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del

Carlos Meade
Foto: Infoqroo
La Jornada Maya

Viernes 29 de diciembre, 2017

Ante el impetuoso desarrollo de la industria turística en el Caribe mexicano mucho se ha insistido sobre la fragilidad de los ecosistemas en estas costas, pero quizá valga la pena explicar, sin entrar en lenguajes técnico-científicos, cuáles son las condiciones ambientales de esa fragilidad.

En primer término, es necesario entender que la península de Yucatán es una planicie formada por roca caliza debajo de la cual se encuentra un sistema acuífero que integra una intrincada red de ríos subterráneos.

El agua de la lluvia se infiltra por las innumerables fisuras de la roca y se deposita en el acuífero, donde flota sobre el agua salada.

Construir sobre la roca requiere realizar estudios de suelo, pues la formación de cavernas puede impedir una cimentación segura. Son conocidas las fotografías de columnas de cimentación que perforan la roca y alcanzan una caverna sin asentarse en suelo firme, lo que significa afectación al acuífero e inseguridad en la construcción.

Casas, edificios y carreteras, construidos sin los estudios requeridos, hacen que estas obras estén en peligro de colapsar, siendo un riesgo para la seguridad de habitantes y visitantes. Por desgracia estos colapsos ya se han presentado. Enormes bulldozers se han precipitado al fondo del acuífero. Hace poco tiempo, hubo un hundimiento en la carretera Cancún–Tulum a la altura del hotel IberoStar; un socavón que, por fortuna, no causó víctimas fatales.

¿Cómo es posible que se pretenda saturar la Riviera Maya con enormes ciudades? El sistema kárstico, es decir este tipo de suelos no puede soportar el peso de la infraestructura que se requiere para albergar 2 millones de personas, adicionales al millón y medio que ahora hay.

Se torna necesario comprender que el agua de lluvia recarga el acuífero, pero si la extracción del agua que se requiere para abastecer hoteles y viviendas es mayor que la sobrecarga, poco a poco terminaremos con la capa de agua dulce y sólo encontraremos agua salada.

Por si esto no fuera preocupante, las aguas residuales que desechamos regresan al acuífero sin el debido tratamiento. Actualmente, sólo el 30 por ciento de éstas tienen un tratamiento antes de regresarse al acuífero. Éste es insuficiente, conteniendo nutrientes que rompen el equilibrio del acuífero y afectan también la vida del arrecife.

Un elemento más de las condiciones de fragilidad en los ecosistemas costeros lo representa la barrera arrecifal que corre a lo largo de toda la costa del estado y llega hasta Honduras. Esta barrera, como su nombre indica, impide un intercambio entre el agua de mar abierto y el agua costera. Esto quiere decir que entre la playa y el arrecife se forman cuerpos de agua, conocidos como lagunas arrecifales, donde los contaminantes transportados por los ríos subterráneos se concentran poniendo en riesgo la salud de los bañistas. Se requiere un oleaje violento para que el agua de estas lagunas reciba el aporte de agua marina de mar adentro, lo que sólo sucede cuando hay tormentas tropicales o huracanes.

Todo esto debería considerarse al momento de planear el desarrollo turístico. Es evidente que no se ha hecho y que el deterioro de los ecosistemas costeros ya es notable y preocupante.

Si esta fragilidad no fue considerada en los mega proyectos hoteleros y urbanísticos, ya sería hora de hacerlo; de lo contrario, el futuro del “exitoso” proyecto Cancún-Riviera Maya tiene sus días contados. Lo lamentable es que seguimos dando cabida a nuevos mega-proyectos, como los anunciados por el parque Amikoo, el grupo Xcaret y su nuevo complejo hotelero.

Ambos proyectos alardean sobre el número de empleos directos e indirectos que generarán, pero lo que no mencionan es que estas miles de nuevas plazas de trabajo harán llegar al estado miles de personas que no encuentran oportunidades en sus lugares de origen. Estos nuevos migrantes requerirán, a su vez, servicios urbanos básicos que el gobierno municipal no está en condiciones de ofrecer, por lo que esta carga de población tendrá un impacto brutal sobre los ecosistemas a través de la depredación hormiga de la selva, la generación de residuos sólidos depositados en tiraderos clandestinos y la descarga de aguas negras en el acuífero.

De acuerdo a lo declarado por el Grupo Xcaret, su proyecto hotelero incluye 6 mil cuartos, empleos directos para 10 mil trabajadores y otros 40 mil indirectos.

¿Alguien ha propuesto cómo se mitigará el impacto de esta nueva población sobre los frágiles ecosistemas de nuestras costas? De otra manera, estos nuevos pobladores sumarán su impacto al que la población actual genera de forma preocupante.

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