De una vida próspera y holgada a la incertidumbre y la desesperación

Graciela Ortiz
Foto: Abraham Bote
La Jornada Maya

Mérida, Yucatán
Lunes 15 de junio, 2020

María Laura G. llevaba una vida próspera y holgada. Dueña desde hace cuatro años de un pequeño comercio de papelería y ciber, una microempresa sencilla que ya había comenzado a dar sus frutos.

“El negocio se encontraba en una etapa de pleno despegue, mi cartera de clientes iba creciendo, era autosuficiente y ya empezaba a tener ganancias extras”, cuenta.

La pandemia de coronavirus frenó el avance y sus ilusiones. “Vivo en una incertidumbre y angustia total, de volver a recuperar la confianza de la clientela, con todas las medidas que se tienen que tomar para que la gente pueda seguir acudiendo, porque es un negocio muy competido”.

Por ahora no puede reabrir porque tiene que hacer adecuaciones, comprar mercancía y en este momento no dispone de liquidez para hacerlo, “así que ni abrir para empezar a reactivar la rueda”.

Pero la pandemia le ha traído muchos otros problemas. María Laura posee, además, una propiedad, heredada de su familia, que rentaba lo que sumado a su comercio la ayudaba a vivir dignamente.

“Yo venía de tener una estabilidad económica, con la renta y las ganancias extras del pequeño negocio lo que hacía mi economía buena, sólida”, comenta.

Dejó de rentar su casa por diversos motivos y decidió ponerla a la venta, poco antes del inicio de la pandemia, “en el compás de espera que desocupé la casa para prepararla para la venta entraron a robar y la destruyeron, porque al no encontrar mobiliario rompieron baños, inodoros, cocina, barandales de aluminio; se llevaron los cables de toda la instalación eléctrica, para vender el cobre, las pocas lámparas que quedaban también las rompieron e hicieron sus necesidades en el suelo”.

Ese fue un golpe grande porque tuvo que reparar los daños, que eran cuantiosos, para dejar nuevamente la casa lista para la venta. Cuando finalmente lo consiguió apareció una oferta, pero todo se paró por el inicio de la contingencia.

“Ahora me encuentro en un punto muy, muy difícil, porque me quedé sin ingresos, sin mi renta y la entrada que me daba mi negocio; me vi obligada a solicitar un préstamo bancario, a refinanciar unos gastos que tuve con la reparación de la casa, y hace ya dos meses que no pago el Fovissste”, precisa.

Tras pagar diversos compromisos con el crédito, ya le queda poco dinero y pocas opciones. “Tengo una alhaja en venta; se supone que ya hay comprador, pero el dinero no llega, sobre todo ahora que hay un problema económico generalizado, entonces no pagan con la misma prontitud que solían hacerlo”, señala.

Afirma que tiene sus tarjetas cargadas, porque cubrió las deudas más importantes, “realmente estoy desesperada, no sé qué va a pasar”.

“Ahora estoy tratando de reactivar la promoción de venta de la casa para poder solventar las deudas contraídas. Me siento muy angustiada, con mucha incertidumbre, a veces siento una gran opresión en el pecho, además todo esto de la pandemia nos ha afectado a todos emocionalmente, sabemos que está el coronavirus lo que no sabemos es si cuando termine estaremos acá, si vamos a sobrevivir, hay mucha gente que ha tenido cuidados y sin embargo ha fallecido”, reflexiona.

Puntualiza que el tema de la casa ha estado en su cabeza porque lo considera un Plan B, “pero también me aferro a mi fe, porque soy creyente y algo me dice que finalmente esto va a salir”.

Edición: Ana Ordaz