El ex papa Benedicto XVI, quien en 2013 se convirtió en el primer pontífice en 600 años en renunciar, murió este sábado a los 95 años en un monasterio aislado en el Vaticano donde había vivido desde que renunció, dijo un portavoz de la Santa Sede.
Las campanas repicaron en la pequeña Ciudad del Vaticano cuando la noticia de la muerte de Joseph Ratzinger, su nombre secular, se extendió a los fieles en un día inusualmente cálido y soleado.
El Vaticano dijo que su cuerpo reposará a partir del lunes en la Basílica de San Pedro y su funeral se llevará a cabo la mañana del 5 de enero. El papa Francisco presidirá la ceremonia, que tendrá lugar en la enorme plaza frente a la basílica.
“Con tristeza les informo que el Papa Emérito, Benedicto XVI, falleció hoy a las 9:34 en el Monasterio Mater Ecclesiae en el Vaticano”, dijo el portavoz Matteo Bruni en un comunicado.
A principios de esta semana, el Papa Francisco reveló que su predecesor estaba "muy enfermo". Bruni dijo que había recibido sus últimos ritos, llamados "la unción de los enfermos", el miércoles.
Joseph Ratzinger fue elegido Papa el 19 de abril de 2005, en uno de los cónclaves más rápidos de la historia tras la muerte de Juan Pablo II el 2 de abril de ese mismo año.
Tras convertirse en el Papa 265 de la historia, el primero de origen alemán en casi mil años y el de mayor edad, eligió el nombre de Benedicto XVI.
El 11 de febrero de 2013 sorprendió al mundo al anunciar, en su típico latín suave, que ya no tenía la fuerza para dirigir la Iglesia católica de mil 200 millones de personas que había guiado durante ocho años.
“Después de haber examinado repetidamente mi conciencia ante Dios, he llegado a la certeza de que mis fuerzas debido a una edad avanzada ya no se adaptan” a las exigencias de ser Papa, dijo a los cardenales.
Su renuncia se hizo efectiva el día 28 de ese mismo mes, quedando vacante el puesto hasta que Jorge Mario Bergoglio fue designado Papa, el 13 de marzo.
Su dramática decisión allanó el camino para el cónclave que eligió a Francisco como su sucesor. Luego, los dos papas vivieron uno al lado del otro en los jardines del Vaticano, un arreglo sin precedentes que preparó el escenario para que los futuros "papas eméritos" hicieran lo mismo.
Un teólogo que nunca quiso ser Papa
El excardenal Joseph Ratzinger, conocido como uno de los teólogos más influyentes del siglo XX, nunca quiso ser Papa, ya que a los 78 años planeaba pasar sus últimos años escribiendo en la “paz y tranquilidad” de su Baviera natal.
En cambio, se vio obligado a seguir los pasos del amado San Juan Pablo II y dirigir la iglesia a través de las consecuencias del escándalo de abuso sexual clerical y luego un segundo escándalo que estalló cuando su propio mayordomo robó sus documentos personales y se los dio a un periodista al considerar que el Papa no estaba siendo informado de la “maldad y la corrupción” en el Vaticano y que exponerlo públicamente pondría a la iglesia en el camino correcto.
Ser elegido Papa, dijo una vez, se sintió como si una "guillotina" hubiera caído sobre él.
Sin embargo, emprendió el trabajo con una visión resuelta para reavivar la fe en un mundo que, se lamentaba con frecuencia, parecía pensar que podía prescindir de Dios.
“En vastas áreas del mundo hoy, hay un extraño olvido de Dios”, dijo a un millón de jóvenes reunidos en un vasto campo para su primer viaje al extranjero como Papa, a la Jornada Mundial de la Juventud en Colonia, Alemania, en 2005. “ Parece que todo sería igual incluso sin él”.
Con algunos movimientos decisivos, a menudo controvertidos, trató de recordar a Europa su herencia cristiana. Y colocó a la Iglesia Católica en un camino conservador y tradicionalista que a menudo alienó a los progresistas. Relajó las restricciones sobre la celebración de la antigua misa en latín y tomó medidas enérgicas contra las monjas estadunidenses, insistiendo en que la iglesia se mantuviera fiel a su doctrina y tradiciones frente a un mundo cambiante. Fue un camino que en muchos sentidos fue invertido por su sucesor, Francisco, cuyas prioridades de clemencia sobre la moral enajenaron a los tradicionalistas que habían sido tan consentidos por Benedicto.
El estilo de Benedicto no podría haber sido más diferente al de Juan Pablo o Francisco. No era un trotamundos querido por los medios ni populista, Benedicto era un maestro, teólogo y académico hasta la médula: tranquilo y pensativo con una mente feroz. Habló en párrafos, no en fragmentos de sonido. Tenía debilidad por la Fanta naranja, así como por su amada biblioteca; cuando fue elegido Papa, hizo que todo su estudio fuera trasladado, tal como está, desde su apartamento en las afueras de los muros del Vaticano al Palacio Apostólico. Los libros lo siguieron hasta su casa de retiro.
“En ellos están todos mis asesores”, dijo sobre sus libros en una entrevista de 2010.
Fue la devoción de Benedicto XVI por la historia y la tradición lo que le granjeó el cariño de los miembros del ala tradicionalista de la Iglesia Católica. Para ellos, Benedicto siguió siendo, incluso en el retiro, un faro de nostalgia por la ortodoxia y la misa en latín de su juventud, y el Papa que preferían, por sobre Francisco, el actual pontífice.
Nacido el 16 de abril de 1927 en Marktl Am Inn, en Baviera, Benedicto Hizo sus últimas apariciones públicas en febrero de 2013 y luego abordó un helicóptero a la casa de retiro papal de verano en Castel Gandolfo, para asistir en privado al cónclave que eligió a Francisco.
Edición: Mirna Abreu
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