Graciela H. Ortiz
La Jornada Maya

Mérida, Yucatán
Martes 31 de diciembre, 2019

No importan nuestras creencias, todos celebramos la llegada del Año Nuevo con buenas intenciones y mejores deseos. En casi todo el mundo se tiene una celebración para dar la bienvenida al nuevo ciclo, pero, esa fecha varía. El mundo occidental utiliza el calendario solar, quizás influenciado por los egipcios, quienes lo adoptaron porque adoraban el sol.

El mundo musulmán aún hace uso del calendario lunar con años de 355 días, porque así lo dicta el Corán; para los chinos, el año nuevo comienza con la segunda luna nueva o con la tercera, lo que puede situar el inicio del Año Nuevo en una fecha que oscila entre el 21 de enero hasta el 21 de febrero; el calendario judío se inicia con el origen del hombre: la creación de Adán que, según ellos, sucedió el 7 de octubre de 3761 aC ; en Japón, la celebración del Año Nuevo es el shógatsu y dura el último día del año y los tres primeros del año que inicia, entre otras celebraciones a nivel mundial.

“El calendario maya consta de 18 meses de 20 días, no concuerda con el calendario gregoriano o juliano que nos rige. No estamos de acuerdo con el calendario gregoriano, porque es un calendario que nos impusieron”, asegura Edgar Peraza Chan, sacerdote maya y líder del Consejo de Ancianos Mayas.

Para los mayas de Yucatán la celebración comienza el 25 de julio, aunque puede variar, “ni los poetas se ponen de acuerdo, en Guatemala se hace en febrero, otros dicen que es en agosto, pero para nosotros es en julio. La alineación cósmica es diferente en varias regiones”.


[b]La ceremonia[/b]

Peraza Chan indica que se hace una geometría sagrada, que son tres cuadrados, y en el medio en lugar de la ceiba se pone fuego y se reza durante cinco días al creador y formador, a la naturaleza, al viento, al agua, a la tierra y al sol.

Durante esos cinco días, se dan consejos, conferencias, se quema toda la discordia, todo el ego, todo lo que no sirve, también se puede escribir en un papel, tras hacer una introspección, y luego se quema en ese fuego.

A las 12 del día, de la quinta jornada, “bajamos la energía del sol por medio de un prisma, como lo hacían los antiguos mayas, para que se convierta en el fuego sagrado, pero eso es simbolismo, es metáfora, el fuego sagrado es para encender el espíritu del ser humano, no es el fuego físicamente, no es el fuego más alto, no es el sacerdote que grita, sino que es el fuego del corazón, del alma, del espíritu, del conocimiento ancestral, es lo que se recuerda en esos momentos, en esa ceremonia”.

Dentro de ese ritual está la finalización del viejo año y el inicio del nuevo, a partir de allí se vuelve a contar el Tzolkin o Tzolk'in?, se vuelve a escorar el tiempo, es decir se cuentan 360 días y se vuelven a iniciar los cinco días de fiesta.

Hay una forma en que se analiza la geometría sagrada, el centro es el fuego o la ceiba, pero tiene puntos que van hacia ciertas direcciones que va concordando de acuerdo al calendario de 260 días con el calendario de 365 días.

El sacerdote señala que el calendario sagrado es el Buk Xok, no es Tzolkin, “está mal utilizado esa palabra porque todos los días estamos escorando el sol, es Buk Xok porque sale del cuerpo, son 13 articulaciones que tiene el cuerpo humano por los 20 dedos que tenemos hacen un total de 260 días, que es el periodo de gestación de un niño y se alinean a los 52 años”.

El calendario maya es cíclico, porque se repite cada 52 años. Cada 52 años se sincronizan el Calendario Haab (que cuenta el ciclo solar) y el Tzolkin (cuenta sagrada de los días).

“Si se multiplica 52 por 365 días, da 18 mil 980, si se multiplica 260 por 73, debe dar lo mismo, es la alineación de los dos calendarios, por eso los antiguos mayas lo hacían cada 52 años”, manifiesta.

Comenta que el 21 de diciembre es el solsticio, pero eso no se relaciona con la finalización del año, “lo obtenemos a través de la suma del 1 al 13, lo que da 91 días, es decir lo que dura cada estación del año”.

Sostiene que para ellos el 13 es la tribu andante, es la tribu perdida, “que somos nosotros en busca de la espiritualidad; no importa si eres maya, o lo que seas, somos el arcoiris de la sangre que traemos, buscamos el equilibrio de la naturaleza, el amor a la naturaleza, el amor a la madre tierra. El cuerpo humano lo vemos como tierra, el aire como nuestro aliento, el agua como nuestra sangre y el sol o el fuego como nuestro corazón”.

“La tierra no nos pertenece, nosotros pertenecemos a la tierra, y entre los consejos que damos decimos, nunca hagas el trabajo del tiempo, deja que el tiempo haga su trabajo”, concluye.


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