Texto y foto: Notimex
La Jornada Maya

Ciudad de México
Lunes 25 de noviembre, 2019

En el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer 2019, recordaremos la trayectoria de Chimamanda Ngozi, lectora precoz, escritora temprana, procedente de una familia de clase media en Nigeria, quien se ha puesto en los reflectores del mundo no sólo por su literatura, que incluye varias novelas premiadas, sino fundamentalmente por sus ideas que rompen fronteras y llaman, entre otras cosas, a soñar y a planificar un mundo diferente, más justo, de hombres y mujeres más felices y auténticos.

Ngozi Adichie nació el 15 de septiembre de 1977 en la aldea de Abba y fue la quinta hija de un matrimonio igbo, formado por Grace Ifeoma (secretaria) y James Nwoye Adichie (profesor), y según sus datos biográficos tuvo una infancia feliz en la ciudad de Nsukka, donde se ubica la Universidad de Nigeria, en la que laboraban sus padres.

Leía historias occidentales que la atrajeron hacia la literatura que pronto comenzó a desarrollar a partir de tramas y personajes propios de la literatura que acostumbraba, hasta que descubrió en Cyprian Ekwensi y Chukwuemeka Ike, autores que la hicieron descubrir su identidad africana y la posibilidad de construir historias con las que realmente se identificara.

Admiradora también de Chinua Achebe, con quien se le ha llegado a comparar, Ngozi salió de su país a los 19 años con una beca que la llevó a estudiar Comunicación y Ciencias Políticas en una institución de Filadelfia, en Estados Unidos, luego se graduó de la Universidad Estatal del Este de Conneiticut, en 2001, y comenzó estudios de Escritura creativa en la John Hopkins de Baltimore y una maestría en Estudios africanos en Yale, en un lapso crucial que la fue transformando hasta encontrar su auténtica voz cultural.

La voz de una mujer fuerte, segura de sí misma, que sabe de su valía y no se detiene ante las limitaciones impuestas por la cultura, la sociedad y hasta la política de las naciones; una mujer que debutó en la literatura con La flor púrpura, que ganó el Writer's Prize for Best First Book en 2005. y que hoy llega a más personas con sus charlas en las que reflexiona en primer lugar sobre su historia, que no es tan simple como se aprecia en las biografías, pues tampoco es una historia única, como la que fustiga en sus discursos, sino un cúmulo de ellas, que una a una, la hace la mujer y la escritora que es hoy.

En 2006 publica su segunda novela, [i]Medio sol amarillo[/i] ([i]Half of a Yellow Sun[/i]), que se desarrolla durante la Guerra Civil Nigeriana, con este texto obtiene el Orange Prize for Fiction en 2007; mientras que en 2009 da a conocer [i]The Thing Arround Your Neck[/i], del que se desprende su famoso discurso [i]El peligro de las historias únicas[/i], en el que reflexiona sobre la falta de comprensión del mundo derivada de las historias únicas, de las versiones unidireccionales que han poblado la verdad universal y que muchas veces más que erróneas son tan incompletas que es difícil lograr el entendimiento e incluso la empatía con el otro.

Vino después [i]Americanah[/i] (2013), un best-seller en el que se dio la libertad de romper con los límites de género, habló de racismo, migración e incluso identidad y le valió el Premio del Círculo Nacional de Críticos del Libro, y para 2015 su ensayo [i]Todos deberíamos ser feministas[/i], que ha replicado con gran éxito en diversos foros internacionales.

En ambos casos, Ngozi recurre al testimonio, a las anécdotas personales para reflexionar e incluso reconocer cómo más de una vez se ha sorprendido siendo parte de estos estereotipos universales y cuan avergonzada se ha sentido por ello, pero también cómo ha ido cambiando, evolucionando en su forma de pensar con el tiempo, la preparación y la propia vida, desde que descubrió la literatura propiamente de su país y cobró consciencia de lo que representaba ser africana, hasta el momento en el que le han cuestionado la autenticidad de su literatura, por no ajustarse a los clichés de la sociedad bárbara y pobre.

En [i]Todos deberíamos ser feministas[/i] hace, sobre todo, una crítica al cliché de la mujer que, por manifestarse contra prácticas misóginas y machistas, debe, por añadidura, odiar a los hombres, detestar los tacones y los lápices labiales; habla sobre cómo a la mujer se le ha enseñado culturalmente a que puede destacar, pero poco, puede expresarse, pero no demasiado, puede estudiar, pero no sobresalir, de lo contrario serias una amenaza contra el hombre cuando tú papel es ser un soporte de él.

Y es que el problema con el género, afirma, es que prescribe cómo debemos ser en vez de reconocer cómo somos. Y en ese sentido, feminista puede ser un hombre o una mujer que dice: "Sí, hay un problema con el género tal como existe hoy, y hay que solucionarlo. Tenemos que hacerlo mejor".

Chamamanda Ngozi, quien es considerada como el nuevo rostro de la literatura africana, vive entre Nigeria y Estados Unidos, donde imparte clases de escritura creativa, escribe sus libros y ofrece conferencias en las que vierte sus opiniones, siempre aplaudidas. Su más reciente volumen es [i]Cómo educar en el feminismo[/i], un libro-carta, dirigido a una amiga que le pregunta cómo inculcar en su hija los valores feministas.


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