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del

Fernanda Camacho Bautista*
Ilustración: Tomada de la sección Conoce Mérida de Antaño, de la página web Turismo Mérida
La Jornada Maya

Mérida, Yucatán
Jueves 5 de mayo, 2016

Si caminamos de la alameda a las piñatas, por el tramo de la calle 65, que va de 54 a 56, más que asistir al que antaño se conocía como el Paseo de las bonitas, acudimos a un recorrido por el tiempo entre épocas antagónicas de la ciudad de Mérida. El pavimento y los edificios son testigos de las metamorfosis que ha sufrido en casi tres siglos de historia.

El panorama del siglo XVIII difiere enormemente al de hoy. “La Alameda” que Don Lucas de Gálvez mandó a construir en una amplia calle con sillas de piedra y rodeada de enormes y frondosos árboles (curiosamente ninguno de esa especie), constituía uno de los extremos del lugar que definió su nombre gracias a que los paseos dominicales se convirtieron en una tradición.

El Paseo de las bonitas era la denominación ideal para un lugar de recreación, donde se veían desfilar un sinnúmero de largos vestidos, sombreros, guantes, tacones y demás parafernalia modista de la época.
Se dice que las jóvenes iban vestidas con sus mejores galas con la esperanza de encontrar un pretendiente a la altura de sus expectativas.

La zona estaba en auge. Nuevos comercios se erigían en las aceras. Edificios de uno, dos y hasta tres pisos bordeaban el lugar, por donde asomaba el discreto encanto de aquella burguesía. De pronto, la vieja ciudadela de San Benito, una fortificación militar construida para la defensa de Mérida en la época colonial, se llenaba de júbilo y abundancia.

Al final de la calle se estableció el parque Eulogio Rosado, en 1884, un remanso para el exhaustivo paseo. Enfrente se ubicó el popular Edificio de Correos, hoy convertido en museo.

El Paseo de las bonitas, fue considerado el primer espacio público de la ciudad para caminar; más tarde cambió su nombre por el de Calle ancha del bazar, debido a que ahí se estableció el primer almacén de la capital, llamado precisamente de ese modo: Bazar.

Dos siglos de expansión acabaron por deformar uno de los lugares más hermosos de la ciudad. El crecimiento de Mérida y la Revolución Mexicana fueron los detonantes de la transformación del famoso pasaje.

Su descripción actual podría ser: Todo para su fiesta. Las sedas de los viejos días de glamour, cedieron su presencia a nubes de contaminación, que produce el transporte urbano que ahí se estaciona.

Los tacones, los sombreros y los vestidos fueron sustituidos por confeti, dulces y piñatas. Es común tener como referencia de la zona justamente los productos que ahí se expenden. “Nos vemos por las piñatas”, solemos decir, como punto de referencia básico del corazón de la ciudad. Ojalá recordar fuera volver a vivir, como dicen por ahí.

*Egresada de la licenciatura en Comunicación, por la Universidad Modelo, es gestora del proyecto cultural Suburbios de Mérida, con cuya colaboración se realizó el presente artículo.

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