de

del

Rafael Robles de Benito
Foto: Semarnat
La Jornada Maya

Lunes 8 de junio, 2020

[i]Cangrejos al combate[/i]
[i]Cangrejos al compás,[/i]
[i]Dos pasos pa’ delante[/i]
[i]Doscientos para atrás[/i]

Estás líneas, del estribillo de una canción que sonaba por nuestro país durante la ocupación francesa y la consecuente resistencia juarista, han estado rondando por mi cabeza desde que se anunció la determinación de recortar una vez más, hasta en 75 por ciento, el presupuesto destinado a la operación de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas. Los juaristas que la cantaban se mofaban de la pretensión conservadora de traer un emperador al país, buscando que todo volviera a ser como antes.

Nuestro gran timonel se ostenta juarista; nos dice un día sí y otro también que las cosas ya no son como antes, y supongo que ve en la 4T un gran salto hacia adelante (no sé por qué, pero me salen de inmediato las referencias maoístas). Todo eso está muy bien, como está bien su insistencia en que las cosas deben ser “todas por el derecho, nada fuera de la ley”. Lo que resulta de plano incomprensible es que el gran salto innovador y progresista atraviese por rutas que significan retrocesos, algunos de ellos francamente lesivos. Se da al traste con los avances de la sociedad civil en materia de protección de las mujeres en situación de violencia y el cuidado de los hijos de familias de trabajadores; se continúa y exacerba el debilitamiento de las instituciones responsables de la política ambiental; se desdeña la participación de los científicos en la vida nacional, se recula en los todavía tímidos avances de la política energética hacia la descarbonización; y encima se está en disposición de tirar por la borda dos décadas de trabajo fructífero en materia de conservación del patrimonio natural.

Al parecer, todo se ha hecho en aras de terminar con el temible neoliberalismo, acabar con la corrupción, y preparar el terreno para la construcción de un genuino Estado de bienestar, que trascienda las ataduras de medir el crecimiento del país a través de la cuantificación del Producto Interno Bruto. Muy bien, aunque no puedo evitar sentir que, al hacerlo a la manera de la 4T, se está tirando al niño junto con el agua de la bañera.

Cuando el Estado mexicano (no el gobierno, ni la administración en turno, el Estado Mexicano) firmó el acuerdo de París en 2015, y cuando la firma fue ratificada por el Senado de la República, la determinación de trabajar con miras a reducir significativamente la contribución mexicana a las emisiones de gases de efecto invernadero y, por tanto, a mantener el incremento de la temperatura global por debajo de los 2°C, se hizo un tema vinculante para el país. En un lustro, hemos logrado no solamente demostrar nuestra incapacidad como nación para emprender las acciones requeridas para cumplir con este compromiso, sino que incluso nos hemos encargado de crear las condiciones para convertirnos en campeones del deterioro ambiental.

Optamos por basar nuestros procesos de generación de energía en el uso de combustibles fósiles, y particularmente de combustóleo, el más contaminante de ellos, y gas natural que, si bien no emite carbono negro ni azufre, sí contribuye con bióxido de carbono cuando se quema por completo. Renunciamos a intentar cumplir las metas acordadas en Aichi en materia de áreas naturales protegidas, establecidas desde 2010, cancelando así nuestras aspiraciones nacionales de conservar una porción relevante de los ecosistemas que componen nuestro territorio, y reduciendo entonces la capacidad del país para secuestrar carbono. Reducimos hasta la indigencia la capacidad presupuestal de las agencias responsables de la conservación del patrimonio natural y del conocimiento y uso de la biodiversidad, y el manejo sustentable de los recursos forestales.

Con este panorama, y con la decisión de restringir o suprimir –aún no está claro del todo– el uso de glifosato como agroquímico de importancia para la agricultura de alcance industrial (como Pandora, Toledo nos brinda esta esperanza en el fondo de la caja) conmemoramos este Día Mundial del Medio Ambiente con algo de tristeza y de coraje, y con la convicción de que hace falta llevar adelante la 4T; pero eso sí, adelante, y no en un retroceso animado por lo que parece una óptica de la gerontocracia.

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Edición: Elsa Torres


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