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Francisco J. Hernández y Puente*
La Jornada Maya

Martes 4 de febrero, 2020

Mérida se ha convertido en una ciudad-marca. A ello han contribuido y trabajado las más recientes autoridades que han estado al frente del Ayuntamiento y, por lo menos, los últimos cuatro gobernadores de Yucatán. Dice la literatura al respecto, que el concepto de ciudad-marca se refiere al propio nombre de una ciudad asociado a un conjunto de atributos y características singulares y exclusivos por los que se le reconoce y se la compara con otras ciudades. La marca de la ciudad se utiliza como insignia, como símbolo de su identidad y, en rigor, debe asociarse a una serie de elementos y activos urbanos, y a valores relacionados con su historia y su cultura.

Como se hace con infinidad de productos en el mundo, la marca surge de la publicidad, del [i]marketing[/i]. Específicamente, el [i]marketing[/i] de las ciudades se hace mediante estrategias que promueven y promocionan las características positivas distintivas que involucran y resaltan ventajas comparativas con otras ciudades. Las condiciones actuales de la competencia en el mundo están empujando permanentemente a muchas urbes a promocionarse y venderse a través de técnicas de [i]marketing[/i], como una especie de marca enfocada a la ciudad. Ejemplos de ciudades marca ha habido y hay muchos. Nueva York es uno de los casos más paradigmáticos y emblemáticos de ciudad-marca. París en Europa, o Venecia. Tokio en Asia, o recientemente Shanghái, Singapur o Hong Kong. En América Latina, Cartagena o Río de Janeiro. Todas compiten y el [i]ranking[/i] de ciudades marca se modifica cada año. En México, Guadalajara y la Ciudad de México son ejemplos conspicuos de esta interesante competencia.

Los países, las ciudades e incluso las regiones compiten por lograr un posicionamiento y una reputación positiva que ofrezca al lugar una fuerte ventaja competitiva. Para ello, las ciudades desarrollan estrategias y mecanismos de atracción de inversión y fomento comercial para sustentar sus atributos que brinden oportunidades de desarrollo económico y social a su población, en un afán de ofrecer sustento y oportunidades de progreso (Capriotti, 1992).

[b]La hora de Mérida[/b]

A Mérida le llegó su momento y desde hace tiempo ha empezado a construir y a vender su propia marca. Con características y distintivos que la hacen diferente de otras ciudades en México, hoy se distingue básicamente por su calidad de vida. Este atributo principalísimo tiene varios componentes: la seguridad y la no violencia es el más importante, pero también posee una economía en crecimiento que se diversifica; ofrece una amplia oferta cultural y educativa, su gastronomía es reconocida como de las mejores del mundo, su ubicación y conectividad con centros de reposo y diversión, entre otras más.

Mérida es la primera opción para las personas que están buscando el mejor lugar para retirarse, según el sitio CNN Money. Poco más del 10 por ciento de la población de la entidad tiene más de 60 años. Fue reconocida por primera vez como “La Mejor Ciudad Pequeña del Mundo”, distinción que ya ha sido entregada en años anteriores a San Miguel de Allende, Estambul, Florencia y Tokio. También ha sido catalogada como una de las capitales más pacíficas del país, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Seguridad Pública.

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Foto: Conavi México

El turismo es una de las actividades principales de la capital del estado, particularmente aquellas relaciondas con la oferta orientada a la cultura y la naturaleza. La cercanía de Mérida con el puerto de Progreso y con las diferentes zonas arqueológicas, con diversos atractivos naturales e incluso a nivel regional con Cancún y la Riviera Maya (principales destinos turísticos a nivel nacional), así como la existencia de infraestructura de soporte (hotelera, alimentaria, vial y de transporte), han sido factores estructuradores de estrategias para ofertar a Mérida como un destino turístico de relevancia en toda la Península de Yucatán. Este conjunto de atributos y las estrategias de convertirla en ciudad-marca han dado resultado y han generado una suerte atracción por la ciudad, que la han puesto de moda a nivel nacional e internacional, al grado en que se sostiene que el crecimiento de la urbe es algo sobresaliente.

[b]Crecimiento demográfico e inmobiliario[/b]

Si bien con la estadística que existe hasta la fecha esa aseveración no se sostiene, pues la tasa de crecimiento demográfica fue mayor entre 1990 y 2005, que desde 2005 a 2015 (Plan Estatal de Desarrollo 2019-2024), el Censo de Población que se haga este año nos sacará de dudas. Por lo pronto, esta misma fuente señala que entre el año 2000 y 2015 la población creció en 12 mil 500 personas por año, en promedio.

Ahora bien, más allá del crecimiento demográfico como tal, el otro hecho significativo que se utiliza para afirmar que la ciudad crece a pasos agigantados es el que tiene que ver con la construcción de vivienda y, en general, de desarrollos inmobiliarios a diestra y siniestra, incluso más allá de lo que racionalmente pudiera considerarse como conveniente para la ciudad, dada la infraestructura y el equipamiento que se requieren, si consideramos la magnitud y las fuentes de recursos para financiar ambos procesos.

Lo cierto es que hoy cientos de empresas inmobiliarias ofertan y venden terrenos y casas en la periferia de la ciudad. Casi todas en las principales Comisarías del norte, “a pocos minutos de la playa y a escasos pasos de la zona comercial y más céntrica de la Mérida Blanca”. La información oficial del Ayuntamiento de Mérida registra que entre 1985 y 2015 se autorizaron cerca de 8 mil hectáreas de desarrollos inmobiliarios, muchos de ellos al exterior del Anillo Periférico, que implicaron una disminución de la cobertura vegetal municipal.

Este fenómeno ha desbordado ya con mucho, la periferia de la ciudad, y ocasiona entre otros graves problemas propios del crecimiento urbano desordenado, serias aglomeraciones de tránsito y de movilidad, pues nadie está pensando en un sistema de transporte público moderno, eficiente y suficiente.

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Foto: Grupo Sadasi

El parque vehicular de Yucatán ha tenido un crecimiento de más del 300 por ciento en los últimos 18 años, lo que representa un gran desafío en el tema de movilidad y seguridad en la entidad. En el año 2001 -según reportes de la Secretaría de Seguridad Pública y Tránsito del Gobierno de Yucatán-, existían en la entidad 214 mil 564 vehículos, la gran mayoría concentrados en la capital yucateca, y en octubre de 2019, la cifra se colocó en 860 mil 875 unidades. Se estima que al cierre de 2019, la cifra pudo haber alcanzado 900 mil autos, ya que mensualmente se emplacan por lo menos cinco mil unidades, de las cuales cuatro mil son nuevas y el resto son usadas. Es claro que la concentración de la actividad económica en la ciudad incrementa los costos de movilidad para los habitantes de las Comisarías y Subcomisarías, ante un sistema de transporte insuficiente, malo y caro. La economía del transporte sostiene que lo importante para una ciudad no es que las personas de los sectores de menores ingresos anden todos en coche, sino que los de mayores recursos utilicen el transporte público.

[b]La vorágine[/b]

Con todo, la vorágine especulativa inmobiliaria no se detiene y ha empezado a surgir una nueva oferta que rebasa el ámbito municipal, particularmente en la zona que va del norte de la ciudad hacia Progreso, y de la propia capital del estado hacia el Puerto de Sisal. En esas dos zonas se venden a precios irrisorios pedazos de selva baja que, algún día, serán desarrollos inmobiliarios con todas las comodidades. Se trata de grandes conjuntos habitacionales de miles de casas que contarán -según reza la oferta de sus promotores-, con todos los servicios básicos, escuelas, parques, canchas deportivas, y un largo etcétera de amenidades. Hoy, usted sólo tiene que empezar a pagar y esperar a que la inmobiliaria urbanice y construya la Casa Club, las albercas, los estacionamientos, las áreas comunes, en general. Entre un desarrollo y otro los precios por metro cuadrado van desde los 83 pesos a los 3 mil, que usted puede pagar, como lo prefiera, al contado, o a lo largo de hasta 20 años, para luego construir cuando la selva esté urbanizada y usted disponga de los recursos suficientes para hacer su casa. Mientras, la inmobiliaria gana y gana. Eso sí, usted puede escoger la mejor ubicación de su lote en función de un render, una ilustración en tamaño grande de cómo quedará la urbanización con calles, banquetas, alumbrado público, etcétera.

El punto es que más allá de las características poco confiables que tienen estos proyectos inmobiliarios, estás mismas experiencias ya han probado su inviabilidad en distintas regiones del país. Uno de los más sonados, por la magnitud del fracaso que tuvo fue el de las Ciudades Bicentenario construidas hace ya 10 años, como proyectos de ordenamiento territorial y gestión urbana en los municipios de Atlacomulco, Almoloya de Juárez, Huehuetoca, Tecámac y Zumpango en el estado de México. En la actualidad los habitantes de las Ciudades Bicentenario aún carecen de servicios básicos. El agua falta, el drenaje es insuficiente, la conectividad es escasa y el transporte caro e inseguro. La urbanización prometida no alcanzó la densidad planificada y las ciudades quedaron parcialmente abandonadas. En algún momento de los 10 años que han transcurrido hasta la fecha, irónicamente se les conoció como las ciudades que quedaron “lejos de todo y cerca del fracaso”.

[b]Volviendo a la ciudad-marca[/b]

Los especialistas en el diseño y desarrollo de las ciudades-marca señalan que este concepto alude necesariamente a la pregunta de ¿qué ciudad queremos? dentro de cuatro, 10 o 20 años, sean quienes sean los que gobiernen a futuro. Se trata entonces de un pacto del gobierno con sus ciudadanos en una visión de su ciudad para el largo plazo. Hoy, en Mérida, parece que las empresas inmobiliarias y los intereses de los desarrolladores privados deciden, porque no se ve la función regulatoria del gobierno ni en materia de vivienda ni de política urbana.

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Foto: Conavi México

Puede decirse que hay un buen trabajo en la construcción de la marca Mérida, pero lo hecho hasta ahora no puede quedar en manos de los intereses de las grandes y no tan grandes empresas desarrolladoras e inmobiliarias. La ciudad-marca no puede quedar en una buena insignia con la que se reconozcan los valores, atributos y características positivas de la capital de Yucatán. El propósito fundamental debe ir más allá, protegiendo lo logrado, generando compromisos de bienestar colectivo en un espíritu de colaboración por mantener y elevar la calidad de vida de todos sus habitantes. Las ciudades-marca abonan a eso, a planear el futuro con bienestar social.

*Profesor de la UNAM.

[i]Mérida, Yucatán[/i]
[b][email protected][/b]


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