Francisco y el pueblo

José Ramón Enríquez
Foto: Notimex
La Jornada Maya

Miércoles 6 de mayo, 2020

La soledad del Papa resaltó en la Semana Santa (los más álgidos días de coronavirus en Italia) por ser inversamente proporcional a la inmensa plaza imperial de San Pedro. Un espacio construido para demostrar que se mantiene en el pontífice la grandeza de los césares hizo ver muy pequeño al actual papa que, además, eligiera llamarse Francisco como el pobre de Asís. Inmensamente solo en el corazón de Roma un jesuita latinoamericano a quien su antiguo maestro Juan Carlos Scannone llamó [i]El papa del pueblo[/i] (PPC Editorial, 2017), porque en medio del pueblo entiende su ministerio.

Estaba flanqueado por dos imágenes populares en la ciudad: la imagen de la virgen conocida como [i]Salus populi roman[/i]i, que se venera en Santa María la Mayor, y el crucifijo de madera “que protegió a Roma de la Gran Peste del siglo XVI”, que está en la iglesia de San Marcello al Corso. Ya había peregrinado, también inmensamente solo, a los dos templos recordando aquellas marchas multitudinarias que tuvieron lugar en otros tiempos también aciagos. Iba solo pero representaba al pueblo romano que lo acompañaba por televisión. Fueron dos gestos tanto de acercamiento como de reconocimiento a la religiosidad popular de esa diócesis a la cual Francisco sirve como su obispo.

Según Juan Carlos Scannone, Francisco es un hombre de gestos simbólicos que muchas veces sirven más que los discursos o los tratados teológicos. Desde esa misma plaza, ahora vaciada por la peste, realizó Bergoglio los dos gestos simbólicos que habrían de definir su pontificado cuando salió al balcón tras ser electo. Los dos gestos que mostraban la profundidad de su eclesiología: se presentó como obispo de Roma, es decir, uno (aunque el primero) entre la colegialidad de los obispos; y, sobre todo, pidió al pueblo que lo bendijera, antes de ser él quien bendijese al orbe entero.

En [i]El papa del pueblo[/i], una entrevista con Bernadette Sauvaget, imprescindible para entender la idea que tiene el papa Bergoglio sobre la Iglesia, Scannone, jesuita como él, cita la primera exhortación apostólica de Francisco, Evangelii gaudium (La alegría del evangelio): “Los laicos son simplemente la inmensa mayoría del Pueblo de Dios. A su servicio está la minoría de los ministros ordenados”. Y en esa exhortación, “el papa desarrolla también la noción de pueblo. Para evocar a los pueblos de la Tierra y también al pueblo de Dios no recurre a la imagen tradicional de la esfera, sino que la sustituye por la del poliedro, que unifica, pero no de manera uniforme. Para trascender los conflictos es necesario respetar la porción de verdad que cada parte posee. Cada persona es importante, porque cada persona es diferente. No es una concepción populista del pueblo”.

En otro libro, más elaborado teológica y filosóficamente ([i]La teología del pueblo. Raíces teológicas del papa Francisco[/i]), Scannone sitúa el pensamiento del Papa dentro de la Teología del Pueblo, rama de la Teología de la Liberación que se dio en Argentina con Lucio Gera como principal iniciador. Su pensamiento supone la inculturación (una discusión que lleva tiempo entre los jesuitas) como una necesidad para el diálogo con los pueblos y desde el pueblo, “un sujeto comunitario” de espiritualidad y de mística que se sitúa en el horizonte final, en el último sentido de la Iglesia.

Por ello, el mensaje pascual de Francisco, ante la catástrofe que la pandemia supone para el pueblo, clama por “un salario universal que reconozca y dignifique las nobles e insustituibles tareas que realizan” y exige “hacer realidad esa consigna tan humana y tan cristiana: ningún trabajador sin derechos”.

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Edición: Ana Ordaz