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La Jornada Maya
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán

Miércoles 13 de mayo, 2020

A la pregunta que planteamos como título, muchos ciudadanos responderán, con cierta razón histórica, que "para nada". El gobierno muchas veces es percibido como fuente de molestias y cobros, antes que como fuerza que vela por todos.

Infraestructura y servicios básicos como caminos, escuelas, centros de salud, seguridad, regulación y demás, rara vez entran en la ecuación tangible de los ciudadanos. Una de las pocas veces que el gobierno (y por gobierno nos referimos en realidad a las instituciones y poderes públicos amplios) se hace claramente visible, es en medio de situaciones de desastres naturales o emergencias sanitarias.

Así, Yucatán está en una encrucijada crítica y hacer nada no es una opción. Está en juego el empleo de alrededor de 80 mil familias, se corre el riesgo de perder lo logrado en los últimos años con el trabajo de todos, podemos entrar en una recesión de la que básicamente ninguna empresa o proyecto escape, se pueden complicar la paz y la seguridad y, más importante, la sociedad puede sufrir un desencanto profundo con las instituciones públicas.

Nadie va a venir a rescatar la economía peninsular de la crisis sembrada por el COVID-19. De nuestros recursos y decisiones, de nadie más, depende el futuro. Urge inyectarle dinero a la economía estatal para que no se desate una crisis aguda. Ese dinero, en su gran mayoría, debe provenir de las arcas públicas, que -por lo demás- están precisamente para situaciones como ésta. Pongámoslo en blanco y negro.

El dinero que urge tener listo para reactivar la economía yucateca, no es un dinero para financiar proyectos abstractos de desarrollo, no es para pagar gasto corriente y menos para construir edificios suntuosos; es para medidas muy concretas que generen empleo, más vale que así sea.

Si realmente desaparecen 80 mil puestos laborales por una reactivación incompleta y luego los recuperamos a un ritmo de creación (como el que teníamos antes de la crisis) de 15 mil empleos formales por año; entonces no inyectar dinero a la economía yucateca, implicaría que vamos a perder los próximos cinco años tan sólo para regresar al punto donde estábamos en enero pasado. Un desperdicio completo de vidas y esfuerzos sociales, por no tener el valor de hacer lo correcto.

No actuar rescatando a la economía frente a la pandemia del COVID-19, que tan sólo en las primeras cuatro semanas de la cuarentena hizo que se perdieran 13 mil empleos, sería como si un salvaje huracán impactara de lleno a Yucatán y la respuesta de quienes tienen el poder público fuera no hacer nada, por temor al riesgo de descuadrar las finanzas públicas en la más purista y administrativista de las doctrinas económicas.


La sociedad los percibiría como completamente alejados de la realidad colectiva. Los ciudadanos con toda lógica se preguntarían para qué pagar impuestos, permisos y derechos, si cuando el dinero público realmente se necesita, éste no se usa para proteger a las familias en los empleos y condiciones más frágiles.

Además, el nivel de endeudamiento bajo de Yucatán, su alta calificación crediticia, sus primeros lugares en el manejo financiero y presupuestario transparentes, sólo tienen valor si en situaciones como la que vivimos hoy, sirven para emprender un rescate social de la economía amplio, ordenado y efectivo. De lo contrario, todas esas medallas y lugares se vuelven simples pedacitos de papel para enmarcar en alguna pared de una oficina burocrática, carentes de cualquier significado real para la sociedad. Yucatán no es una caja negra en el manejo de su presupuesto, no lo hagamos una caja paralizada.

Si quienes nos gobiernan y tienen competencia legislativa para autorizar créditos y recursos emergentes, no son capaces de ponerse de acuerdo para invertir 3 mil millones de pesos y evitar una contracción económica que este año podría ser de más de 27 mil millones de pesos, previniendo con eso el colapso de una economía estatal de más de 330 mil millones de pesos, quiere decir que tal vez lo que necesitamos es un nuevo liderazgo colectivo dispuesto a actuar y no dejar solos a los yucatecos.

El huracán COVID-19 hace palidecer a los huracanes [i]Gilberto[/i] o [i]Wilma[/i] en sus efectos económicos; si de verdad la clase gobernante no hace nada y se escuda en sumas puristas -como si el gobierno fuera empresa privada- o en el más cínico cálculo electoral, la ciudadanía tomará nota y sí saldará, en su momento, las verdaderas cuentas.

Nota: cálculos realizados con datos procesados por [i]Púrpura Analytics[/i].

[i]Mérida, Yucatán[/i]
[b][email protected][/b]


Edición: Enrique Álvarez


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