Capilla recibe a visitantes de toda la península

Kálmán Verebélyi
Fotos: Fernando Eloy
La Jornada Maya

San Francisco Campeche
Lunes 13 de diciembre, 2016

Peregrinos en bicicleta, jóvenes acompañados de adultos recorren las carreteras de la península de Yucatán para cumplir la promesa hecha a Nuestra Señora de Guadalupe. En grupos de cinco, de diez, llegan al santuario de Guadalupe, donde descansan escuchando al párroco en la misa; comen un plato preparado por los religiosos filántropos. El sábado en la mañana el menú fue espagueti en salsa de chile, y tortillas.

“Ya comimos, ya asistimos a la misa. Estamos por irnos”, dice Edwin. Es de Halachó, Yucatán, y junto con su sobrino emprendió el viaje de un mes. La promesa era llegar a Palenque, Chiapas, en 15 días y de regreso visitar a la Virgen; luego llegar a casa para participar en el novenario. Los tres jóvenes están indecisos entre comprar algún recuerdo en Campeche. Ya casi no queda nada de los mil pesos con que comenzaron la aventura.

Se les ve el cansancio en los ojos. “Creo que dos veces dormimos en cama; el resto, pues donde nos agarraba la noche”. De lo que comieron, tomaron en el camino, prefieren no hablar. Los 30 pesos diarios apenas dieron para no morir de hambre o deshidratados porque el sol decembrino no perdona. “Siempre encontramos gente de buena fe que nos echaba la mano con un poco de agua, un taco”.

Los peregrinos en bicicleta, la mayoría salen con una sola muda de ropa. El sudor, la suciedad es parte del compromiso, de la promesa que hay que cumplir aunque duela la espalda bajo el peso de la imagen de la virgen que en ocasiones supera al del cargador.

Los días previos al 12 de diciembre no se experimenta congestionamiento, e independientemente de si es de mañana, tarde o noche, aunque después de la puesta del sol hay mayor afluencia; es cuando los campechanos bajan de sus colonias al barrio de Guadalupe, que en estos días se convierte en una kermés grande: hay venta de imágenes, camisetas, tacos, y el templete suena bajo los taconazos de los danzantes quienes entretienen a la muchedumbre.

Una niñita de unos cuatro años sale de la iglesia, donde el sacerdote acaba de celebrar la misa, contando el milagro acaecido con Juan Diego. “¿Por qué rosas, mamá? -pregunta la pequeña, y su mamá responde “porque son bonitas”. Sí, son bonitas, pero para el catolicismo tiene una simbología fuerte.

En la Edad Media, el milagro de las rosas aparece en sus diferentes variantes, comúnmente como un símbolo de feminidad, ya sea por la presencia de la Virgen María o porque las rosas aparecen en las manos de una mujer.

El milagro de las rosas es un milagro católico en el cual las flores anuncian la presencia o actividad de Dios. Es presentado como un milagro en varias hagiografías y leyendas de diversas maneras. Está relacionado con diferentes personajes tales como Santa Isabel de Hungría (1207- 1231), en cuyo mandil la comida para los pobres se convirtió en rosas ante la desaprobación de su marido. Santa Isabel de Portugal (1271- 1336) o Nuestra Señora de Guadalupe (1531), quien para dar fe de la veracidad de su ser y de su pedido al obispo le dijo al indio Juan Diego que subiera a la cumbre del cerro donde éste halló rosas de Castilla frescas, y poniéndose la tilma cortó cuantas pudo y se las llevó al obispo. Una vez ante monseñor Zumárraga, Juan Diego desplegó su manta, cayeron al suelo las rosas y en la tilma estaba pintada con lo que hoy se conoce como la imagen de la Virgen de Guadalupe.

Los peregrinos, en las espaldas, traen el nombre de la comunidad de donde salieron, y mientras uno las observa se va dibujando la geografía de la península de Yucatán: Tekax, Dzununcán, Tetiz, Xmabén, Hopelchén, Hacienda Itzancab en Umán, Cancún, Playa del Carmen, Champotón. Hay quien en esas fechas visita los santuarios más importantes. Hay quien, en un auto compacto, llegó a Lagos de Moreno, Jalisco, pasando por el cerro de Tepeyac, y llegaron a Campeche para brindarle tributo a la “Emperatriz de la Paz”. Si alguien dijera que hacer el recorrido en automóvil es desvirtuar la esencia de la peregrinación, pues, que comparta el asiento trasero con cuatro jóvenes más y se dará cuenta de que el sacrificio se ha cumplido.

Hay quien considera que varios factores conjugados de manera favorable convirtieron a Campeche en centro de la devoción guadalupana. La capilla original fue dedicada a Guadalupe, pero de Villuercas, en Extremadura, España, y el que empezó a erigir el santuario fue Pedro Martín de Bonilla, marinero de origen portugués.

El santuario de Guadalupe de Campeche se concluyó y se consagró en 1660 y se conocen dos testimonios conocidos hasta el momento que se usan a favor de su antigüedad. El primero se remonta al año de 1576, cuando era obispo de Yucatán fray Diego de Landa. Se trata de un proceso inquisitorial seguido al albañil Antón Martín, vecino de la villa de San Francisco de Campeche, acusado de estar casado dos veces. El testigo Bernabé Alonso se presentó a declarar ante el obispo y dijo que llevaba aproximadamente un año y medio de conocer a Antón Martín, de quien sabía era casado eclesiásticamente. En su declaración dice que cerca de la ermita de Nuestra Señora de Guadalupe “se carga la cal del Rey, ladinos y gentes de razón y criollos...”.

Contamos así con una mención sobre la ermita, muy escueta pero importante. El proceso está cronológicamente situado 45 años después del acontecimiento guadalupano.