Petróleos Mexicanos se creó el 7 de junio de 1938, casi tres meses después de la expropiación petrolera que regresó esta industria a las manos nacionales.
Una vez creada, Pemex operó por 24 años con pérdidas y 1962 fue el primero en el que sus estados financieros no registraron números rojos.
En 1971, cuando la empresa cumplía 33 años de operaciones, un pescador llamado Rudesindo Cantarell Jiménez descubrió extrañas manchas de aceite en el mar de Campeche, así fue como, por casualidad, Pemex descubrió el mega yacimiento más importante del país: Cantarell.
El yacimiento Cantarell marcó un antes y un después en la historia petrolera mexicana. Fue después de su hallazgo que comenzó la época del oro negro mexicano. A finales de la década de los años setenta y principios de los ochenta, Pemex contaba ya con enormes reservas recién descubiertas, cuando el precio mundial del crudo comenzó a subir debido a factores externos.
Esa fue la primera oportunidad que tuvo México para fortalecer su industria petrolera nacional e invertir los excedentes financieros en obras que hubieran permitido ampliar las reservas petroleras y crecer la producción. En lugar de eso, el gobierno de aquel entonces impuso nuevas obligaciones fiscales a la empresa, con lo cual, todos los excedentes se volvían parte del presupuesto federal y del gasto público.
Para 1983, los impuestos que Pemex pagaba al país llegaron a representar el 43 por ciento de los ingresos de la federación. Este escenario daba beneficios a corto plazo para el gobierno, pero causaba un daño profundo tanto a Pemex al evitar su fortalecimiento, como al país, al “petrolizar” las finanzas públicas y volverse dependiente de los ingresos de esta industria.
Desde la segunda mitad de la década de los ochenta y toda la década de los noventa, fueron nuevamente tiempos difíciles para la paraestatal, su único sostén fue la explotación acelerada del yacimiento de Cantarell, que en 2003 alcanzó su máximo y en 2004 comenzó su decadencia.
Nuevo milenio
Por factores externos y casualidades del destino, fue en esos años del nuevo milenio, que los precios del petróleo volvieron a subir y Pemex tuvo nuevamente excedentes financieros. Ese fue el segundo mejor momento para invertir en el fortalecimiento de la empresa. Ahí estuvo la oportunidad de oro para la construcción de una nueva refinería.
La necesidad técnica de ampliar la capacidad de refinación de petróleo pesado (el petróleo pesado representa más del 60 por ciento de las extracciones en México) es indiscutible, pero construir una refinería cuando la petrolera no cuenta con excedentes económicos e incluso, presenta las mayores pérdidas de su historia, es un suicidio financiero.
En 2019 Pemex registró pérdidas por séptimo año consecutivo, esta vez por alrededor de 650 mil millones de pesos, que equivalen a cuatro proyectos como el de Dos Bocas. En estas circunstancias, obligar a la empresa a construir una nueva refinería y cancelar la participación de la inversión privada, no parecen buenas decisiones y las calificaciones crediticias lo confirman.
Las calificadoras no miden la bonanza del pasado, ni el orgullo nacional, sólo reflejan la capacidad actual de pago de deuda de una empresa o un país, así como su éxito o deterioro financiero. Pemex es la empresa petrolera más endeudada del mundo y a juzgar por las pérdidas reflejadas en 2019 y por la caída de sus calificaciones crediticias en 2020, podríamos asegurar que las medidas de “rescate” tomadas en los últimos 17 meses, no están rescatando nada, solo están agudizando los problemas y probablemente, acelerando un indeseado final.
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Edición: Enrique Álvarez
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