de

del

Hugo Castillo
Foto: Afp
La Jornada Maya

Viernes 29 de noviembre, 2019

Es innegable que la relación de México con el Medio Oriente es lejana. Lo que por acá sabemos de la región es muy poco y la información que sí llega está mediada e impregnada por los estereotipos políticos de nuestro todo poderoso vecino, los Estados Unidos.

Es por eso que no fue sorprendente cuando la opinión pública nacional acusó de extremista islámico al autor de un ataque contra algunos mexicanos que se encontraban paseando en Jordania. Los medios informaron que el perpetrador era un terrorista y la sociedad no se detuvo a obtener más detalles o a analizar a fondo el atentado.

Aunque para muchos mexicanos podría parecer lógico relacionar lo que pasó en Jerash con un problema social persistente en esa región, la realidad es que la etiqueta de “terrorista”, rápidamente blandida por los medios nacionales, denota un aparato ideológico extranjero que, aparentemente, ya ha sido interiorizado por muchos de nuestros ciudadanos.

[b]Desinformación estructural[/b]

Aunque las causas de la implantación de este ideario discriminatorio respecto al Medio Oriente son variadas, y el tema requiere una investigación antropológica e histórica profunda, podemos destacar una que engloba una parte importante del pensamiento imperante: la percepción de los musulmanes como fundamentalmente extraños a los mexicanos.

Es cierto que México es una nación multicultural conformada por gente de diversas filiaciones étnicas y culturales, pero las decisiones políticas y económicas en materia internacional de los diferentes gobiernos han llevado a que la sociedad local se alinee con la mal llamada ideología “occidental”. Esto tuvo el efecto inmediato de alejar a los mexicanos del resto de mundo y sus diversas manifestaciones, y de homogeneizar su pensamiento con el de países como Estados Unidos y Reino Unido.

Al estereotipamiento generado por esta alineación vino a abonar la lejanía geográfica del Medio Oriente con el país y la incapacidad de nuestros medios de comunicación de obtener información global de manera directa. La mayor parte de las noticias internacionales llegan a México a través de agencias estadunidenses o europeas, mismas que las comunican según sus propias políticas e ideologías y las cuales son reproducidas en medios locales indiscriminadamente.

Por lo tanto, fue la combinación de las dos situaciones anteriores la que generó en los mexicanos este sentimiento de extrañez hacia las manifestaciones culturales de los musulmanes y por la que se les encasilló como ese “otro” que es fundamentalmente diferente, ajeno y algunas veces contrario a nuestro supuesto estilo de vida.

En el caso específico de Jerash, resulta especialmente interesante que el ataque a los mexicanos ocurriera en Jordania, un reino con una fuerte tradición islámica pero también con un particular sistema de tratamiento a los grupos extremistas de corte religioso. La discusión respecto a la relación entre el terrorismo y los estereotipos se tornaría muy compleja si el atentado hubiera sucedido en Afganistán o Irak, pero la situación social jordana resulta clara evidencia que aquí se trata de un problema de percepción del “otro” y no de seguridad pública.

[b]Jordania y el extremismo[/b]

Pese a ser una monarquía, el Reino Hachemita de Jordania es una democracia islámica consolidada. Y como cualquier gobierno que se asuma democrático, aquí también la libertad es uno de los principios nacionales, incluidas la libertad de pensamiento y de credo. En la práctica esto se ha traducido en una apertura que permite a cada individuo creer en lo que considere verdadero, incluso las ramas más fundamentalistas de la fé islámica.

Si bien es innegable que la relación del Estado democrático con el extremismo islámico es una de las discusiones que más genera problemas en el Medio Oriente, la forma en que cada país la resuelve varía según su visión política del momento. En general, debido a la ideología de Washington, regionalmente ha prevalecido una estrategia securitaria-militar, con sus destacables daños colaterales, pero algunos gobiernos han optado por métodos diferentes de afrontar la amenaza.

En el caso jordano, el reino ha preferido hacer frente a la amenaza del fundamentalismo desde un enfoque mucho más social: el gobierno oficialmente propaga un Islam sustentado en la concordia y ha establecido un sistema penal que se enfoca en deradicalizar y reintegrar a la sociedad a los extremistas. Con esto, el país busca tanto atacar a las ideologías que fomentan el extremismo como darle una alternativa de vida a sus partidarios, sin violar el principio democrático de la libertad de culto.

[b]Un orientalismo a la mexicana[/b]

Es destacable que la actual política jordana de contención al extremismo islámico contrasta fuertemente con las ideas que prevalecen en la sociedad y los medios mexicanos respecto al Medio Oriente y su relación con los terroristas. El ataque del que fueron víctima los mexicanos en Jerash fue desafortunado, pero aparte de ser muy aislado (ni siquiera se ha podido corroborar una filiación fundamentalista del atacante), la realidad es que refleja una problemática emanada del Estado democrático muy diferente a la que enfrentamos los mexicanos, y de la que poco conocemos, y no un problema de inseguridad.

Como se mencionó anteriormente, si a los mexicanos los hubieran atacado en Kabul o Bagdad se podría admitir una crítica al manejo del extremismo en el país y a la inseguridad prevalente. Pero no fue así, y el registro de atentados en la historia de Jordania lo corrobora. Lo que en realidad pasó fue que el desconocimiento nacional, sesgado por los estereotipos importados desde afuera del país, prevaleció al momento de transmitir la noticia. Los medios acudieron a la información que tenían a la mano al momento de informar, sin darse cuenta que estaban cayendo en una trampa ideológica que los hacía replicar ideas falsas.

El ataque en Jerash, lejos de convertirse en una alerta de viaje para los viajeros mexicanos, debe ser un llamado para que nuestra sociedad se deshaga de las invisibles preconcepciones con las que vive. En vez de volcarnos a condenar al “otro”, debemos abrir nuestro panorama y empezar a aceptar que no existimos en un mundo bipolar de “Oriente” contra “Occidente”.

Al final, ese “otro” desconocido representa una fuente de conocimiento virgen que bien podría ayudarnos a resolver muchos de nuestros problemas actuales. Sólo hace falta que cambiemos nuestro enfoque, dejemos de guiarnos por preconcepciones y comencemos a prestar más atención a todo el mundo que nos rodea.

[i]Mérida, Yucatán[/i]
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