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La Jornada Maya
Gloria Serrano
Foto Gloria Serrano

16 de noviembre, 2015

[b]Currículum Vitae: esto no es teatro [/b]

Sucedió así: era domingo por la noche, la gente pagó su boleto y le indicaron que formara un semicírculo a las afueras de Tapanco Centro Cultural, AC., con la mirada puesta en la pequeña ventana que da a la calle 68. Fue entonces que Ulises llegó como suele llegar a todas partes, en bicicleta y usando los zapatos tenis de color negro, cómodos y discretos, que compró con el dinero de uno, el primero de los tantos trabajos que ha tenido. Entonces, sin bajarse del vehículo, comenzó hablar como quien siente que tiene algo importante que decir, que decirnos. Ahí, como quien le cuenta a un amigo, comentó que tiene treinta años y que a esa edad sus padres ya tenían la vida que la sociedad esperaba que tuvieran desde los veinte, o antes, o desde siempre: un coche, una casa propia, varios hijos, un empleo fijo. Pero él, en cambio, dijo que sólo tiene un conejo, la bicicleta y el lugar que renta, ahí donde vive con su pareja del mismo sexo.

Ulises habla de él, pero también de una generación a la que este país le quedó debiendo la casa y ellos, los [i]millennials[/i], quedaron debiéndole los hijos. Su madre eso no lo entiende, por eso cuando la visita se esmera en hablarle con la delicadeza del cirujano que entra a quirófano sabiendo que intervendrá una vida, a corazón abierto. Las mentes de los espectadores, la mía, tampoco comprenden. ¿Para qué nos dice esto? ¿Por qué nos tiene aquí? ¿Acaso no pagamos por ver una función de teatro, un espectáculo?, se preguntan, nos preguntamos. Es momento de entrar, de ocupar las butacas y presenciar el voluntarioso acto de honestidad e introspección que Ulises está por realizar; pero también el de la actriz Conchi León, que se encuentra entre los asistentes, y el de aquella chica de vestido rojo, y el del joven de camisa verde que usa lentes, y el mío, el de todos. Aún no lo sabemos, sólo lo adivinamos.

La fina luz que alumbra el escenario, contrasta con la intensidad en los ojos y en las palabras de nuestro Ulises, que semejante al de Joyce o al de la Odisea, ha emprendido una travesía por esos mares que muy pocos navegantes se aventuran a cruzar. Ahora habla de los silencios en las familias y de cómo a su padre no le enseñaron a decir “te quiero”. Y su voz de narrador en primera persona, me recuerda que a mi padre tampoco. Habla de lo difícil que es vivir en un mundo donde asuntos como la vestimenta, o el nivel de ingresos, o la preferencia sexual, definen quién es él y quién Judith Butler y quién Miss Shangay Lily. Y su voz, de nuevo, me recuerda que tengo 37 años, que no tengo hijos y que eso no me preocupa pero a los demás sí, y demasiado. Habla de él, pero también de una cohorte que intentará realizar sus sueños en condiciones más precarias que las de sus padres y temiendo no llegar a la quincena con el dinero suficiente para pagar el alquiler, o el Internet, o la pantalla de 40 pulgadas o las medicinas de sus progenitores que están envejeciendo.

Es él, y son los jóvenes que nacieron mientras todo México veía, incrédulo, cómo el Distrito Federal colapsaba y se erguía de nuevo tras un terremoto con magnitud de miedo. Son los niños que apenas caminaban cuando un muro ya no significó más la dolorosa y cruel distancia que separa dos Alemanias, dos historias, dos familias o dos cuerpos. Son los adolescentes que poco saben del Holocausto y los que vieron por televisión la impactante caída de las Torres Gemelas, los mismos que se toparon en la red con numerosas crónicas periodísticas e insuperables testimoniales, que de golpe les enseñaron la diferencia entre ficción y realidad, entre temor y tranquilidad. Son ellos y todos los que se preguntaron en qué secuencia de esta frenética historia podrían acomodar su primer beso, el día de su graduación o la muerte del abuelo. Son ellos y soy yo, recordando el desasosiego que generó el asesinato de Colosio, el error de diciembre y el surgimiento del EZLN.

Ulises habla, gesticula y reconstruye su existencia al tiempo que se esmera en construir la escena en un espacio casi vacío, sin decorado, sin argumento. Y sarcástico se mofa igual de los insolentes lemas del gobierno como “Vivir mejor” que de su rolliza infancia, haciendo una sutil pero evidente crítica a los problemas de obesidad en la tierra de los[i] boxitos [/i]y en el país que edificó el priísmo, el de las crisis recurrentes, el de los desempleados, el de los sueldos miserables, el de los abogados que son taxistas, el de los desaparecidos, el de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, el de las fosas y los muertos. Y ahí estamos todos, observándolo, intentando descubrir si lo que dice tiene alguna relación con nuestra biografía o con el malestar de un pueblo que poco lee y rechaza pensarse a sí mismo. Y ahí estoy yo, inquieta pero inmóvil, cuestionándome de dónde sacó el coraje este hombre para enfrentarse a sus demonios y exhibirlos. Esto no es teatro, me digo. Ulises hizo otra cosa: nos contó la vida.

[i]Currículum Vitae: instrucciones para armar.[/i] Espectáculo unipersonal. Performer: Ulises Vargas Dirección: Nara Pech. Dramaturgia: Majo Calamidad. Un proyecto de: Inmarginales y Síndrome Belacqua.

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