Juan Manuel Contreras
Foto: Enrique Osorno
La Jornada Maya

Mérida, Yucatán
Miércoles 20 de noviembre, 2019

“El suicidio es una creación sociocultural”, aseguró el doctor Gaspar Baquedano López, especialista en siquiatría y director de la iniciativa [i]Eco Escuela de Conciencia[/i], y aclaró que dicho fenómeno no existe por sí mismo, lo que representa uno de los problemas que se han tenido con su medicalización, “no es una enfermedad mental”, aseveró.

Durante la presentación de un libro [i]El adorador de Ixtab[/i], que trata sobre ese tema, el galeno expuso que es común que las personas digan “no puedo sacármelo de la cabeza, se me metió el suicidio”, sin embargo, apuntó que “no podemos sacar nada, porque no vino volando como un mosquito que nos picó y nos infectó. Es una construcción”, reiteró.

Baquedano López añadió que la idea del suicidio se construye desde el contexto económico, social, cultural y sicológico, y las condiciones de pobreza extrema que laceran varias zonas del país también influyen. Para él, Yucatán es un ejemplo de lo anterior.

“Caminemos por algunas colonias del sur o ciertas regiones del estado y nos vamos a encontrar -en muchos casos- ignorancia, falta de educación, pobreza, servicios básicos decadentes y desigualdad social. Ese es el material que construye una esperanza, la esperanza de buscar el placer”.

Acorde a sus investigaciones, la persona que piensa en suicidarse no busca la muerte. Al cuestionarles sobre las razones de su decisión, algunas respuestas recurrentes son: que quieren descansar, huir, estar en paz, dejar de sufrir y encontrar la felicidad.

“Llegamos aun punto en el que no se trata de estar muerto, soy yo mismo imaginando una situación de placer, un placer que me ha sido negado; entonces los suicidas están buscando vivir a través de la muerte física”.

Lo anterior, resaltó, resulta una interesante contradicción en el suicidio y las contradicciones no son para corregirlas, sino para comprenderlas y “entrar por esa grieta”, encontrar que en el fondo del deseo suicida hay un deseo de vivir, porque no se sabe cómo disfrutar la vida.

“En términos de intervención, cuando trabajamos con una persona y le mostramos esto, el cambio es drástico, porque viene de una estigmatización de cobarde, que está huyendo o que es un perdedor, pero le hacemos comprender que lo que tiene son deseos de vivir, pero no sabe cómo”, puntualizó.


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