaban.

Cuántas cosas compartimos de cerca y otras no tan cerca, porque somos mayores. Muchos recuerdos, misiones, excursiones, paseos en lancha, moto de agua y tierra.

Les llegó la hora de manejar y experimentar otra etapa de la vida, terminar la prepa y empezar una carrera, estudiando y trabajando nos demostraron su gran valía auténticos líderes; con visión nueva, ideas y logros que hasta hoy nos sorprenden.

¡Qué linda es la amistad! ¡Cuánto cariño, solidaridad, comprensión, aceptación y transformación!

Nos dejas un legado inolvidable: un joven lleno de amor y fe hacia Dios, que transmitiste a mucha gente que te dio un poquito de lo tanto que les diste.

No te vas. Al menos en nuestra familia seguiremos hablando y recordándote como siempre.

Veremos crecer a tus hijos, compartiendo con los nuestros esta preciosa infancia, su increíble adolescencia, su adultez y verlos formar sus propias familias.

Como dijo San Agustín:

[i]La muerte no es nada.[/i]
[i]Yo sólo estoy al otro lado.[/i]
[i]Yo soy yo y tú eres tú.[/i]
[i]Lo que nosotros éramos, el uno para el otro, lo somos siempre.[/i]
[i]Dame el nombre que siempre me has dado.[/i]
[i]Háblame como siempre lo has hecho.[/i]
[i]No hagas servir un tono diferente.[/i]
[i]No tomes un aire solemne o triste.[/i]
[i]Continúa riendo de lo que nos hacía reír juntos.[/i]
[i]Reza, sonríe, piensa en mí, reza conmigo.[/i]
[i]Que mi nombre sea pronunciado en casa como siempre lo ha sido, sin ningún énfasis,[/i]
[i]sin sombra.[/i]
[i]La vida significa lo que siempre ha significado, es lo que siempre[/i]
[i]ha sido: El hilo no se ha roto.[/i]
[i]¿Por qué tendría que estar fuera de tu pensamiento?[/i]
[i]¿Sólo porque estoy fuera de tus ojos ?[/i]
[i]No estoy lejos, estoy exactamente al otro lado del camino.[/i]
[i]¿Ves? Todo está bien, volverás a encontrar mi corazón;[/i]
[i]volverás a encontrar en él las ternuras purificadas.[/i]
[i]Seca tus lágrimas y no llores si me amas.[/i]

"Querido Gerardo Abraham Goff, seguirás siempre entre nosotros".


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