Política ecológica papal

José Ramón Enríquez
Foto: vaticannews.va
La Jornada Maya

Miércoles 3 de junio, 2020

Históricamente, la participación de los Papas en las políticas ha sido constante, no siempre benéfica y en muchas ocasiones definitoria. Francisco no podía ser la excepción ni ha querido serlo. Sumidos aún en la crisis brutal que supone el coronavirus ha recogido sus palabras para sistematizarlas en un nuevo libro, [i]La vida después de la pandemia[/i] (Librería Editora Vaticana, 2020), con prólogo del cardenal Michael Czerny.

El libro se encuentra disponible gratuitamente en formato digital. Ocho textos ya conocidos que forman una línea de pensamiento del 27 de marzo al 22 de abril, un periodo doloroso para Italia y que va a señalar momentos de gran oscuridad para el mundo entero.

Si bien en Asia y en Europa ya puede hablarse de desescalada, con todas las precauciones ante una enfermedad para la cual no hay todavía ni cura ni vacuna, nuestro continente se encuentra aún en la cresta de una ola de consecuencias brutales. Como sea, el mundo entero debe pensar en que habrá un reinicio y en que ese reinicio debe someterse a la más profunda reflexión. En La vida después de la pandemia, Francisco esboza las que considera pautas indispensables para repensarnos como colectivo humano en una tierra que viene siendo lastimada por nosotros desde hace décadas.

En el título de las notas para esta columna hubiera debido poner también un ámbito profético como calificativo del papa Bergoglio y, en consecuencia, de su libro, pero no quise dejar ninguna impresión religiosa sobre un personaje público que viene hablando sustancialmente a todos los seres humanos, católicos o no, creyentes o ateos, amigos o enemigos.

El autor de la introducción, el cardenal Czerny, nació en la antigua Checoslovaquia pero se educó en Canadá. Es jesuita y no es un hombre de la burocracia eclesiástica sino un misionero de frontera muy al gusto de su fundador Ignacio de Loyola. Trabajó en el Foro Fe y Justicia Social, fundó la Red Jesuita Africana contra el SIDA, el papa Francisco le encargó los trabajos con migrantes y refugiados, y finalmente tras nombrarlo uno de los dos Secretarios Especiales para el Sínodo de Obispos para la Amazonia, lo elevó al cardenalato en octubre de 2019. Es obvio, por tanto, que sintoniza perfectamente con las posturas del papa en su encíclica Laudato Si’ y puede afirmar en su introducción al nuevo libro que “volver simplemente a lo que se hacía antes de la pandemia puede parecer la elección más obvia y práctica; pero, ¿por qué no pasar a algo mejor? ¿Por qué reinvertir en combustibles fósiles, monocultivos y destrucción de la selva tropical, cuando sabemos que ello agrava nuestra crisis medioambiental?”.

En la línea de la cita de Michael Czerny, también quiero subrayar en estas notas esa dimensión ecologista del último texto papal que recoge el libro, el expresado en el 50º Día de la Tierra, el 22 de abril. Especialmente lo hago porque en nuestro país se ha vuelto razón de Estado lastimar la selva del sureste y privilegiar el petróleo, inclusive con quema del combustóleo.

La política ecológica de Francisco lo ha enfrentado directamente con los grandes intereses petroleros (Steve Bannon es enemigo jurado) y quizás, junto con su postura ante los migrantes, es la parte más combativa de su pensamiento.

Así se expresa al respecto: “Hemos fallado en nuestra responsabilidad como custodios y administradores de la tierra. Basta mirar la realidad con sinceridad para ver que hay un gran deterioro de nuestra casa común. La hemos contaminado, la hemos saqueado, poniendo en peligro nuestra misma vida... No hay futuro para nosotros si destruimos el ambiente que nos sostiene”.

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Edición: Ana Ordaz